Serie de unitarios sin título
Décimo primer relato
por Eduardo Wolfson
De apoco, nos vamos
acostumbrando a ganar la calle. Paladeamos como una gota de miel espesa la llegada
de la democracia, la que nos dispara una bruma a los ojos para convertirse en
lagrimón. Es el fin de una etapa de paso más lento que el cronológico. Una bestia
prehistórica pisó y enterró a una sociedad victima, obligándome cotidianamente a
publicarla como victimaria. La democracia en cambio es atlética, de paso
ligero, el tiempo en ella huye como arena inasible. Yo continúo redactando
versiones cambiadas, pero con otro signo. Gracias a la “democracia” oculto, que
aparte del diario, ahora Boris es propietario de la papelera, de la AM y FM, y del canal de
televisión. Pero el nuevo héroe es Antunez, aquel que sufrió el exilio, dejando
en el diario una vacante que ocupé. Él maneja todos los medios, y habla con voz
propia en contra de los ingleses, a favor de la patria recuperada. Insinúa las
trapisondas de Del Castillo el ex de facto Intendente, del Almirante censor,
del Obispo pedófilo, de escribas
serviles, de médicos inventores de partidas de nacimiento, todos huidos. También
se abraza a las viejas de los grifos en sus rondas eternas, y enciende un
discurso, recordando a los hijos que entregaron su vida por un mundo mejor. Sus
finales resultan apoteóticos, todos con el mismo eslogan, “será justicia”. Al
único que no nombra es a Boris, nuestro patrón.
Cruzando la plaza confiado.
En el centro una murga se contonea con el ritmo de sus tambores, panderetas,
platillos y redoblantes. Llenos de diversidad en sus disfraces, nos recuerdan
que vivimos en democracia. Ocultos, en el entramado del caos de la comparsa, marchan
oficiales con caras maquilladas, travestis de las fuerzas armadas. Luego de
levantar vuelo algunas plumas de las muchachas del carnaval, aparecen en el
aire las mariposas rasantes. Los que me rodean cambian sus gestos amargos,
ahora son sonrisas que se vuelven risas, se abrazan y un canto chico nacido con
vergüenza, se transforma en estruendo que ruge la multitud: “El pueblo unido
jamás será vencido”
Así pasa la democracia,
la del paso ligero. Los representantes elegidos polemizan en el concejo, que
por algo es deliberante. El nuevo intendente viaja sin cesar a la capital
provincial, y de ahí a la nacional. A veces puede endeudarse, a veces no lo
dejan. Es un titiritero sin maestría, un hombre bueno, vecino conocido. Dialoga
con la oposición y con sus correligionarios buscando el consenso. Lo principal
para él es que la casa esté en orden, y se decide por los despidos. En el
Palacio Municipal solo quedan los empleados antiguos, los que entraron en época
de Del Castillo. En cada una de las bancas de concejales, el ujier, antes de
iniciar la sesión coloca bandejas de plata conteniendo un sobre blanco. Para
que haya orden en la casa, el que preside el salón de acuerdos toca la campana
de partida, recién entonces cada concejal procede a guardar el sobre, en el
bolsillo interno del traje los caballeros, y en sus carteras de diseño el cupo
constitucional de damas.
Cruzando la plaza en
democracia transgénica, advierto que el vuelo rasante de mariposas ha
finalizado. Los ex empleados, por desacatados, son desalojados con balas de
goma que dispara una nueva policía local, entrenada por el ruso, el tano y el
gallego. Por una diagonal veo avanzar a Del Castillo, ahora secretario general
de la asociación de sojeros y por la otra, a los hombres del glifosato. El
encuentro es cordial, en la puerta principal se abrazan con el Intendente.
La nota, la titulo “El
gran acuerdo”, y en la bajada, “Nuestro intendente electo ha prestado su
conformidad. El municipio subsidiará al sector de la soja de la región, presidido por el ex intendente de
facto Del Castillo, a comprar el glifosato necesario para poner en valor y
mercado cosechas esplendorosas. Luego de una recepción austera en el club
social, el obispo bendijo en los campos a este nuevo revitalizador de cultivos.
Cruzando la plaza, el
cielo se desploma, me refugio de un vuelo rasante de buitres, nuestra ciudad ha
quedado fumigada.
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