¿Dónde se traza la línea?
Ni en el capitalismo, ni en
las mujeres se puede confiar doctor, es así. Claro que eso lo pienso ahora,
después de haber reflexionando todos estos años en solitario. Nos hemos criado
en el capitalismo señor. ¿Esas?: son una parte ínfima de mis listas de
prioridades. Así es doctor, yo creía que en el capitalismo se podía vivir bien
si uno planificaba. Ahí tiene la prueba. Reconozco que siempre fui muy devoto
de la planificación. Desde chico tuve la manía de hacer listas de prioridades
para ir cumplimentándolas paso a paso. En el capitalismo es necesario tener
metas ¿no le parece?, y yo las tuve. Nunca fueron desmedidas, lo admito, aunque
parezca una contradicción con el mismo concepto positivista del capitalismo.
Claro, sí, voy a tratar de explicarle sin tanta abstracción. Por ejemplo: una
de mis metas fue llegar a ser un empleado jerárquico de una gran empresa. Sí doctor,
escuchó bien, empleado, no accionista. Como el capitalismo y la religión nos
posibilitan el libre albedrío, hice uso de él, y reflexioné mucho sobre mi
futuro, y a medida que este se acercaba diluyendo al presente, yo corregía
pequeños desfasajes, acción necesaria para impedir desvíos. Si, ya sé, todo lo
que digo le sigue pareciendo muy teórico, pero comprenda por favor que no puedo
bajar a tierra, si antes no encuadro el contexto. Como le decía: lo del empleo
jerárquico fue en mi juventud, la última etapa para alcanzar en mi
planificación. Disponer de un buen sueldo, viáticos, gastos de representación y
la protección que da toda relación de dependencia, me resultaba mucho más
atractivo que ser un accionista, que está mucho más libre, pero por ello, más
acuciado por las contingencias. Esta meta la concebí en mi adolescencia, y los
fines de semana, en lugar de ir al futbol o a bailar, como otros de mi edad, me
quedaba en mi cuarto confeccionando mi lista de prioridades. ¿Le interesa como lo hacía? Bueno, primero
diseñaba un boceto y dibujaba en la cúspide la meta, en este caso, el empleo
jerárquico. A partir de allí, como si se tratara de ríos en un mapa, bajaba
líneas que simbolizaban, cada una, lo que debía obtener. Claro, usted es un
intelectual, se da cuenta que no se trata de un camino lineal, ya que todo
proyecto en el capitalismo, a lo largo de su recorrido encuentra fracturas que
indican nuevas direcciones, y que muchas veces nos alejan definitivamente de la
meta. Por eso, para no trastabillar, como le dije antes, me ví obligado en
diversas circunstancias a realizar correcciones, para que no altere, lo
sorpresivo, el fin buscado. Sí, voy a ejemplificarlo: supóngase que por un río
baja el subtema estudio, y por otro, desciende el amor. Las preguntas son
entonces: ¿Podemos avanzar sobre ambos al mismo tiempo sin perder eficiencia?
En caso de ser negativa la respuesta, debemos preguntarnos cual río abandonar
en primera instancia, el del estudio o el del amor. Una vez asentada la
decisión, tendremos la primera prioridad a cumplir, ¿me entiende? Tiene que ver con el tema que nos ocupa, si doctor,
todo lo sucedido se basa en lo que digo. A mis 15 años, yo tenía estas dos
alternativas que describí. Recuerdo que tomé una semana sabática en el mes de
marzo. La utilicé para elegir mi carrera universitaria, esta reflexión la
desarrollé entre un lunes y un viernes. El sábado fui a bailar con el fin de
enfocar a la mujer que sería mi compañera de toda la vida. En el río del
estudio, el domingo escribí contador nacional, y en el río del amor coloqué a
Margarita, el resto de la jornada descansé. Decidí en aquel momento que la
acción de estudiar y la que conducía al matrimonio eran paralelas, no se
encontraban reñidas entre sí, y se podía avanzar en ambas vías al unísono. Pero
señor tenía 15 años. Yo sostenía que el capitalismo contenía y superaba
cualquier principio. No era así, esa adolescencia fogosa conspiraba, y en gran
forma, en contra de alcanzar lúcidamente mi meta. La imagen de Margarita, la
contemplación de sus senos y curvas no me permitían concentrarme en el
aprendizaje de la carrera elegida. Se imponía entonces doctor, la primera
corrección. En el río del amor, dibujé primero un compás de espera, pero con
ello no conseguía menguar la erección que se reflejaba en toda su dimensión en
el espejo de mi cuarto. Así que decidí contarle a Margarita lo que me sucedía.
Sí, con todos los detalles, mostrándole mis listas y el camino lógico de mis
prioridades. Al principio, ella reía, pensaba que todo se trataba de una broma.
Tuve que insistir muchas veces y solicitar su atención para convencerla sobre
la seriedad de mi pensamiento. Una vez que Margarita entró en sintonía,
revelándose totalmente improvisada y pragmática, me dijo que ella no tenía
problema en aliviar mis tensiones sexuales hasta que termine mi carrera y
agregó: “Después nos casamos”. Tengo tan presente aquel momento señor. Comencé
a sudar profusamente, al mismo tiempo que escalofríos intensos me apachurraban.
Margarita notó mi turbación, así que se ausentó a la cocina para prepararme un
té, instante que aproveche para huir, no sin antes apilar las 500 hojas oficio
desparramadas sobre la mesa, conteniendo las listas de prioridades que traje
para la explicación. Pero ¿cómo no se da cuenta doctor? Usted también habita el
capitalismo. La conmoción sobrevino, porque tomé conciencia de la confección
incompleta de mis listas, lo que conspiraba contra mis propios intereses. Una
vez en casa y en mi cuarto, fui serenándome. Aquel ofrecimiento inesperado de
Margarita y su pedido de recompensa final, me instaban a incorporarla como
socia, no solo para compartir los beneficios de mi meta más próxima, la del
empleo jerárquico, sino también que me obligaba a involucrarla en los diversos
ríos que me impondrían el alcance de otras metas. Luego de borronear unos
cuántos papeles, llamé a Margarita, y terminamos reuniéndonos en un bar neutral
equidistante de nuestros domicilios respectivos. En ese sitio sellamos nuestra
sociedad de hecho. Le sugerí imperativamente que confeccionara en primer
término, mientras yo estudiaba, listas precisas, por orden de acción, tomando
al noviazgo como submeta, y al matrimonio como meta. Cuando me entregó las
primeras listas, comprobé que Margarita era una cabeza hueca. En la etapa del
noviazgo por ejemplo, ignoraba olímpicamente la ceremonia del compromiso, y las
derivaciones mínimas que hacían al todo del ítem, como ser la adquisición de la
alianza, tipo de fiesta etc., y sobretodo, la ponderación de cada subgrupo con
respecto al ítem principal. Usted se da cuenta, que con tal grado de
ineficiencia en la recolección de datos, se vuelve imposible la planificación acertada.
Ah, ¿no me comprende?, trataré de ser más explicito. En el ítem relaciones
sexuales en la submeta noviazgo, Margarita colocaba 2 semanales, también
indicaba los días: martes y sábado, pero no abrió ninguna columna que incluya,
que contemple los tipos de protección. Recuerdo que en la etapa de matrimonio,
Margarita cometió un error que me enfureció. En el subgrupo de posesiones
colocó primero la adquisición del hijo, y mucho más tarde la del lavarropas, lo
que resulta a todas luces irracional. Así que tuve que redoblar esfuerzos para
evitar que los rumbos trazados no se
tuerzan, hasta transformarlos en incompatibles. Por su cara, veo que le cuesta
entenderme Doctor. Escuche por favor. El poseer un hijo antes que el
lavarropas, conspira contra el ahorro familiar, ya que la fuerza de trabajo sin
especializar, ocupará un tramo significativamente mayor que la calificada.
Hablo de una mayor proporción de fuerza de trabajo en vivo, que de fuerza de
trabajo incorporada, lo que nos conduce a la descapitalización, comparativa con
grupos familiares más avanzados, constituyendo un nivel mínimo en la
calificación del trabajo socialmente necesario. De ningún modo, es mi intención
dilatar la explicación, y para demostrárselo, a partir de ahora descenderé un
escalón en el nivel teórico, acercándome a la praxis. Al capitalismo, yo lo
adoraba, por eso digo con dolor, que no se puede confiar en él. ¿Cómo no va a
tener que ver señor? Claro, comprendo, usted debe ser de los que creen ese
verso que el capitalismo se caracteriza por la lucha de clases, entonces hacen
esas subdivisiones estúpidas de capitalismo puro, capitalismo salvaje,
capitalismo serio y anárquico. Pero en el llano señor está la gente. Voy a
tratar de resumir mis listas de prioridades con respecto a las listas
obtenidas, para que usted cuente con la evidencia posible del encuadre
histórico, su desarrollo, y el disparador que desencadena el hecho. Con
Margarita cumplimos los tres años rigurosos de novios que nos habíamos
impuesto. Como éramos jóvenes modernos,
manteníamos relaciones prematrimoniales según la lista conformada. Nos casamos
siendo yo contador y subgerente de una cooperativa de provisión e insumos,
concordando con lo dispuesto en la meta empleo jerárquico. Pagábamos un
departamento de 2 ambientes con un crédito indexado conocido como circular
1050. Con otros créditos, equipamos la vivienda de muebles y electrodomésticos
que figuraban en planilla y por orden de aparición. Si señor, luego del
lavarropas adquirimos al nene al contado, como tardaron nueve meses en
entregarlo, nos obsequiaron también una nena. Aceptamos los mellizos, a pesar
de que en la lista decía muy claro varón. La inflación de aquellos días fue un
incentivo que a nuestra creatividad, le entregó el capitalismo. Como se habrá
dado cuenta, yo soy afecto a leer estadísticas, y le diré que en ese periodo el
nivel de arterioesclerosis en la argentina disminuyó sensiblemente. Yo ya era
gerente, pero para poder llegar a fin de mes, un tío de Margarita me vendió en
cómodas cuotas una máquina para confeccionar trapos de piso los fines de
semana. Él se comprometía a comprarnos la producción, y de la misma, descontar
nuestro pago. Una firma extranjera de detergentes, nos invitó a Margarita y a
mí para distribuir sus excelentes productos de limpieza, matando dos pájaros de
un tiro: movilidad ascendente dentro de la firma según la productividad, y
acercamiento de amigos para inversión. Nos enorgullecía poder ayudarlos, cuando
se enfrenta una crisis. Le puedo asegurar que esto solo lo posibilita el
capitalismo. En esa firma llegué a ser director de segunda instancia. A cada
ascenso le correspondía un cambio de alfiler de corbata, que la empresa nos
obsequiaba conteniendo una piedra preciosa más grande. Como usted ve, para
cumplir las metas, tuve que realizar algunas correcciones para no torcer el
destino. El departamento 1050 en el centro, lo cambiamos por otra hipoteca en
los suburbios, pero con ventaja, ya que tenía un ambiente más y un espacio para
hacer asado. Lo que tuve que recalcular fue la ausencia diaria del hogar. Para
unir la cooperativa y el hogar, debía tomar dos colectivos y un tren, así que
salía de madrugada y llegaba de noche cuando mis hijos ya dormían. Debo
reconocer que esta situación me fastidiaba, ya que no podía hacer uso de mi
descendencia tampoco los fines de semana. Pero dios aprieta sin ahorcar.
Recuerdo que el uno a uno nos incentivó a viajar al exterior, y traer de allá
la mejor y más moderna tecnología, al mejor precio. Esto es solo posible en el
capitalismo. Sí, lo del automóvil era un subgrupo del subtema insumos de la
meta empleo jerárquico. Cuando tomamos posesión del 1050, comencé a abonar un
rombo en el cual en 60 meses me podían entregar un vehiculo bajo la forma de
sorteo o licitación. Antes del uno a uno y por culpa de posesos
anticapitalistas, me vi en la obligación de entregar el rombo, recuperar parte
de la inversión y evitar el embargo de los muebles. Si señor, esto sucedió en
el capitalismo pero no por culpa de él. No le voy a negar que pasara por
situaciones desesperadas. A lo que he descripto sucintamente debo agregar los
episodios del corralito y el corralón. Si bien mi grupo familiar no tenía
ahorros, A Margarita y a mí ya no nos quedaban amigos para que invirtieran en
detergente, pero tampoco empresa donde adquirirlo. La cooperativa también
cerró, y yo desocupado. En ese periodo, fue que perfeccionando mis planillas
frente al televisor, caí en la cuenta de lo que estaba diciéndome a mí, ese
ministro pelado. La palabra era ¡Ajuste!
Si señor, esa era la clave, ajuste era la palabra, la abre puertas, y
ese hombre, como un ángel de la guarda, en el momento de mi mayor
desesperación, mostraba el camino que debía seguir, el que ninguna de mis
extensas listas abarcaba. Si el gobierno se sacrifica y ajusta, yo debo
sacrificarme y ajustar. El ministro bajaba las jubilaciones y los salarios y el
presidente buscaba un candidato para endosarle el avión presidencial, y todo,
para evitar que el capitalismo caiga. Porque como bien sabemos por los libros
de historia señor, si el capitalismo desaparece solo queda el caos eterno.
Ahora bien, sostengo y creo que ustedes comparten que ajustar no es fácil, es
necesario con el bisturí llegar al hueso, y eso sin anestesia duele. A pesar de
estos riesgos, mi depresión se fue debilitando, y con nuevos bríos me dí a la
investigación urgente. Si el presidente y el ministro lo hacían, yo debía
acompañarlos. Sobre la mesa de mi comedor esparcí por tandas las listas
confeccionadas a lo largo de mi vida. Observándolas, me di cuenta que el próximo
paso era la ponderación. Me refiero doctor, a cual era el gasto total que
producía los bienes y entorno familiar, y que porcentaje ocupaba en él cada
desagregado. Sí, le explico: supóngase el rubro vestido: Margarita compra un
vestido al año, un par de zapatos total $ 10. Mi hijo un pantalón y una camisa total $8.- y yo no llego a $7. Pero mi hija Teté señor gasta
en el rubro vestido un total de $75.
Esto quiere decir que sobre 100 Teté gastaba 75. Imagínese que el ajuste
debía ser drástico si se quería obtener resultados. Realicé una ponderación
histórica rubro por rubro, planilla por planilla, más tarde saqué promedios y
medianas. A medida que iba teniendo un
acercamiento al posible diagnóstico, mi espíritu aterrado se marchitaba.
Siempre Teté desbalanceaba la posibilidad de una economía sana. Ya le dije
doctor, que teté no estaba ni dibujada en mis primeras listas, llegó escondida
detrás del varón, era el parásito que se alimentaba del cuerpo sano del hogar,
exprimiéndolo. Cuando le conté mis elaboraciones a Margarita, me trató de loco.
Comprendí entonces que ella había sido la cómplice que tuvo Teté durante todos
esos años. Miré nuevamente mis listas, e hice ponderaciones, y comprendí que a
pesar de las otras opiniones, yo debía ajustar. Dónde trazo la línea ¡eh? Tomé
un cinturón, regalo de mi padre, y lo ajusté al cuello de Teté. Solo devolvió
el sándwich que comía, se lo juro. Luego hice lo mismo con el de Margarita, que
abrió muy grandes los ojos. Quería decirme algo, no sé por qué no habló doctor.
En mi celda continúo confeccionando listas. Usted no se imagina lo exitoso que
fue el ajuste.
Eduardo Wolfson