¿La
despedida? Eduardo Wolfson
Tomé el
camperón relleno con pluma de ganso, lo inspeccioné. Por fin lo encontré en el
bolsillo secreto más grande, ese con dos cierres reforzados y solapa. Lo
acaricié sin lastimarlo. En el micro, la calefacción atosigante, me obligó a dejar
el abrigo junto al bolso en el portaequipajes superior.
El viaje,
Buenos Aires Ushuaia, interminable. Me propuse protegerlo con mis manos en todo
el trayecto, ni siquiera me desprendería cuando la azafata sirviera la cena.
Resistí, delante de los otros pasajeros totalmente desconocidos, por temor a
que alguien me lo quite en alguna distracción por causa del paisaje, o una
frenada brusca, o segundos de somnolencia.
Con mis
palmas formé una cunita en la que iba súper cómodo, abrigado y protegido. En la
estación de Ushuaia tomé un taxi, puedo jurar que llevaba el camperón puesto,
el frío intenso de junio no me permitía otra cosa. Recuerdo que tomé la
precaución de cerrar el medio centímetro de ventilación. En el hotel tomé una
habitación, observé minuciosamente el sitio sin encontrar nada que lo haga
sospechoso. No había cámaras y tampoco parlantes adheridos a los tabiques.
Convencida, me quité la campera, y lo extraje
del bolsillo, lucía resplandeciente, como el primer día.
Volví a acariciarlo y me despedí.
En el hall
algunos grupos de huéspedes esperaban la apertura del comedor para cenar.
Al regreso,
la sorpresa fue mayúscula, sentí a mi corazón latir desproporcionadamente, él
no estaba. Creo que intenté pedir auxilio, sé que un desmayo me dejó fuera de
juego. Recuperé la conciencia en el sillón de dos cuerpos de la entrada. Me vi
rodeada por gente ruda que abanicaba con revistas mi rostro. Al notarme
despierta, comenzaron las preguntas: “¿Fue mucho dinero lo que le robaron?” Yo
no hablaba, solo respuestas negativas de cabeza. “¿Tal vez un recuerdo de mucho
valor?” Yo continuaba negando. Vi a un policía salir del cuarto, se acercó y me
dijo: “No hay ningún equipaje que aparezca violado, ¿usted está segura que lo
que le robaron estaba allí?”
Esta vez contesté
afirmando, pero siempre muda. A su pedido, lo acompañé hasta el destacamento
para llenar las formulas de practica. La situación inesperada me desestabilizó
y no pude ocultarle al escribiente dos lagrimones que surcaron mis mejillas.
Tuve que deletrearle varias veces mi apellido, mi origen y edad. Cuando
preguntó por lo robado respondí naturalmente: “mi amor”. El uniformado detuvo
el tecleado de la lexicon y me miró por primera vez. Al final volvió al
interrogatorio:
-¿Tenía mucho valor?
Sentí que el corazón se me estrujaba, aquella interrogación
en pasado, me llevó a imaginar el más cruel de los desenlaces. El hombre, me
ofreció un vaso de agua. Tomé dos sorbos aliviando un fuerte dolor que me
atravesaba la boca del estomago hasta la columna vertebral. Corriendo el carro
de la máquina de escribir preguntó: “¿pesaba mucho?”
Otra vez
hablaba en pasado. Sacada de quicio separé sus manos del teclado y grité:
-¡Pesa mucho! Y volví a repetir: -¡Pesa mucho! Entiende.
Sin fuerzas y confundida, caí nuevamente en la silla. El
policía pidió que me tranquilizara y que trate de colaborar con él contestando
sus preguntas.
-¿Sospecha de algún huésped del hotel?
- De ninguno en particular.
- pudo haber escapado mientras usted cenaba
-Imposible, cerré puertas y ventanas, y aparte jamás mi amor
escaparía.
- ¿Qué forma tiene?
- ¿El qué?
- Me refiero a su amor.
- Usted es un atrevido, su función no lo autoriza a humillar
a mi amor
- Necesito tener la descripción del objeto sustraído señora
- Llame al comisario, no le voy a permitir a alguien que
escribe con dos dedos a máquina llame objeto a mi amor.
- Señora, usted se encuentra muy alterada, carece de
claridad para responderme. Mientras nuestro personal pesquisa el hotel, le
ruego que vaya y tome una sopa caliente y que luego trate de descansar. Que si
se produce alguna novedad, inmediatamente le avisaremos.
- Por favor, tienen que encontrarlo, estoy preparada para
recibir la más horrible de las noticias.
- Le prometo que la enteraremos de todo.
- Usted cree que hay un asesino que me pinchó el globo ¿No
es cierto?
Fin
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