viernes, 25 de diciembre de 2015

Cruzando la plaza

Serie de unitarios

Cuarto Relato 

Sin Título Por Eduardo Wolfson


Otro circo que se despedía; los observé juntar sus cosas mientras el polvo se arremolinaba para escaparse del presagio de lluvia. Terminaba la sequía, Del Castillo, el Intendente, no solo engordó kilos y bigotes desde el paso del último coliseo romano, también festejaba el acrecentamiento de su fortuna, pasando horas en la confitería del club, con sus cómplices, el tano, el ruso y el gallego.


  
Cruzando la plaza, sobre la diagonal que plasmaba en monumentos el eclecticismo de los gobiernos locales, presenté mis respetos a un ecuestre general, deseando con vehemencia que algún viento, arroje del pedestal a su brioso equino de bronce.

De golpe, en todos estos años que el miedo nos enseñó a murmurar en voz baja, a comprar la soledad como compañía, a pretender ser los desconocidos de siempre, descubrí que la gente llenó siempre plateas y graderías. Me trastornaba pensar que después de tanto movimiento, de mezcla entre foráneos y locales, no quedase una historia para contar. La única prueba del acontecimiento fueron los agujeros dejados por las estacas y huellas de los garrotes en el baldío. Encendí un cigarrillo tras otro, solo fumaba la mitad y los tiraba encendidos sin pisotearlos. Aturdido, miraba como alguna brasita de la ceniza, se desprendía y elevaba, desapareciendo detrás de un árbol añoso.


Alfonsito, el “enano negro”, se aferró a mi pantalón, y afirmó con ronquera:
 -Vos buscás noticias y yo tengo una.
 Sorprendido, hallé en la espesura del monocromo el origen de su voz victoriosa
-me independizo, voy a ser pupilo del burdel ¿qué te parece?
Creo que subí los hombros mostrando desconcierto e ignorancia. Alfonsito no se amilanó.
- siempre discuto con mi familia, en el circo ocupamos el ghetto, y dentro del ghetto, el patio trasero.
 Provocó un silencio, se apoyó en un carromato y expulsó un susurro:
-por nuestro color de piel ¿entendés?

El padre abrazaba a la madre que tapaba sus orejas tratando de no escuchar, y la hermana menor de Alfonsito, se colgó a su cuello y besó su frente. Se despidieron, sabiendo que las giras del circo, podían ser inversamente proporcionales a los recorridos que Alfonsito tomaría.  Ninguno explicitó lo que colectivamente sentía, pero tuve la certeza que en aquellas vidas comenzaba una ausencia irreversible. Detrás de los últimos rollos de lona, a la cola de los animales, sobre un vagón playo, se acopló el trío oscuro, partiendo con lágrimas, con las gargantas secas, sin nada para agregar. Alfonsito, en una mezcla agridulce de sentimientos encontrados entre lo filial y la aventura, divisó los brazos de los suyos agitando el último saludo. Tardaron en desaparecer, lo hicieron cuando descendió el telón de una polvareda. Lo acompañé a Alfonsito hasta el burdel. Callados, arrastramos juntos una valija de cartón, yo pensando en la extraña demanda del prestigioso establecimiento del amor solidario, requiriendo los servicios de un enano negro, no me atreví a preguntárselo. Con sus ojos saltando casi fuera de  las cuencas, Alfonsito, me dijo sin titubear:

–Se acabó el circo, desde ahora yo construyo mi propio espacio. 

jueves, 3 de diciembre de 2015

Cruzando la plaza

             

Serie de unitarios

Tercer Relato sin título
Por Eduardo Wolfson



Obligado a recrear los sucesos de la atmósfera tenebrosa en una bobina aireada de papel, necesité cada día, para buscar a mis musas inspiradoras en oscuridades densas y sigilosas. En ellas, esfumados a la hora del amanecer, desfilaban personajes y espectros, que entraban y salían de la vivienda o predio acribillado. En horas nocturnas, la realidad era opresión y muerte, mi misión era transformarla, pasarle una mano de esmalte brilloso para la salida del matutino.

Cruzando la plaza en esa noche temprana, creí ver que la vereda se desplazaba en sentido contrario debajo de mis pies. Boris me había dejado claro, que en tiempos de censura, no existía nada mejor que la metáfora para filtrarla, y poder comunicar lo que sucedía.


Necesitaba encontrar al tano, al ruso y al gallego, y entregarles el mensaje. Me hubiese gustado poder publicar con sobreentendidos esa relación pecaminosa entre ellos con el mandamás, tanto, que investigación mediante, convierta la noticia en chicle, extendida por varias contratapas, y que luego, a través de los días, se pierda tenue en las páginas interiores, manteniendo vivo el interés de un público chato y abúlico, ilusionado con que la historia llegue y acabe en policiales. Pero mi miedo, despertaba sospechas hasta de mis sobrentendidos, como mi dirección en la agenda de un desconocido, o mi firma en un reclamo de varios años. La vida me alineaba detrás de la enajenación del pensamiento.

Decidí pasar por el cine para llegar a ver la fila de espectadores, era el día de damas. No me interesaba la función, pero cumplir con la misión ordenada por el Intendente me exigía tantear los territorios pampeanos habituales. Me cuidé muy bien de que Boris no se enterara de esta búsqueda por encargo.  


Boris, solía decirme que me quería como un padre, entonces me aconsejaba con alegorías baratas: “Si no te sentís marinero no te metas en el mar”, “Los nubarrones anuncian solo las primeras gotas, pero el huracán arrecia con refugio y todo”.

En todas las funciones, “Cuenta y Guarda Ganado”, se plantaban a la entrada central de la sala. Sus tareas los obligaba a una guardia pretoriana enfrentándose todos los días en la misma puerta, “Cuenta Ganado” defendiendo con el contador plateado las arcas municipales, y “Guarda Ganado”, los intereses del empresario cinematográfico. “Cuenta Ganado”, comía con los ojos las propinas que recibía “Guarda Ganado”.

-Es “plata negra” (decía, y con bronca agregaba) -dinero que ni la municipalidad ni el dueño del cine contabiliza.
Mientras un hilo de bilis serpenteaba por sus finos labios, su voz intoxicada finalizaba envidioso:
-Plata negra que disfruta solo este “Guarda Ganado”.

Si alguna vez lo supo, el pueblo olvidó su nombre. Le decían “Cuenta ganado” por su instrumento de trabajo, que servía tanto para contar vacas, como para registrar los asistentes a cada función. Consiguió el empleo, en tiempo de democracias de partidos. “Cuenta”, hasta entonces un barrabrava raso de club, sintió que el nombramiento lo “convirtió en un pájaro gordo”. Desde aquel día siempre vistió igual, traje gris, corbata y botines negros. “Guarda ganado”, el acomodador, fue otro al que la memoria colectiva le dejó el mote. Tipo marcial de indumentaria castrense, provista por el cine teatro. Depositaba en el cesto el talón arrancado a la entrada, entregaba el programa, y recibía la propina con un (gracias…) rayado en la g. y extendido en la s. Fue él que con un halo misterioso me dio una pista: -El circo se despide, lo están desarmando, buscá por ahí, que a lo mejor encontrás al ruso detrás de una trapecista. Cuando llegué, del coliseo circense quedaban trancas, sogas, lonas y palos, cayendo a la primera noche de un día gris y ventoso. Caminé por el perímetro del cadáver de la carpa, no visualicé al ruso, pero si al gallego que mostrando la cacha de su pistola, le recordaba al del puesto del choripan, que no estaba exento del pago de peaje. A pocos metros, el tano ocupaba el lugar del acompañante en un falcon verde. Informé, y armé la hora y el día de encuentro en la sacristía con el Intendente, ellos se encargarían de anoticiarlo al ruso.

Fue en esos días que publiqué la compra por parte del Intendente, de unos campos que pertenecían a la familia Reguera, tradicional del lugar, y también, me dediqué a describir el extraño e improvisado viaje, que los Reguera en pleno iniciaron, después de dejar sus firmas en el escribano por lugares recónditos en otros continentes. Recuerdo, en uno de esos días que consultando enciclopedias, narraba el safari imaginario de la familia, tuve la necesidad de enfrentarme al espejo para saber como lucía. No me encontré, solo divisé la imagen de una idea que no me gustaba.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

Cruzando la plaza

           Serie de unitarios
                      Segundo Relato Sin Título
                                      Por Eduardo Wolfson     
            Subí las viejas escaleras gastadas de mármol de la redacción, José el sereno me sirvió una taza de café humeante. El inminente parto diario del matutino, puso mis nervios en tensión derrotando cualquier hechizo. A mi ingreso, las órdenes de Boris, propietario y director, fueron claras, “no se publica nada sobre madres llorando por hijos desaparecidos”, “lo insoslayable, se relata con las palabras enfrentamiento, subversivos, cadáveres, fuerzas del orden Etc. Etc.” “Tener siempre a mano notas de color sobre personajes de la localidad para rellenar”. Hasta allí, sus instrucciones habían servido para esquivar y preservar nuestras vidas. El mundial de fútbol, fue un derrame de agua bendita, y salir campeones, la cereza que coronó el postre. Ese mes, lo recuerdo como el más sencillo para escribir y completar cada número, sin necesidad de bucear para transformar el dolor en tibio entretenimiento. Pero esa tarde, seis años después, golpeé la puerta de su despacho, no era rutina, necesitaba consultarle acerca de como ocultar una Plaza de Mayo llena, con un muerto, y obreros pidiendo pan y trabajo. Me senté frente a él, escuché su discurso, sus reproches, esperando el momento de la copa de whisky, el de la ternura. En esa reunión, Boris agregó un mandato ahorrándome preguntas “Las Malvinas son nuestras, las ocupamos, echamos al invasor, inventamos batallas y nuestros oficiales y soldados son héroes” De golpe la guerra. La Plaza del pueblo masacrado dos días antes, se convirtió en territorio de cantos, banderas, y una voz borracha, uniformada en el balcón, aplaudiendo a la próxima sangre.

            Cruzando la plaza, en aquel abril cuando las hojas caían, advertí que en el pueblo desaparecieron los horizontes abiertos. Habitábamos el interior de un gran sarcófago, sus muchas puertas y ventanas, encerraba el llanto y el gemido desgarrador de mis vecinos, algunos adivinando la muerte sin lápidas, y otros, el terror de la guerra amputándoles a sus hijos.

            Del Castillo, el Intendente, exultante llegó al club. Agitaba un papel exhibiendo un aire triunfador. Los popes, como solía llamar a aquel conjunto de viejos un poco próceres, y otro poco, dueños del pueblo, se sorprendieron.
-Acaban de declarar a nuestra fiesta, "fiesta nacional". (Exclamó el Intendente)
            Arrojó la nota con membrete del gobierno, el sello y la firma del general a cargo de la presidencia sobre la mesa, se arrepintió, y volvió a tomarla para refregarla en mi nariz, interrumpiendo el trago de mi fernet cotidiano, en la mesa junto a la ventana.
            No me sorprendió la actitud de Del Castillo, sus exabruptos me eran familiares, desde aquel día, que ha su pedido nos reunimos en la sacristía, cuatro años atrás. Mientras el párroco, tercer habitante del recinto beatífico, simulaba desatención frotando una platería, el intendente me acercó a un rincón haciéndome una propuesta que acepté. Quería que piense y escriba sus discursos. Cuando estrechamos nuestras manos, me advirtió que nadie debía enterarse del trato, incluido Boris.
- Ponete a tono con las circunstancias pibe. (El intendente desplegó una sonrisa abierta que percibí como advertencia).
           
            Fui periodista del diario local, también escribiente, mandadero y alcahuete del mandamás político, elegido democráticamente por una junta de las tres fuerzas. Sentí que era un comodín de comodines. Flotaba en una nube que se deslizaba sobre el fango, y más allá de un juego que tomaba aspecto de querubín, supe que el paseo podía terminar en una fosa.

            Los popes festejaron como si fuesen chicos que les salió bien la travesura. Lorenzo, el mozo, sin esperar el pedido, les depositó el cinzano y unas cuantas copas, simultáneamente el pibe, colocó los platitos tradicionales, aceitunas negras, queso mar del plata cortado en daditos y maní con cáscara. Hubo brindis, mucha alharaca y disolución de reunión.
            El Intendente, callado, pensativo, e inflando los bigotes se sentó frente a mí. Su brazo detuvo a Lorenzo que se acercaba pensando que había un pedido en ciernes. Al fin me habló:
- Prepárame una reunión urgente en la sacristía con el tano, el ruso y el gallego, también voy a necesitar al escribano, pero lográ que no se crucen. Como siempre, esto queda entre nosotros.
            Del Castillo se fue, no sin antes saludar a Lorenzo con un estruendoso ¡Viva la patria!


            Al tano, el ruso y el gallego se los veía muy poco por el pueblo. Cuando yo terminaba la primaria, ellos pisaban los 30. El tano fue contador, el ruso viajante y el gallego cana en la Federal, desplazado por la fuerza, según él, debido a un dolor insoportable,  provocado por sabañones que cultivaba en sus dedos, durante los fríos intensos de patrulla en el invierno capitalino.
            Cuando se juntaban, cada vez con menos asiduidad, lo hacían en el boliche o el burdel.  El tano leía La Prensa, decía que era un diario serio con periodistas de raza e información objetiva. El gallego opinaba que el tano hubiese deseado ser oligarca, dueño de campos luciendo apellidos bostosos. En cambio el ruso tenía todas las materias aprobadas de su profesión: contar chistes, jugar póquer, y levantarse una mina en cada pueblo para asegurarse compañía y no pasar necesidades. Los tres disfrutaban en común, todo aquello que involucraba lo que reconocían con la sigla (PRP) picana-retorno-peaje.
           
            Esa semana, mi pluma se permitió pintar con lujo de detalles el hundimiento por parte de nuestra armada del sheffield. En las noticias locales, como pie de página, mataba a nueve subversivos en un enfrentamiento, sobre campos aledaños escriturados recientemente por el Intendente, especificando que no tuvimos que lamentar bajas en las fuerzas del orden.


domingo, 1 de noviembre de 2015

“Cruzando la Plaza”

Serie de relatos sin título

por Eduardo Wolfson

            Pasaron más de siete años. Continúo caminando
por estas calles desdibujando el dolor. El encuentro inesperado con Antunez, al que hasta hoy solo conocí por foto, sacudió mi memoria, perforada por tantas ausencias, hechos terroríficos, algunos tragicómicos. Pasaron siete años desde mis 25, desde la noche en que se apagaron todas las luces ocultando ilusiones de pueblerinos dejando solo sus acciones mecánicas. Un día antes, el 23 de marzo, me incorporé al diario para redactar necrológicas y archivar sociales, el turco me advirtió que si alguien preguntaba por Antunez, le diga que yo lo reemplazaba, y que no tenía idea de su paradero.
            Boris, el director, me recibió en su despacho, habló sobre el sacerdocio periodístico, lo hacía como un autómata. Observé que su línea argumental perdía cordura, como si hubiese desertado. No fue el gong que lo salvó del despiste, sino Simón que me dejó unas palabras de bienvenida, y me explicó la rutina. Al día siguiente el panorama fue otro. Junto a la municipalidad, y rodeando la plaza, vi tanquetas y camiones del ejército. En la puerta del diario, cuatro soldados pertrechados pedían documentos, palpaban a los que ingresábamos y marcaban una planilla. En la redacción, Boris se encontraba flanqueado por dos oficiales, uno de marina y otro de ejército. Participaba del encuentro el Obispo, y un tal Del Castillo, estanciero de la zona que los milicos nombraron Intendente.

            Esa madrugada, caminé por el adoquinado principal que se estrellaba en la plaza. El pueblo era algo más, nací en él, y ahora atravesaba los 25. Tenía el hábito de llevar una libreta de apuntes y un bolígrafo, los vecinos me apodaron “El periodista”. En la adolescencia compartí con ellos, y en voz alta, mis sueños. Después nació y creció el miedo, y los sueños se volvieron muy privados. Decía que caminé por el adoquinado principal que se estrellaba en la plaza, y estaba solo. La oscuridad despeñaba agua nieve, presagios helados que porfiaban por penetrar mi gabán de cuero y gorro de lana. Mis pasos enfrentaban la llovizna inclinada. A esa hora, el pueblo se volvía inasible. La Municipalidad, la catedral, la plaza con sus próceres de hormigón, a todo lo envolvía una pátina fantasmal. El pueblo operaba como atrancado, los sobrevivientes cerraban sus ojos, jugaban a soñar.

            Avancé cruzando la plaza, tratando de armar el sentido de la conversación impertinente que acababa de tener con Antunez. Solo la luz del burdel detrás de la parroquia y en extramuros, Hablaba de vida sirviéndome de guía. Yo sabía muy poco sobre Antunez. Que fue redactor estrella, y que las “tres A” le dejaron una advertencia, tras la cual, sin tiempo para hacer maletas, Antunez dejó el pueblo. Tengo la certeza que él me esperaba, lo digo porque exageró su abrazo y presentación, como si desde el pasado nos uniera una vieja amistad.

 -No tenés idea de lo que se extraña todo esto. (El vozarrón de Antunez inundó la cuadra mientras desgarraba nuestro abrazo)
- Me lo imagino. (Alcancé a contestar sin convicción)
- Estar allá con el pensamiento siempre acá, y al mismo tiempo la impotencia de saber que lo que podés hacer es muy poco. (Llamó mi atención lo bien que modulaba)
- ¿hacer qué? (Pregunté confundido)
- No, no comprendés, vos te quedaste acá. (Me humillaba con tono resignado)
- Porque me quedé acá ¿no te comprendo? (Observé su rostro surcado por arrugas)
- Cuando estás con los tuyos no aprecias el valor. (Sus manos jugaban en mis solapas)

- Entonces, ¿los tendría que haber dejado?
- No dije eso.
- ¿Entonces?
- A mi no me dejaron otra posibilidad, que la de tomarme el buque.
- ¿Otra posibilidad?
- Por qué no largas el reproche pibe. (Su actitud intimaba)
- No hay reproche Antunez, alguna duda tal vez.

 - Esa tarde entraron en la redacción, me salvé porque no estaba.
- Me contó el turco, que nunca te nombraron
- Y ¿con eso qué?
- Simplemente nombraron a un tipo con lentes gruesos.
- Vos sabés que era yo, fue por lo de la nota aquella.
- Pero si esa nota nunca la publicaron.
- Para mi fue el turco el que me señaló.
- ¿Por qué?
- Es pro milico, y esa nota le vino como anillo al dedo.
- Pero no se publicó.
- Pero la leyó.
- ¿Esas son todas las pruebas que tenés?
- En aquel entonces no necesitabas pruebas pibe, suficiente con figurar en una lista negra y saberte perseguido.

            Nos sentamos en el café. Sin entender por qué yo tenía que recibir todas sus justificaciones, le pregunté:

- Y a vos quién te perseguía ¿Credibono?
- No seas gil, no necesitabas ser Firmenich para que te chupen. Irnos, fue la única manera que encontramos para seguir luchando
-¿Cómo?
- Desde afuera organizamos la resistencia y te puedo asegurar que no fue nada fácil.
- ¿Organizaron qué?
- La resistencia, denunciábamos a los milicos, tratábamos de obtener el apoyo de los lideres europeos, organizábamos conferencias de prensa para revelar al mundo la existencia de los desaparecidos, hicimos festivales para recaudar fondos. ¿O vos te crees que éramos turistas?
- Yo no creo nada.
- Los milicos no se fueron solos. El sacrificio fue muy grande. Andar como parias en un lugar que no es tu tierra, en muchos casos no saber que fue de tus seres queridos y tus compañeros, y no te digo nada de las veces que nos faltaba la guita. Pero le pusimos el pecho a todo, sabíamos que éramos el reaseguro, para que el mundo sepa lo que pasaba aquí.
-Tengo el honor de estar sentado con el héroe Antunez.
-No me cargués.
- No, si lo siento de verdad. Mientras vos te inmolabas tomando vino francés barato junto al Sena, por nosotros, aquí nos rascábamos las bolas.
- ¿¡Qué querés decir!?
- Nada, te quiero decir que nos acostumbramos a no decir nada, salvo eso de que las paredes oyen. Mientras vos en un festival en Italia, gritabas a los cuatro vientos y por un micrófono, que la tortura y los desaparecidos existen, nosotros callábamos, sabiendo en las tripas que los desaparecidos ya no existían y que residíamos en el borde de un agujero, adelgazando con el régimen del silencio. Es el reflujo de masas que le dicen, Antunez. Fue tanto el miedo, que compré unos auriculares, en aquel entonces me costaron medio sueldo, para poder escuchar encerrado un disco, que guardaba en un berretín, de Viglietti o la negra Sosa.

            Antunez  miró mis ojos, y yo sus manos, jugueteando nerviosas con el pinche de la adición. Tratando de desmoronar la sorpresa y la tensión consecuente habló reflexionando.

-Bueno, pero después de todo, a vos no te vino tan mal que me raje, te quedaste con mi puesto
- imagino tu desazón europea, extrañando a la compañera que dejaste embarazada, al bife de chorizo y al mate bien amargo
- no me jodas. (Se levantó, y ofendido, Antunez desapareció sin pagar el café)


domingo, 18 de octubre de 2015

Manual Practico del discurso

El siguiente texto, pertenece a la sección Mar del Plata   
escrito por Eduardo Wolfson

Intendente en campaña


Declaraciones a la prensa.
            
     Se debe estar prevenido. Hoy, los periodistas se aparecen y se multiplican en un instante. No se sabe de dónde, pero en menos que canta un gallo caen sobre usted grabadores, micrófonos y cámaras. Estos pro-hombres de la comunicación, no muestran respeto, ni siquiera  para que su excelencia elija su perfil más agraciado.

Evite siempre:
            1) Que sus guardaespaldas, usen a la vista de todos la cruz svástica como 
                 amuleto de la suerte. Si estuviesen tatuadas, compre en la mercería pitucones 
                 de cuerina y aplíqueselos con la plancha sobre los tatuajes.
            2) Vestir uniforme de boy scout para levantar el brazo y gritar
                 “Siempre listo”.        
            3) Decir que no tiene nada que declarar: Inmediatamente será tomado por inútil.

Como obrar:
            1) Sonreír a todos
            2) Vestir un traje de alpaca inglesa de corte moderno
            3) Dejar que pregunten todos a la vez sin interrumpir
            4) Terminadas las preguntas, comience a hablar sin precisiones, 
                 utilizando términos generales y contenedores, nombrando a la 
                 pobreza que deja el oficialismo, pero sin dramatizar ninguna cuestión.

Ejemplo
            <Toda mi vida, he posado mis manos en las criaturas más necesitadas. Debemos entre todos, coser el hilván de esta sociedad fragmentada, heroica, rota y trágica, que nos conmueve, cuando vemos la entereza que posee para soportar la democracia>.

            En la conferencia de prensa, mi querido futuro Intendente, no faltará un periodista desfachatado que lo interrumpa. El impertinente agitando a las masas, seguro, querrá conocer su pensamiento sobre la seguridad, las cloacas, el costo para los usuarios de transporte y  los abusos sexuales.
            Por favor, en este punto, la concentración es indispensable:
1) no se haga el desentendido
2) no transforme sus rasgos como si hubiese visto al mismo demonio
3) no se persigne
4) sonría mostrando su hermosa dentadura blanca y completa.
5) conteste de un modo elíptico


La réplica, tendrá que dársela de la siguiente forma:
1) debe fruncir su frente
2) que todo su gesto indique el advenimiento de una reflexión profunda.
3) luego delinea un rictus de calma y por fin, se pronuncia:

            < La adversidad que nos ha golpeado estos años, acompañada por la falta de obras, ha actuado de dos formas en la comunidad. Una parte vio  fortalecido su espíritu e iluminado su mirada, y otra, se ha desviado, siendo cómplice de la ponzoña inmigrante que ha invadido la ciudad, porque sus fronteras son un colador. En estas circunstancias mi gobierno será inflexible, la ciudadanía responsable tendrá que armarse, pedir el pasaporte a su vecino y no cometer abuso sexual si dicho vecino es blanco. Para la adquisición de armas daremos créditos blandos para reactivar la economía. Habrá empleo y un emisario submarino que no estará de adorno. Espero haber contestado satisfactoriamente su pregunta>
             El discurso no solo se dice, sino que se actúa:
1) Tenga en cuenta siempre que lo máximo, es atender en Buenos Aires.
2) Usted se colocará en el centro del escenario.
3) Un haz de luz azul, venido de las alturas abrigará su figura.
4) Su visión no reconocerá obstáculos, su única conexión parecerá que lo es con el infinito.
5) Debe inflar la cavidad torácica, abrir armónicamente los labios.
6) Pronunciará primero solo sonidos que convertirá en falsetes, y en este estado de concentración irradiará su primera palabra, cualquiera del “gran camelote”.
           
            Seguramente, el periodista, insistirá en temas como el abuso sexual, ya que está comprobado que el mismo mide buena audiencia. Párelo en seco y diga:
<La nuestra es una historia real, en la cual se conjuga lo emblemático como fruto de un desgarro muy doloroso, pero que también muestra la desidia, la negligencia y la falta absoluta de protección a la que estamos expuestos los ciudadanos inocentes de este país>.



sábado, 10 de octubre de 2015

Todavía no hemos cosechado el derecho a comenzar

Aquí comienza este mejunje
que es simplemente el mundo en que vos y yo vivimos.
Aquí comienza.
Y hasta aquí llega mi esperanza o la tuya,
o la de aquel pibe que da sus primeros pasos,
en esto conmensurable, quizá el bien más escaso,
que llamamos vida.
Pero recién inauguramos este mejunje,
nos queda todo el tiempo para atravesarlo hasta
el mismísimo final.
Sabremos de la despedida, te lo aseguro.
Nuestra cuidadora dejará su sombra en la puerta entreabierta.
Nos mirará con sus ojos negros respetando ladistancia.
Sabemos lo que está esperando, sembrándonos de dudas.
Aquí se entabla este mejunje, el mundo en que vos y yo vivimos.
¿Quedará tiempo para hacernos preguntas?
Escucharemos el golpeteo seco de la puerta cerrándose
La puerta quedará definitivamente cerrada cuando ella se retire.
¿Luego luchará la memoria contra el intruso olvido?
Aquí se origina este mejunje
Será un escenario sin árbitro ni relatores.
Se desdibujarán los rostros, y de inmediato sus nombres.
Estarán presentes los ojos de la piba sonriente, anunciando una lágrima

derramada en nuestro rostro.
Sentiremos un viento, un último viento frío.
Pero ¿cómo puede ser? Si puerta y ventana están cerradas.
Parece que cuento el final de este mejunje, pero no quiero.
Todavía no hemos conquistado el derecho a comenzar.
Todavía no hemos asaltado el derecho a comenzar.
Todavía no hemos derrotado el derecho a comenzar.
Recién aquí despunta este mejunje
La luz se convierte en tiniebla y la tiniebla en oscuridad.
Aquellos ojos de la piba sonriente ya no están
Aquí arranca este mejunje, ¡grito!
Como un tornado que todo lo da vuelta,
la oscuridad pasa a ser nuevamente tiniebla, y ésta luz, resplandece.
Todavía no hemos sujetado el derecho a comenzar.
Aquí recién ataca este mejunje, y
todavía no hemos alcanzado el derecho a comenzar.

                                Eduardo Wolfson







lunes, 5 de octubre de 2015

Manual Práctico del discurso

El siguiente texto pertenece a la Sección Mar del Plata  

Marketing para un
 Futuro INTENDENTE en campaña


            
            Se acabó el bajo perfil mi estimado candidato, estamos en campaña. Salga a la calle como un ciudadano más, sabiendo que lo rodearan periodistas, movileros y muchos lameculos, los que alabarán para la opinión pública "la actitud altamente democrática del hombre político que no teme mezclarse cotidianamente con el llano".
            Una vez asediado se detiene, arruga el entrecejo para luego distenderlo y con una voz íntima, casi confidente, se refiere a la pobreza, destacando la proeza cotidiana de quiénes tienen el destino de habitarla. Usted es un animal político al fin, no necesita ninguna indicación, toma en sus brazos a un chico asustado por tanto alboroto, avanza unos metros seguido por la purretada. Cuando alcanza a ponerse frente a la cámara de la televisión y visualiza la toma de un primer plano, con su pañuelo seca los mocos de la criatura y besa sus lágrimas aunque sienta asco. Ni bien deje de ser el centro de los camarógrafos, no olvide de deshacerse del chico, tirar el pañuelo en la primera fogata de la villa, y dejar a la purretada en manos del flautista de Hammelin. Cerca suyo, seguro que han quedado adultos que votan, hasta aquí todo el mensaje gestual fue para ellos, pero ahora, debajo de la lluvia finita que atraviesa los agujeros de sus paraguas, quieren oír las palabras del macho, que en poco tiempo más realizará el milagro de conducirlos. Comience marcial   
-Nuestra historia nos enseña muy bien que los ejércitos de la patria se formaron con héroes. No fueron otra cosa, aquellos generales de la civilización, los Rivas, los Paunero, los Elías, los Rauch, los Conessa, los Mitre, los Escalada, los Baigorria y tantos otros como nuestro benemérito fundador civil.
Con pocos apellidos en su voz de mando, usted baja línea. Para rematar, continúe – Ellos nos liberaron de la barbarie, me refiero a los coliqueo, los Pincén, los Catriel, los Namuncurá y sobre todo, el gran Cafulcurá.
Desgraciadamente atravesamos un momento democrático, así que deberá pulir un poco la idea. Ensaye una expresión tierna, aunque le duela, y empate
- Estoy nombrando a los que transformaron en combustible enérgico y arrollador, capaz de producir para el mundo una nación nueva, pujante y de iguales. Ahora acuérdese de la condición de pobres de esos morochos que votan, debe esperanzarlos. Por ejemplo:-Esta nación se templa en magnos sacrificios que nos señalan un futuro, en cuya hechura participan también ustedes, como dije al principio con su proeza cotidiana de transitar la pobreza.
 También introduzca un renglón para disculparse,(de nada), pero en el imaginario de los que escuchan se instalará la idea de su modestia.
 -Puede ser que en estos días, en los que brota el amor, las emociones y la solidaridad de nuestros corazones, podamos sin intención, cometer algunos errores menores en cuánto a los procedimientos burocráticos, pero no dudo un segundo, seguro de interpretar el sentimiento de nuestros vecinos, que esos errores se disculpan por carecer de existencia cuando la ejecutividad de los actos, permiten cristalizar el anhelo de la mayoría.


No deje el tema ahí, puede agregar algo que parezca más concreto
 - -    Yo sé que pude parecer anti democrático y por lo tanto egoísta y además, nunca faltará alguna mente afiebrada que vea en este hecho un acto de nepotismo y corrupción.
    Haga un paneo de sus oyentes y continúe exhibiéndose generoso, prometa planes de viviendas, generación de empleo, no diga nada sobre el muro. Nombre a los municipios vecinos como hermanos, no como delincuentes inmigrantes. No olvide de pedirles el voto cuando sus acompañantes repartan boletas, y si lo cree necesario, acaricie una cabecita más, Boris Karlof lo hacía.

De la oposición diga – han tirado nuestro pasado arrojando nuestros valores en el lodo.

                                                                                                     Eduardo Wolfson

domingo, 27 de septiembre de 2015

Pericia de la Policía cientifica


Nuevo fragmento de la novela inédita "Los comesandwich" de Eduardo Wolfson


El misterio de la cámara sin rollo

En el lanzamiento de la temporada turística en Punta del Este y su revista promocional, auxiliares de la justicia, cumpliendo con su rol de funcionarios públicos, denunciaron ante las autoridades de la cancillería, la presencia bastante extraña de una persona muy obesa, que lanzaba con su cámara flashes hirientes sobre la concurrencia,. Las autoridades de la casa impartieron la orden para que se secuestrara el elemento, se quite el rollo y se revelen las imágenes tomadas, indicando que se quemen en forma perentoria los negativos. Dos individuos, según la pericia, pertenecientes a la policía secreta Uruguaya, se acercaron con sumo disimulo hasta Eleuterio Sousa, el ostentoso fotógrafo, quién en esos momentos sonreía a un grupo integrado, que más tarde, la opinión pública conocería bajo la denominación de “Comesandwich”. Detrás de una columna, a Eleuterio, los desconocidos le requisaron la cámara, dejándole como garantía para su devolución, dos juegos de porta termos que ambos llevaban. La policía uruguaya llegó a la conclusión unánime que el elemento sustraído sin violencia al OPC, no contenía rollo fotográfico, y que por lo tanto no existían ni imágenes, ni negativos para investigar, y que más allá de la inesperada escena, era imposible colegir, que aquella investigación colisionara con delito.

La rápida conclusión de los pesquisantes de la banda oriental, provocó que se contamine primero, y se perdiera por completo la escena del crimen después. Según nuestra policía científica, bien pudo tratarse, que sus colegas del otro lado del charco, hayan sustraído el rollo, que muy bien podía contener la prueba de los mil hidroaviones nazis estacionados en la Laguna del Sauce, cercana a la villa balnearia de Punta del Este.    

domingo, 30 de agosto de 2015

HOMENAJE A PEX FRITO


Un explorador incesante de los subsuelos, dónde Mar del Plata guarda sus historias más sórdidas y milagrosas, ha pasado varios años discutiendo sus hallazgos para encontrar sentido a sus excavaciones, con integrantes de sociedades uterinas secretas, originadas en la ciudad,. Sus últimos retiros espirituales afianzados entre la sierra y la arena, le permitieron tomar contacto con seres extraños provenientes de los “Arroyos”, conocidos por los habitantes de las orillas, como “renacuajos”. Antes de ausentarse con la “logia del cucharín”, Pex Frito me confesó, que gracias a los “Arroyos”, encontró la desaparecida Cortada de tango marplatense, la que se halla custodiada por ángeles que se autollaman   Colgados de la cortada.
A la siguiente letra, que alguien se atreva a ponerle música.

En homenaje a nuestro hermano mayor, a nuestro Pex Frito, vaya lo que él nos narró.




si Astor te viera cortada de tango.
Si sos laberinto del propio Jorge Luis
Un Borges que sin aliento quiso cobijarse en tu chifle,
te sintió su hermana querida cortada.
.
Tango macho mancaste tu prosapia te envolviste en el dolor.
La milonga que es hembra, y por eso rea,
te hincó el tramontina, regó tu sangre fiera con su sangre fría,
en la cortada de Astor, en el laberinto del propio Jorge Luis.

Tan chiquita y cincelada,
de recorrido chanfleado,
jamás te vieron pretensiones de calle,
cortada de tango.

Que esta borrachera no pase,
que no venga la resaca
sin aliento en vos me oculto
y espero la mañana.

Herida solitaria entre dos avenidas
Tango macho y milonga rea
Bandoneones con lunas manosearon su amor.
En un bosque de espectros confusos recuerdos,
madrugada enmarañada como en el biógrafo tu drama.

2001, crisis, odisea del espacio,
Esperando su tiempo por Luro subió,
si kubrik te viera cortada de tango,

se escaparía de vos

Milonga que sos hembra,
 y por eso rea,
musa mistonga,
papusa muy cruel.

En la tercera docena sus ahorros dejó,
y por una puntita del corralito safó.
Desechado de la carambola,
trepado en el viento que viene del mar,
como si fuera Dios,
querida cortada para no odiar,
fue hacia vos.

Tango macho
La crencha engrasada.
Por tu arrabal salvaje
creía que eras hombre de Alem.

Tango y milonga pasión encendida,
rajaron de las luces del centro
para revolcar su pudor en tu asfalto
querida cortada del metejón.


Chiquita y repujada fuiste el nido
para lanzar a la vida pensamientos nuevos,
déjalos soñar que pueden,
con ese que les importa que da la libertad.

Tus dos entradas son dos salidas,
Pero como un sino de traiciones y amuros,
por ellas llegó el oscuro sin cotorro y sin catrera
disparando la tragedia.

Guardaste las lágrimas tiraste el armiño,
milonga hembra velaste tu noche triste
y al alba, en un rapto de furia, milonga rea
a tu tango amado le rebanaste la prenda gravitante
y dijiste adiós.

También como se te ocurre tango coraje,
tango macho irte al mazo
dejar a la muñeca brava
para perderte con el candombe de los negros

Azote del viento marino
Tango macho, milonga rea,
Y por qué no, candombe de los negros
Adonde iremos a parar si nos sacan la cortada.

                                                                      Eduardo Wolfson


viernes, 14 de agosto de 2015

Manual practico del discurso.


Reflexiones de un precandidato a Intendente





Una empleada municipal, desesperada, interrumpió mi paso, dejando en mis oídos un alarido: -¡Mi doctor, mi muy seguro próximo intendente!, es mi deber confesarle que ya no queda lugar para barrer debajo de la alfombra.
Su tono me provocó un instante de confusión, luego le pregunté -¿Por qué protesta tanto mi hija?, _sin dejarla responder contesté_ después de todo, la basura a cielo abierto inspiró el vuelo del moscardón.
Con frecuencia, pienso que sencillo nos resulta vivir de esta sociedad, pero que difícil, para los homus politicus es vivir en ella.
Si hay basura se quejan porque contamina, y si no hay basura, se quejan porque no consumimos... ¿Quién los entiende? La palabra basura me parece muy fuerte. Creo que es mucho más chic para un futuro intendente, referirse en términos de desperdicios, sobras o barreduras. ¿Por qué hablar de basurero, de quema o sumidero?, cuando muy bien podemos utilizar muladar, que es castellana y ya nadie la recuerda.
Hubo tiempos en los que la cultura se fabricaba en las cortes y en los monasterios. Más tarde, las ciudades fueron el centro, para convertirse en pantomima hacia los bordes. Hoy, en las metrópolis la cultura crece en los barrios. En cuanto a Mar del Plata, creo que hay mucha erosión marina. No cabe duda que la docencia ha impregnado mi vida, de ella viene mi voto de paciencia, de tolerancia, de observación, de enseñanza.
Esta es una vecindad extremadamente conformista, el abordaje de sus necesidades exige un alto voltaje de creación. En ciertos sitios se baila por un sueño, pero aquí hay que integrarlos a la revolución. Creo que una de las primeras medidas que impondré a mi gestión es "Si lo sabe cante." En estos años de despilfarro la gente se ha ido degradando,
y hablan morbosamente de sexo, suelen ser impotentes. Como le he dicho poéticamente a la empleada municipal, para terminar nuestra conversación intempestiva, -Los suspiros son viento y van al aire, las lágrimas son agua y van al mar, pero la basura que es despojo, sabes tú ¿adónde va...?.
Al ver a la muchacha enternecida, finalicé la arenga enfurecido -Pongamos en valor y en mercado a la basura.... ¡Mierda!
Me alejé especulando intelectualmente con el tema, ya sobre la plaza, mientras pasaba a mi lado un andrajo humano sostenido de un tetrabrik, tuve la convicción filosófica de que es de muy mala educación no aceptar la basura del prójimo. Sin embargo el paisaje se vuelve en contra de la moral y las buenas costumbres.

Yo pensé que el Arroyo que conduce mi anatomía, inundó a nuestra sociedad casi naturalmente. Por eso pregunto ¿Quién, a esta altura de los acontecimientos, no cuenta con un conocido, un familiar o un ser querido, que científicamente, experimente mi arrollamiento. Es más, ¿Quién de nosotros, blanco o negro, rico o pobre, religioso o agnóstico, peón o profesional, no se encuentra todavía, integrado a alguno de mis múltiples planes de sobre vivencia concentrada?
Debo prontamente ponerme de acuerdo con el emperador de los medios de comunicación local. Quiero que apoye en todo el ejido urbano y sus alrededores mi acción programática. Ya imagino la consigna impresa en grandes cartelones: “Robar cable es delito. Colgarse del cable es suicidio”.
Yo sé que puedo producir un Arroyo que sea un atropello, una avalancha. Con tanta Roca que hay en Mar del Plata, a mis musculosos seguidores, bien los podría bautizar como mis Pica Piedras, lo que justificaría que me una a Vilma para tenerla como escudo y que me defienda de posibles trapitos.
Pero siempre algún canto rodado hay en el camino, es la omnipotencia cultural de unos pocos, que en mi gestión terminará en la paz de los sepulcros. Soy un ser Humano, como cualquiera tengo contradicciones, por ejemplo, hasta el día de hoy me pregunto porque defiendo a los carapintadas y expulso a las murgas.

                        Soy heredero de aquella inquisición española, germen del renacimiento filosófico que fuera abortado. Una etapa larga, que los herejes señalaron  como oscurantismo de la humanidad. Calumnias del doble discurso, ese que niega que debe creerse en lo absurdo e irracional, y por otra parte, dice que la razón es solo auxiliar de la fe. A ellos, se asocian los que pretenden negar la intuición y el éxtasis, como herramienta para producir conocimiento. Son adherentes de estas cofradías, los que ahora me acusan de: enterrar memorias.  Y ¿si fuera así?, ¿Cuál sería el daño infringido? Las memorias, aún las mejores, como ya decía Allport en 1942 de la era cristiana, suelen tener demasiadas intenciones y pretensiones estéticas. Sostenía el autor, que son demasiado personales para ser representativas de un pueblo o una cultura. Concluimos, que las memorias solo están inspiradas por la vanidad. No nos interesan las memorias, y mucho menos las anónimas, ellas, bien enterradas están.
Ya no arreglo semáforos para dictaduras intermitentes, ahora puedo ser intendente gracias a elecciones. Por eso le pregunto a mi pueblo:    
                                ¡Marplatenses...!, ¿no huelen algo extraño?



                                                                                                    Eduardo Wolfson



domingo, 2 de agosto de 2015

Paga el sindicato


Otro cuento que te cuento...Por Eduardo Wolfson

 Dante habló atropellado -¡Hay que romper el sindicato!, lo ordenó Julio. Te viene fenómeno rubio. Te ahorras pasaje, estadía y morfi chitrulo, salimos para Bahía Blanca esta misma noche y alquilás. Paga el sindicato (me dijo).

            Llegué a las 20 a la pizzería de Mataderos. Dante terminaba una hesperidina con ingredientes. Se entretenía pelando manís.- ¿Qué vas a comer? (preguntó), -nada (dije). Pidió una pizza grande de anchoas, cuatro faina y dos semillones. -Comé rubio que paga el sindicato, la noche va a ser larga. La mezcla aterrizó en una acidez estomacal que me doblaba, en cambio Dante surgía de la ducha. Luego vino el uvasal y la caminata, las luces de mercurio cambiaron por esquinas con lamparita. Un zanjón intermediaba entre las veredas y el asfalto. El tufo desde el agua estancada, destrozó mi idea de acequias en Mendoza. Dante golpeó una puerta, señaló una camioneta estacionada. -Es del sindicato (dijo). Nos abrió una mujer bajita con aroma a tuco. -Hola Chola, ¿y Topo? (preguntó Dante). -En el fondo (Musitó Chola). Atravesamos la casa hasta el segundo patio, el tipo pelado con camiseta musculosa, tomaba vino de un papagayo sentado frente a una mesa redonda.   -Hola Topo (saludó Dante). Topo intentó contestar pero eructó. Me observó de arriba abajo. -¿Y éste? (preguntó Topo).- El rubio es un compañero universitario, nos va a acompañar, Julio ya sabe, (Dante lo tranquilizó). Un segundo eructo, y Topo llamó a la chola para que nos sirva comida. Quise rechazar, pero supuse que el matambre con ensalada rusa, bajaría con el vino carlón. Agradecí a Dios, sin creer demasiado en él, cuando Topo se levantó y seguido por su voto de silencio, le dio a Chola un chau cortito. Nosotros lo seguimos. A las diez de la noche abordamos la camioneta, yo en el medio, confraternizando entre mis piernas con  la palanca de cambios. Topo condujo por senderos desconocidos, y entró en una villa. Avanzó por calles estrechas limitadas por viviendas de maderas y latas. De golpe el paisaje se ensanchó en un baldío. La pobre luz me dejó ver dos arcos de fútbol. Se detuvo en un gran galpón, su existencia la adiviné por  una guirnalda de lamparitas y la estridencia de música chamamecera.  - Che Dante, andá a buscar al tanque (dijo Topo). -¿Me acompañás?, (me preguntó Dante). Sin responder salí de la camioneta y lo seguí. Un saludo al tipo de la puerta.  - Que tal compañero (dijo Dante). - Tiempo que no lo vemos por acá ¿qué anda precisando? (Interrogó el otro sin sacarme la vista de encima). - Es un compañero y estoy buscando al tanque (contestó Dante señalándome).  -Debe estar por el fondo. Si quieren comer algunos sánguches y cervezas arrímense a la barra, que paga el sindicato (dijo solidario y sonrió). El piso era de tierra, las parejas bailaban sobre un entramado de madera. Hacía calor, y yo respiraba mal. Las mujeres usaban las polleras cortonas. Blusas brillosas y calzados de tacos muy altos. Cruzamos el salón esquivando el gentío, descubriendo el denominador común de los aromas, perfumes muy dulces. Un gigante, roncaba con medio cuerpo sobre el estaño, aferrando una botella vacía de whisky. Dante le zamarreó su hombro, dándole espacio para que se desperece.- Che tanque, tenemos que ir a romper el sindicato de Bahía (dijo Dante). El hombre, abrió un ojo localizando el origen de la voz, y nos regaló un bostezo etílico. Dante, flaco esquelético, con una tos persistente de fumador, colocó el brazo izquierdo del coloso sobre sus hombros, y con su derecho abarcó una pequeña porción de su cintura voluminosa.  Yo cargué con la otra extremidad. El público nos abrió paso, uno que otro palmeaba a Tanque amistosamente. Topo colocó la camioneta de culata en la salida, y abrió las puertas traseras de la cúpula. Nos dio una mano, y desparramamos al fenómeno, boca abajo, sobre un colchón de goma pluma sin funda. Dante y yo empapados en sudor. -¡¡¡EsteTanque!!!, (dijo Topo resignado). Una vez más, la noche tragó al vehículo. Por momentos, Topo dejaba la tierra y avanzaba por alguna angosta cinta asfáltica. Nadie nos pasaba ni había transito en contra, solo las luces altas de la pick up chocaban con el horizonte oscuro. Dejó la ruta estrecha, e hizo unas cuadras por un callejón. Se detuvo bajo una luz mortecina. -Ya vengo (dijo Topo), y desapareció. Una brisa agitó la lámpara, y me pareció divisar un rancho. Aproveché su ausencia para informarme con Dante. ¿Por dónde andamos? / Creo que cerca de Ciudadela (dijo Dante) ¿Quién es Topo? / un compañero
telefónico/ pero ¿qué hace?/ lo que Julio le ordena / cuando decís que van a romper el sindicato, ¿a que te referís? / Bahía lo maneja una lista de la contra. En realidad, cuando el bigote ganó como secretario era un compañero, pero después se dio vuelta como una tortilla. A Julio la cosa le quedó entre ceja y ceja. Ahora vamos clandestinos a preparar otra lista opositora. Topo, que rompió medio Córdoba cuando el cordobazo, y Tanque, van por si la cosa se pone difícil./ Ciudadela es el oeste Dante /¿Y qué? / Que si queremos ir a Bahía tenemos que ir por la ruta 3, y eso es hacia el sur / tranquilízate rubio, seguro que Julio le dio a Topo algunas instrucciones que tiene que completar antes de salir a la ruta. Topo abrió las puertas traseras de la caja, sacudió las piernas de Tanque. -Córrete, córrete (gritó Topo). Tanque dio media vuelta sobre el colchón, la camioneta se bamboleó.- Mételo en el berretín (dijo Topo), y le alcanzó un paquete de forma irregular envuelto con una gamuza. -Son los fierros (dijo Dante). -Los compañeros pensaban que nos íbamos a quedar un rato (dijo Topo). Me colocó sobre las piernas un paquete. -Ábralo rubio, son sánguches  de miga. Se quedaron amargados los muchachos, querían darme bebida también, pero no podía consentirlo, (Volvió a hablar Topo).  De los sándwich no había quedado una sola miga cuando la camioneta entró en la estación de servicio. Amanecía,  Tanque se quedó roncando, nosotros a la cafetería. -Comé lo que quieras, paga el sindicato (me susurró Dante). Después de dos cafés dobles y ocho medialunas calientes que engulló Topo, continuamos viaje. Los últimos vericuetos, y por fin a las 8,30 subimos a la ruta 3, en Cañuelas. El sol se metió por la ventanilla de Topo y nos avivó a los tres. Avisados, compañeros telefónicos de Las Flores, nos esperaron con pan, manteca y mate. Dante exaltó las virtudes de Julio. Lo escuchaban con respeto, pero le salteaban el mate. Un viento  inesperado corrió entre aberturas, el sol se convirtió en píldora, nubes oscuras avanzaban. Topo, usó el desmejoramiento climático como excusa para la huída. Otra vez los tres en la cabina, y Tanque durmiendo en la caja. A pocos kilómetros de andar, el cielo otra vez celeste. El calor se incorporó como otro pasajero indeseable. Tanque, se despertó, abrió la ventana que comunicaba la cúpula con la cabina, me alcanzó una caja chica: -Rubio, pónelo al viejo” (dijo Tanque). Ausente el aroma de santidad, el ambiente se impregnó con una fragancia hedionda, que obligó a Dante y Topo, a bajar sus ventanillas, aceptando la molestia del viento. Leo con la vista, un mensaje manuscrito en el estuche: “Saludo del General Perón en el exilio, a los compañeros telefónicos”. -Dale Rubio, pónelo al viejo. (Otra vez la voz aguardentosa de Tanque)  Con curiosidad e impaciencia, introduje el casete en el grabador. -¡Más fuerte!, que aquí no se escucha nada (dijo Tanque). Lo hice, y la voz oprimida fue estentórea. -¡Viejo solo y peludo!, ¡Carajo! (Gritó Tanque). “Saludo a todos los compañeros telefónicos” (dijo Perón). ¡Compañeros!, más  respeto, cierren las ventanillas que aquí no se oye (conminó Tanque). El rodado cerrado fue asfixiante y fétido, pero no importaba, la voz del General era la mejor música para nuestros oídos: “Compañeros telefónicos, como en los viejos tiempos, quiero agradecer la lealtad, que a lo largo de estos años de exilio han mantenido inalterable, dando el mejor ejemplo de cordura y madurez política”. Topo estacionó en la banquina y potenció el grabador, Tanque me tomó de los hombros y se puso a llorar como un chico sobre mi espalda. “Es a los compañeros telefónicos que deseo llegar con mi palabra de aliento y encomio porque ellos representan al soldado del movimiento con que siempre he soñado” (continuó Perón). Tanque, emocionado, descargó un puñetazo al techo de la cúpula. -¡Viejo lindo y peludo! ( bramó), (y nos increpó) ¡Escucharon lo que dijo. Somos sus soldados, somos..! A Topo y Tanque no les cabía la alegría en el cuerpo, en cambio Dante habitaba un rostro tallado en piedra. Sus labios sostenían un pucho, custodiando una hilera de ceniza. Las frases de Perón continuaban con cierta letanía, que por momentos cortaba con su picaresca particular. Tanque aplaudía, haciendo chocar dos tacos de madera. -Haber, ya que aplaudís tanto, explícame que dice, (irrumpió Dante, con bronca). -¡Es el viejo! Dante, es el viejo. (Con resignación aclaró Tanque). Nuevamente en la ruta, nos invadió un silencio denso. -Rubio pónelo de vuelta (Tanque rompió el hielo). ¿A quién? (Pregunté). -Al viejo, ¿a quién va a ser eh? (contestó totalmente extrañado). Traté de buscar auxilio en Topo, pero tenía la vista fija en el camino. Miré a Dante, se encogió de hombros y prendió un cigarrillo. De atrás, me llegaba una vez más el imperativo -¡Rubio! Dale,  pónelo de vuelta. Una vez más, la voz del General se corporizó como principal del viaje. Salvo Tanque, ya ninguno festejó las ocurrencias del discurso, ni siquiera cuando confirmaba que aquellas palabras las dirigía únicamente a los compañeros telefónicos. Por el espejo retrovisor, observé el
rostro de Tanque enmarcado por la ventanita. Su lengua humedecía los labios, los ojos eran medios huevos duros coronados en pupilas, semejantes a aceitunas negras. “un mandato interior de mi conciencia me impulsa a tomar la decisión de volver”. Cada vez que el viejo repitió la frase, Tanque guardó la lengua y expulsó un gemido. Luego echaba un párrafo empastado: -vuelve, vieron, vuelve. Yo siempre lo supe, el viejo no nos puede fallar. -Claro que no (tranquilizó Topo). Pasado el mediodía, la cabina era un horno de panadería. Entramos a Tres Arroyos, sudando sobre el respaldo. Atrás, Tanque en calzoncillos, tirado sobre la espuma de goma, escuchaba por enésima vez el discurso de Perón con un grabador en la oreja. En el baño del automóvil club derrochamos agua fría sobre nuestras cabezas, y nos peinamos con los dientes de una hebilla de mujer descubierta en la guantera. Dante y yo nos pusimos las camisas, abandonadas cuando el sol abrazó la cabina, eran un par de fuelles malolientes que tapizamos con desodorante en aerosol. Topo estrenó una musculosa, la usó sin quitarle la etiqueta. Tanque se introdujo en sus levis,  para disimular su abdomen dejó afuera una camisa que fue blanca en la madrugada.  Aseados, nos presentamos en la central telefónica de Tres Arroyos. Topo se abrazó efusivamente con un pelirrojo. Una verruga en la mejilla izquierda competía trágicamente con el tamaño de su nariz. Dante y Tanque también lo abrazaron. -El compañero rubio, es universitario y nos acompaña a Bahía (dijo Topo señalándome). -Soy Osvaldo, pero puede llámame Bulto compañero, como me apodan todos. (Dijo pinzando mis hombros). - Julio dijo que vengas con nosotros a romper Bahía (le advirtió Topo). Con todo gusto, pero antes vamos a almorzar (dijo Bulto). La cantina “París” estaba fresca. El local enorme, aireado por ventiladores de techo. El mozo se acercó como para echarnos. No quedaba mesa vacía, y era tarde para la cocina. Cuando vio a Bulto cambió su actitud: -¿cuántos van a ser? (preguntó). -Por ahora somos cinco, pero resérvanos un lugar que podamos agregar mesas, que seguro van a caer otros compañeros y compañeras (dijo Bulto). -no te preocupes rubio, total paga el sindicato (dijo Dante de mejor humor). Ocupamos el salón trasero, y sirvieron una frugal picada (sopresata, aceitunas y pan), cosa de hacer una paresita hasta que llegaran todos y estuviera listo el primer plato. Fuimos dieciséis. Cuatro eran mujeres. -Compañeras telefónicas (dijo Topo presentándomelas). Sirvieron morrones asados, milanesas a la napolitana, papas fritas, mayonesas de ave, pollos al ajillo. Se abrieron varios borgoñas de Bianchi, y desparramaron varias cocas de litro. Luego se quemaron tortillas al ron, que acompañaron helados en bochas y macedonias con crema chantilly. Tanque, disgustado llamó al mozo:- Tráeme un flan mixto ¿querés? y para que no hagas dos viajes, acompáñalo con un Martín Fierro. Las mujeres reían sin prestarles atención a los hombres. Topo reprendió a Bulto: -Te avisé que era un viaje encubierto, ¿y me ponés a estas chirusas en el almuerzo? -Son buenas chicas, del palo (contestó Bulto). -Son mujeres, (dijo Topo con desgano). Tomamos café, menos Tanque que bajó un té de boldo. La despedida fue corta, el sol quemaba y el asfalto era un freidor. Lo último que oí de un tresarroyense fue: “Si quieren viajar con la fresca, les consigo un cuartito”.- No podemos, nos esperan los muchachos en el Racing de Bahía (contestó Topo). Tanque y bulto atrás, resignados a tolerarse en un baño turco. Dante, colgó un trapo oscuro en su ventanilla para ganarle al solazo del oeste. Topo sudaba efluvios de ajo, sus ojos parpadeaban sobre el volante. Otra vez la voz del viejo, Tanque se la hacía escuchar a Bulto: “el movimiento peronista jamás ha sido ni excluyente ni sectario… Ahora, dentro de la acción política vemos mucha gente que proviene de otros sectores políticos que pueden ser del comunismo o pueden ser del conservadorismo. Porque de todo hay en la huerta del señor”. -¡El viejo se las sabe todas papá! (gritó Tanque). Topo frenó en la banquina cerca de un arbolito famélico. Abandonó la cabina sacudiéndose las orejas. Abrió las puertas de la cúpula, tiró para sí la colchoneta, haciendo rodar los cuerpos de Tanque y Bulto. Colocó la goma pluma debajo del arbolito, y se echó. Durmió profundamente. El abdomen de Topo se inflaba y desinflaba armoniosamente, su boca inhalaba y exhalaba ronquidos de diverso tono. Duerme como un angelito (dijo Dante). La brisa traía fuego, no había refugio en medio del campo. -Que lástima que no tenemos un huevo, sino me lo haría frito (dijo Tanque agachándose y tocando el asfalto). Bulto se quedó parado cerca de Topo  custodiando su sueño. Dante y yo nos apoyamos en una alambrada, que nos separaba de un campo plagado de vacas horribles. -Deben estar experimentando con cebú, y si los dejamos, estos oligarcas van a terminar por darnos de comer mierda y grasa (dijo Dante) Por fin Topo abrió los ojos, sobre la colchoneta ejecutó dos saltos abriendo y cerrando brazos y piernas. Otra vez la ruta, última etapa, una coca de litro entibiaba nuestras gargantas. Nos recibieron las calles desiertas de Bahía, el viento caliente arrastraba piquillines. Nos detuvimos frente a una casa vieja, un escudo despintado indicaba la sede del club Racing. Topo golpeó la aldaba. Un muchacho nos guió por pasillos, usaba camisa y pantalón de trabajo verde oliva, calzaba lustrosos borceguíes negros, y una barba frondosa cubría su rostro. En el patio cubierto me sorprendió la puesta, una imagen bufona de la última cena. Entre una mesa larga, armada con caballetes y tablones, y un muro de vidrios pintados con hechos religiosos, una fila de trece hombres sentados, nos observaba. Con gran esfuerzo vino a nuestro encuentro un obeso mórbido. Se secaba con una servilleta el cuello y las mejillas empapadas en sudor. A Topo, lo ví desaparecer en su abrazo. Un gran aplauso de los locales selló los saludos efusivos y variados como palmadas, cachetadas, caricias, y gestos de alegría. Este empalme termina con los vivas (dijo Dante con sorna). Así fue, rodeando la mesa, tomados por los hombros, comenzamos con el “Viva los compañeros telefónicos”, “Viva Perón carajo” y “Viva Julio”. Después de la ceremonia la mesa se llenó de cervezas, pan, platos repletos con porciones de lechón frío, liebre en escabeche, aceitunas negras y unos simpáticos pepinitos en vinagre. -El rubio es un compañero universitario que en marzo se va instalar en la universidad del sur para militar como contacto de los compañeros telefónicos (anunció Dante). Me sentí blanco de todas las miradas. -Yo soy Aníbal Cualquier cosa que el compañero disponga, la juventud telefónica de Bahía a sus órdenes (dijo el Fidel Castro que nos recibió). No tuve tiempo para agradecer. -Nosotros en la universidad no conocemos a nadie, es como si estuvieran en la CGT de Azopardo (dijo el obeso, alcanzándome un plato con pepinitos)
-El rubio es hombre de Julio, y si lo manda él, sus razones tendrá (Dijo Dante confrontativo). Romualdo, que así se llamaba el sudoroso presidente de la lista nueva de apoyo a Julio) no contestó, el plato temblaba en su mano, la servilleta atravesaba el bretel de su musculosa. Agachó la cabeza, de aquella masa amorfa, surgió la imagen de un chico reprendido por una travesura. -Estoy seguro que el compañero rubio, va a estar de acuerdo con los que les voy a leer. (Aníbal intervino en la incomodidad a mi favor). Los locales no lo escudriñaron con satisfacción, y mis compañeros de viaje compartieron una mirada de asombro y a la vez, resignación. “El obrero no quiere la solución por arriba, porque hace doce años la sufre y no sirve. El trabajador quiere el sindicalismo integral, que se proyecta hacia el control del poder, que asegura en función de tal el bienestar del pueblo todo. Lo otro es el sindicalismo amarillo, imperialista, que quiere que nos ocupemos solamente de los convenios y las colonias de vacaciones.” Aníbal leyó con énfasis. Sostenía sus palabras señalando con su dedo índice a  cada uno de los comensales locales. La marcialidad de lo dicho, abrió vorazmente el apetito del auditórium. Todos se lanzaron sobre los platos con cuchillo y escarbadientes. Bulto y Tanque, competían por una última rodaja de sopresatta. -Lo que acabo de leer lo firmó el compañero Julio entre otros, en un documento del 1 de mayo del 68 en la CGT de los argentinos (me dijo Aníbal al oído).
Botellas y platos quedaron vacíos, Topo indicó la partida hacia el hotel. Romualdo anunció que nos pasaba a buscar para encaminarnos a la cena. Compartí una habitación con Dante, mientras que topo, tanque y bulto ocuparon una gran sala con un juego doble de camas de dos plazas. Yo había terminado de bañarme, y cuando Dante hacía lo mismo, Topo golpeó. Abrí, y choqué con su mirada cansada. -Rubio, usted que está listo, porque no va a distraerlos un poco en el bar a los compañeros de Bahía, hasta que nosotros terminemos de arreglarnos (dijo Topo). Asentí, con un pulóver sobre mis hombros avancé por el pasillo. En la ventana, Romualdo, acomodado con su amorfa anatomía. En contraste con su tamaño, la silla, era un juguete. Una de sus manos atrapaba un sándwich de pan francés, la otra, mantenía un tanque de cerveza cerca de sus labios. Al verme, batió sus ojos para que me acerque:- Rubio, cómase un sanguche de crudo. El hotel es malo, pero el jamón es de locura (dijo Romualdo).  En sus mejillas brotaban aureolas coloradas. No entendía como aquel hombre, que había devorado una picada brutal hace media hora, podía seguir engullendo con placer. -Rubio, acompáñeme con un crudo, mire que vamos a cenar tarde. Usted sabe como son estas cosas, entre pitos y flautas, hasta que nos juntemos todos, van a pasar como dos horas y es bueno hacer una paresita que paga el sindicato (dijo Romualdo). Rechacé el ofrecimiento. Aníbal, bajó de una Harley Davison, había cambiado su fajina cubana. Llevaba un Jean azul gastado, una camisa blanca, el cuello cerrado con un corbatín tejano. Peinado para atrás sin raya. Me palmeó el hombro efusivamente. -¿Cómo el compañero de la universidad está sin bebida y sin comida sobre la mesa? (dijo Aníbal). Romualdo se apresuró a tragar un pedazo de jamón. -Le ofrecí pero no quiso (contestó Romualdo sumisamente). Cayetano, serví dos lisos de cerveza y unas fetas de jamón crudo grueso, así el compañero rubio sabe donde está el mejor jamón (le ordenó al cantinero Aníbal). No se preocupe y disfrute compañero,¡ Que paga el sindicato! (dijo Aníbal). Sostuve mi mejor sonrisa, mi estómago exigía vacaciones. Llegó Dante en mi auxilio, sin preguntar nada, tomó la cerveza que me estaba destinada, y la bebió en dos tragos largos.- Reservé en el sindicato de empleados de comercio, tienen el mejor restauran de Bahía (amenizó Romualdo). Topo y sus laderos forcejearon en el marco de la puerta, consiguiendo ingresar al bar simultáneamente. Todos volvimos a probar unas fetas de jamón crudo: -Pero sin pan porque engorda (dijo Topo mostrando un humor que no le conocía). Anibal en su motocicleta fue guía y escolta. En Empleados de Comercio, la camioneta quedó custodiada por dos compañeros telefónicos. Los comensales en una mesa con forma de herradura aplaudieron nuestra entrada vivando al compañero Julio. Una hilera de mozos desfilando, nos ofreció copas de champán. Hubo cantos, y una sombra se agigantó en la mesa: -Quiero agradecer en  mi nombre, y en el de todos mis compañeros, desde este suelo casi patagónico, la presencia de los compañeros del sindicato capital, que en nombre del compañero Julio, convalidan con ella su apoyo a la gestión combativa de nuestra formula (Dijo Romualdo) Le faltó aire y se desplomó sobre su silla. A grito pelado pedían que Topo hablara. Fue Dante el que habló, alegando una inesperada afonía de Topo. -El compañero Julio les envía un gran abrazo, y me pidió que no me olvidara de transmitirles que siempre lleva a los compañeros bahienses en su corazón. (Recargó Dante). Luego se descorcharon los vinos y se sirvieron los primeros platos. Bulto quiso continuar con los discursos. El gesto de Topo le bajó la demanda. -Acábala con la chamuyeta, o no te das cuenta que estamos clandestinos, y estos boludos con tanta alharaca nos mandan al muere (dijo Dante hablando por Topo). El decurso de la comida siguió su detrito, hasta que el té de boldo señaló el final. Pensé en el reposo, era la una. En el bar del hotel, Tanque me preguntó si sabía manejar, medio dormido, respondí que sí. -Entonces le pido la llave de la camioneta a Topo y nos vamos para güite (dijo Tanque). Resignados, Dante y yo al volante, paseamos a Tanque.  las luces altas penetraron La bruma, entre las gotitas depositadas en el parabrisas, divisé edificios destartalados, revestidos de chapas oxidadas. Era un mundo en agonía esperando sin resistencia la muerte. Solo un caminante solitario, encorvado hacia al mar. -Es esta, acá me dijeron que hay mercadería fresca” (dijo Tanque). Frené frente a unas lamparitas rojas. No lo acompañamos, Tanque engalanado por un áurea rosada,  desapareció en el pasillo. Dante y yo nos dormimos en nuestro sitio. Cuando amaneció, una mujer envolviendo su desnudez en un tapado raído, golpeó con fuerza la ventanilla. Otras dos pupilas, casi sin abrigo, mantenían a Tanque contra una pared. -Háganse cargo que las chicas se me pescan una neumonía. (Gritó la del tapado). En aquel pase de manos Tanque era un flan difunto. Lo tiramos sobre el colchón de la camioneta. Apenas unas cuadras, y escuchamos su voz: -Rubio ponémelo al viejo. Boludos ¿por qué no vinieron? si pagaba el sindicato.  Vimos a Topo en la mesa del bar del hotel. Pidió medialunas y café doble para todos. Obligó a Tanque a tomar el café amargo. -despéjense que salimos para Monte Hermoso (ordenó Topo) -El rubio se queda, tiene que buscar la pieza (acotó Dante). En el hotel dejé una carta de despedida para mis cuatro compañeros y volví. Pasaron dos décadas, encontré a Dante en Escalada y Alberdi. Nos abrazamos, Me invita a comer –Paga el sindicato (Me dice).