jueves, 28 de febrero de 2013

Capítulo de novela


Siempre que llovió...

Capítulo III

              Novela inaudita de Eduardo Wolfson

El canal local montó un show ómnibus. La lectura tediosa de las donaciones, era matizada con visitas de artistas prestigiosos, sorteos, preguntas y respuestas, móviles en la villa, reportajes a los padres de la victima, a los vecinos, a sus compañeritos de colegio, a su maestra, al médico que concluyó la trágica amputación.
Al afortunado compañero de Virginia lo maquillaron, lo depositaron sobre una banqueta en el área central del plató. El chico fue rodeado por modelos esbeltas y rubias, salvo una, la de piel oscura, brillante como el ébano.
Las señoritas, esparciendo en sus anatomías un vestuario muy ligero, junto al conductor del programa, azuzaron a Juan con un pormenorizado cuestionario:
-¿Querés más a Virginia, ahora que te salvó la vida?
-¿…?
-¿Vos hubieras hecho lo mismo por ella?
-¿…?
-¿Estás triste porque tu compañerita no te va a acompañar más por la vía?
-¿…?
 -Si tuvieras edad para casarte ¿Te casarías con una chica discapacitada?      

Asustado, confundido, Juan exploraba conteniendo el llanto a las que lo cercaban. Por momentos, no lograba impedir que las lágrimas brotaran descendiendo por sus mejillas, entonces, la cámara tomaba un primer plano de su rostro, exhibiendo una mirada dura y una boca crispada. Mientras tanto, en el zócalo de las pantallas transitaban los resultados de los partidos de fútbol.
El locutor, con voz ambarada comunicaba las donaciones y sus donantes:
-Nuevas donaciones de nuestro empresariado local, profundamente solidario con nuestra heroica Virginia. Señores, la empresa “Roof-ceiling” ofrece techar su nuevo hogar. Sabemos que nuestra gente no va a desamparar a esta niña valiente, ya tenemos el techo, ahora solo nos falta la casa.
El instituto británico “Islas Malvinas”, ofrece una beca de estudios en la sucursal de nuestra ciudad por un año. 
“Medical Traveler”, dona una cobertura de urgencia en salud, para todos los viajes que Virginia realice al exterior.
 “Snow plays”, ¡la agencia de turismo de la ciudad!, nos hace llegar un par de estadías para Virginia y un acompañante, que supongo será su señora mamá, para visitar las nada despreciables pistas de esquí Chapelco. Como ustedes imaginan, este no es un obsequio barato. Pienso que allí nuestra heroína, una niña que habita el gris de la pobreza en los extramuros, se asombrará, admirando las proezas que realizan quiénes han elegido este deporte.

El público presente en el estudio, excitado con la descripción de los obsequios, ensalzaba la difusión de los regalos con aplausos sostenidos.
Con el pasar de las horas, el animador del programa, muy profesional, se esforzaba para mantener intacto su caudal de voz. Cada tanto, exhibiendo emotividad, haciendo gala de falsetes, destacaba la palabra solidaridad: “la solidaridad de nuestra gente”, “nuestros empresarios solidarios”, “la cruzada solidaria”.
En algunas ocasiones, eufórico, conmovía a la audiencia con frases repentinas de su autoría. “Nuestra Virginia”, “Virginia es la exposición de la bondad que existe estoy seguro, en cada uno de nuestros corazones” “Virginia con su arrojo nos dice que no todo está perdido.”
Ese fin de semana, continuaron llegando donativos, dádivas, ofrendas, subvenciones, limosnas y otras yerbas.
Entre imágenes, reportajes, autores que creaban canciones para la oportunidad y coros que las entonaban, las cortesías para Virginia fueron creciendo. Desde arreglos florales, pasando por una enciclopedia de 36 tomos y dos apéndices, hasta un juego de comedor. 

jueves, 21 de febrero de 2013

Capítulo de novela


Siempre que llovió... 

Capitulo II 

Novela inédita de Eduardo Wolfson


La última pitada echada por aquel gigante de hierro fue la que sobresaltó a Virginia. Sus reflejos, la lanzaron sobre su compañero desplazándolo fuera de las vías. Pero la acción no alcanzó para que ella quedara a salvo. La máquina le cortó las piernas.
Esa mañana, como de costumbre, Juan en el centro de la vía buscaba el canto rodado adecuado, Virginia lo seguía por un costado en la mitad de la curva.
Avanzaban en zigzag a veces, saltando otras, intercambiándose el humo producido por sus alientos condensados en el aire frío, tirando pequeñas piedras para ver quien llegaba más lejos, como tratando de quebrar una barrera invisible .
El noticiario de esa noche exhibió la tragedia.  Los padres de Virginia en el hospital, desconsolados y desarrapados, observaban atónitos a la muchedumbre que los rodeaba.
Los micrófonos captaron sólo quejidos afónicos, y las cámaras una escena patética: dos desdentados acorralados por movileros que se pisaban unos a otros.
El primer plano cambió repentinamente de frente. La imagen fue para una calle de tierra, amontonamientos de latas y cartones sustituyendo a una vivienda.
Allí, desamparado por la escenografía, Juan abrazaba a sus padres. El llanto y la alegría se mezclaban en el vocabulario chico de aquella gente.
El balbuceo, expresaba el reconocimiento sentido al acto de arrojo de Virginia, y al mismo tiempo, la profunda tristeza por lo irreversible, el grave accidente, la amputación maldita.
La televisión mostró el margen. Miseria, heroísmo y tragedia. Los hacedores de medios, sabían que aquel cóctel reportaba grandes mediciones de audiencia.
El canal local organizó de inmediato una programación dedicada a recibir donaciones.
Los fabricantes y comerciantes de la zona, aplaudieron la iniciativa mediática. Sólo era cuestión de buscar en los estantes un producto para donar, hacer el bien con letras mayúsculas, y ser nombrados, con palabras más mayúsculas, en el programa.
Los dirigentes de las cámaras empresarias de la ciudad, verdaderos emprendedores, muchas veces acusados por la maledicencia, de pragmáticos e insensibles, a través de un comunicado promovieron aquel acto de solidaridad virtual al alcance de todos.
Declararon a la prensa “Pobre criatura, qué injusta ha sido la vida con ella. Poner en sus labios una sonrisa corresponde. Los vecinos satisfechos de la ciudad, cumplen a rajatabla con su estilo de vida, van al trabajo, al estudio, al shopping, se encuentran con amigos, preparan los cumpleaños, los casamientos, planean las vacaciones y toman medidas de seguridad. De todo lo demás se enteran o se olvidan por televisión. Hay que ser solidarios para que el señor nos recompense”. En la reunión privada que mantuvieron, según una fuente irreprochable, se le escuchó decir al presidente de la confederación: “… sobre todo en esta época de recesión tan pronunciada, que vuelve mucho más atractivo el incentivo de la donación, abaratando, y en mucho, los gastos publicitarios presupuestados para el año”.

jueves, 14 de febrero de 2013

Capitulo de novela


 primer capítulo de 
" Siempre que llovió" 
              Novela inédita de Eduardo Wolfson        

I
 Al entierro de Virginia fue poca gente. El cortejo avanzaba en silencio, eran apenas sombras esparcidas sobre el barro bajo la lluvia. El paisaje, ranchos de cartón y chapa extendidos por una calle tortuosa, semejante al zigzagueo de una serpiente. El ataúd, tablas clavadas sin cepillar, sostenido en los hombros por cuatro vecinos.
No hubo llantos, ni escenas, sólo rostros herméticos cubiertos por pañuelos y gorras.
Caminaron lentamente, acostumbrados a sortear ese piso resbaladizo. Nadie intentó detenerse, cruzaron las vías. La ciudad asfaltada los recibió muda, la atravesaron bajo un fuerte aguacero.
Ningún comerciante se asomó a la entrada de su local para verlos pasar. Indiferentes, los dolientes rondaron la plaza principal.
Nadie se preguntó por el destino de la estatua del prócer, tampoco recordaban el significado de aquel conjunto descascarado y semidestruido, que en el sitio del monumento épico, se erigió tres años antes como símbolo de los nuevos tiempos.
Siguieron de largo, no se detuvieron al pasar por la Catedral, pues no hubo tañer de sus campanas, al parecer no anoticiadas que a la muerte se le rinde homenaje.         Sólo un hombre ebrio, ocultando su rostro en una barba frondosa, levantó su copa, cuándo el séquito, con paso cansino transitó frente a la puerta de su casa. Muy pocos fueron los que reconocieron en aquella figura al escultor, el hermano del otrora intendente.
Otra vez el barro los cobijó en el otro punto cardinal del ejido urbano. Cruzaron un gran basural y por fin, llegaron hasta un campo con partes inundadas y otras con enormes pastizales.
Entraron por los fondos, porque era más cerca y había desaparecido la alambrada. De haberlo hecho por el frente, hubiesen advertido todavía, la presencia de las dos columnas góticas descoloridas, sosteniendo un frontispicio con la inscripción “Necrópolis Privada”.
Colocaron el pequeño cajón sobre un pasto aplastado previamente. Los hombres, con una sola pala se fueron turnando para cavar. Las mujeres se abrazaban entre sí.
En el fondo del pozo, sobre un lecho de agua, depositaron el féretro. Sin palabras, sin llanto, sin escenas le echaron tierra encima. Clavaron una cruz de madera.  
Llovía torrencialmente.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Capítulos de novela


 "Siempre que llovió" 
Novela inédita de Eduardo Wolfson

Síntesis argumental: 
             En una ciudad pampeana, adormecida por la recesión, ocurre un evento que será funcional a los intereses políticos, económicos y frívolos de la sociedad en general. Virginia, una piba que habita la villa miseria de la localidad, alertada por la llegada del tren, se lanza sobre su compañero Juan, desplazándolo fuera de las vías. Pero la acción no alcanzó para que ella quedara a salvo. La máquina le cortó las piernas.
            El canal de televisión local monta un programa ómnibus, con el fin de obtener donaciones destinadas a su flamante heroína. La ciudad se llena de periodistas provenientes de todo el país, lo que provoca un efecto multiplicador en la economía regional.
           Comerciantes, profesionales, funcionarios, políticos, artistas, religiosos, forasteros y medios de comunicación serán de la partida, entretejiendo estrategias singulares, para sacar ventaja con el acontecimiento.



1º Entrega, capítulo XXV

-Esta amputación nos vino como anillo al dedo, ningún evento es capaz de sacarla de la primera plana.

La declaración pertenece al gerente de noticias del informativo más visto en el país.
La tragedia actuó como una compuerta efectiva, que cerró el paso de la información a otros sucesos.
Todas las consultoras nacionales y algunas extranjeras, tomaron a la ciudad de Virginia como universo para compulsar a la opinión pública. Una fiebre indagatoria se apoderó de todos los medios. En pocas horas, una batería de encuestas circulaba en el aire, en las imágenes televisivas y en los domicilios particulares.
La intención pasaba por verificar en porcentajes, el juicio de valor que le merecía a la gente la tragedia, el heroísmo, el pasado, el presente y el futuro de Virginia.
El sondeo abarcaba las cuotas de responsabilidad que le asignaban en el suceso a la familia, a la comunidad, a los ferrocarriles, al maquinista, a la pobreza etc.

El mismo director del canal local fue quien recibió en el programa ómnibus, al presidente de “Pollster-investigation Inc. para América Latina”, Licenciado John Rodríguez.
Flaco, alto, un tanto desgarbado, el científico social se apoderó del plató, ostentando una amplia sonrisa que mantuvo a lo largo de toda la entrevista. Su primera acción, consistió en arrebatarle el micrófono a su anfitrión, dando respuesta a un interrogante no explicito:
-Ustedes habrán oído decir que una encuesta se puede formular por cuestionario o entrevista, pero que en cualquiera de sus formas, el realizador, en este caso quien les habla, debe tener en claro la variable independiente, que en esta oportunidad, son los alcances y la aceptación del maravilloso milagro que les pertenece.
Para ello y abreviando, la batería de preguntas que formulen las encuestadoras de nuestra consultora, contemplarán el contenido elevado de sensibilidad, que seguro estará presente a lo largo del trayecto de la conversación, cuidando siempre el objeto de la interrogación y también, la posible ausencia de respuestas, dadas las características del personaje clave que es abordado.

Condicionada por el cartel conductor, la tribuna estalló en aplausos. El director pidió calma y prosiguió el invitado.
-Con nosotros, ustedes van a notar que la cosa es distinta, y esto se deberá en parte a la intromisión de las estadísticas cotidianas en sus vidas, hasta hoy sin sabor. Ellas, las estadísticas, serán interpretadas a lo largo de la investigación, mezcladas con la pulsión presente, constante, ansiosa, impaciente, penetrante y transparente del marketing.
Así, vamos a poder abrir una gran cantidad de columnas y cruzarlas con las necesidades de compra, venta, promoción, sexualidad, economía, poder y trascendencia que ustedes tienen hoy, a partir de la irrupción en sociedad del fenómeno que el pueblo denomina “Virginia”, y que nosotros, sopesándolo desde el marketing, hemos rebautizado como “Caramelos a granel”.

Esta vez no hubo aplausos, mientras se dilataba el silencio, público y televidentes observaban como el Licenciado John Rodríguez, espectacularmente, se lanzaba hacia la tribuna. A las cámaras les resultó difícil seguirlo.
El recorrido protagonizado por el sociólogo, dibujaba extrañas parábolas entre las diversas gradas. Por momentos, se detenía frente alguna persona oprimiéndole el brazo con sus dedos largos y huesudos, le sonreía, reiniciando en forma inmediata, su camino.
Por fin, tomó de las manos a una mujer joven, a quién prácticamente obligó a acompañarlo al centro del estudio.
La muchacha, de aspecto frágil y tez oscura, revelaba timidez. Él preguntó:
-¿Cómo se llama esta belleza autóctona?

Con indecisión, balbuceando y en un susurro, la joven contestó:
-Tamara.

El hombre, se excusó por el público de no haber escuchado, y le requirió que lo volviera a repetir:
-Con más fuerza, con más vigor, ¡como si de ello dependiera su vida!

Avergonzada pero también incentivada, reiteró el Tamara, en forma enérgica y potente, arrancando un aplauso cerrado, prolongado y de gran magnitud.
-Señores, he elegido entre la gente de la tribuna -dijo John Rodriguez- a esta guapa que se llama Tamara, porque la considero un personaje clave, que nos puede dar mucha información sobre el universo que investigamos.
No les voy a explicar cual fue el método que escogí para la elección, porque llevaría tanto tiempo como el que me llevó hacer la carrera. Lo que sí les digo, es que este procedimiento tiene el 98% de efectividad. Esto en ciencias sociales significa que el margen de error previsto, es inexistente. 
Tamara será nuestra primera encuestada en esta ciudad y la única que no será anónima. Ella tendrá que responder a las preguntas con un si, con un no, o con un no sabe. He decidido hacerlo así, como forma didáctica.

 El encuestador solicitó nuevamente un aplauso para su conejito de indias y a boca de jarro comenzó con la primera pregunta:
-¿Te gusta tu casa? /sí/, ¿te gusta pasar largo tiempo en tu casa? /sí/, ¿Conoces la casa de Virginia? /no/, ¿te gustaría conocer la casa de Virginia? /no sé/ ¿conoces personalmente a Virginia? /no/. ¿Crees qué el de Virginia fue un acto responsable? /no sé/. ¿Un acto heroico? /sí/. ¿Un acto trágico? /sí/. Juan, el compañerito de juegos de Virginia ¿es culpable? /sí/.

 La última contestación fue espontáneamente aplaudida por la tribuna. El conductor del programa, atento al desenvolvimiento y a las actitudes que despertaba el mismo, consideró necesario irrumpir en el aire, tratando de calmar ánimos fervorizados:
-Queridos amigos televidentes y presentes, con todo mi corazón debo pedirles un favor muy especial. Quiero solicitarles que reservemos para nuestra intimidad, los juicios de valor sobre acontecimientos tan contradictorios como los que hoy nos tocan vivir.
El licenciado John Rodríguez está mostrándonos el sistema, por el cual, va a realizar sus encuestas, solo eso. Lo que manifiesta Tamara es una opinión, por lo tanto ni al licenciado, ni a Tamara les agradaría que estos resultados se generalicen. Yo sé que todos nos sentimos apenados y también exaltados por lo ocurrido. Pero dejemos que a los culpables los encuentre la justicia.

 Otra vez aplausos, en esta oportunidad aconsejados por el cartel.
La encuesta se extendió unos segundos más y la última pregunta quedó registrada como un “no contesta”, por parte de Tamara.
-¿Serías capaz de perder tus piernas para acoger todo lo que está recibiendo Virginia?