"Siempre que llovió..."
Capítulo XXXIII
Obra inédita e inaudita de Eduardo Wolfson
El
fiscal, a diestra y siniestra, envió oficios y órdenes pidiendo la
comparecencia de supuestos involucrados.
Su tío, directivo de la Cámara de Comercio de la
ciudad, lo visitó inesperadamente en su despacho. La intención evidente, era
alentar a su sobrino en la querella contra los ferrocarriles privados. Además,
el hombre portaba un mensaje verbal, nacido al calor de reuniones informales,
llevadas a cabo por representantes de organizaciones con intereses
perfectamente predeterminados en la comunidad.
-Nos
sentimos muy gratificados por tu decisión sobre llevar a cabo el juicio -dijo
el visitante para entrar en tema- yo,
como tu tío me siento orgulloso.
Hacer
justicia con esa pobre criatura, será un acto que nos dignificará. Por eso te
quiero pedir, en nombre mío y en el de todas las organizaciones decentes de
esta ciudad, que no te debilites, que todo un pueblo te está apoyando, que
sigas todas las pistas habidas y por haber. Queremos que no dejen de declarar
todos los posibles sospechados. Los directivos de ferrocarriles, pero también
los funcionarios provinciales y estatales, responsables de controlar el
desempeño de estas empresas. El maquinista, el guardabarreras, la empresa que
pone las vías, todos, ¡por favor!
El
fiscal no pudo dar crédito a sus oídos, las palabras del hermano de su padre lo
sorprendieron y asombraron sobremanera.
Por más
que se esforzó, no lograba recordar en toda su vida, hasta ese momento, ninguna
declaración de él en favor de la justicia, o de pretender liderar algún movimiento,
batalla o protesta en defensa de los desprotegidos. Si su memoria no lo
traicionaba, ocurría todo lo contrario.
Recordaba
a ese cuerpo flaco, casi ovillado, en un rincón del mostrador,
indefectiblemente vestido de negro, elaborando cuentas, no participando nunca en
los comentarios, urdidos, por clientes habituales con sus otros hermanos. Parecía
un desinteresado de todos los temas. Sus saludos eran por lo general hoscos,
solo esbozaba una sonrisa muy de vez en cuando, sobre todo, cuándo los
corredores de créditos que tenía la tienda, le entregaban las mensualidades
cobradas junto con las fichas correspondientes.
Entonces
su rostro se transfiguraba, sus mejillas enrojecían y quien lo observara podía
descubrir en sus ojos un enigmático resplandor. Sus dedos comenzaban con gran
agilidad a separar el dinero de los cheques, luego revisaba si se encontraban
correctamente extendidos y todos firmados. El tío del fiscal abría entonces una
gran carpeta, que como el fuelle de un bandoneón, dejaba a la vista doce divisiones,
cada una correspondiente a un mes del calendario, en ellas introducía los
valores recibidos por orden de riguroso vencimiento.
Contar
dinero, existencias de mercadería y modificar listas de precios, era lo que lo
movilizaba. El fiscal no recordaba a su tío hablando de cine o de fútbol,
tampoco de mujeres, y mucho menos, de cuestiones políticas y sociales. Cuando charlaba
en reuniones familiares intimas, solo se refería a los negocios hechos y a los
que a su criterio, podían resultar en un futuro inmediato, y a veces, murmuraba
entre dientes, criticando a aquellos que pasaban horas en el café: “discutiendo principios y descuidando sus
negocios”. En esos casos sostenía que cada uno era el arquitecto de su
propio destino y que lo mejor, en lugar de ocuparse de los problemas ajenos,
era estar atento al lápiz para no perder.
El
fiscal notó, que para su tío, físicamente, el tiempo no había transcurrido, su
aspecto no presentaba deterioros, ni siquiera alguna profundización en las
arrugas de su piel, incluso sus cabellos, no fueron ganados por las canas. Lo
recreaba en aquella tienda de su juventud, y concluía, que definitivamente, era
el mismo hombre que hoy visitaba su juzgado.
-Pero
¿que te pasa sobrino, te comieron la lengua las ratas que pasean por los
expedientes? -De pronto el tío sorprendió sus pensamientos-, te quedaste mirándome como si hubieras visto
un fantasma.
-En
cierta forma sí, porque veo que para vos no pasan los años. Pero no puedo negar
que lo que me asombra es tu repentino interés por lo público, por hacer
justicia por algo que le pasó a una piba, que en otras circunstancias, le
hubieras negado a su familia la posibilidad de comprar ropa a crédito en la
tienda.
El tío
carraspeó, se paró y caminó por la habitación, estaba nervioso tratando de
encontrar las palabras justas para una contestación adecuada.
-Ignoraba
que tenías esa imagen de mí. Admito que aunque la misma pueda tener alguna
cuota de realidad, también es cierto que una cosa es el negocio, del cual
depende la salud y el bienestar de la familia, y que por eso, niegue créditos
que sé impagables de antemano. Y otra cosa, aún más importante, es luchar por
el bienestar de la ciudad, porque de ello también depende el nuestro como
familia.
Se
quedó callado y agigantó sus pasos para abrazar, con el rostro lleno de gozo, a
su sobrino. Mientras comprimía el ambo perfectamente planchado del fiscal, le
habló al oído:
-Esta
desgracia de la chica, nos trajo a todos una prosperidad como hace muchos años
no se veía, pero sabemos que esta bonanza tiene patas cortas.
En unos
días, no más, se irán los periodistas y con ellos todos los curiosos, porque
será otra noticia, en otro lugar la que ocupe las pantallas.
Nuestro
destino es volver al letargo y a la siesta pueblerina, eso lo sabemos, pero
también hemos decidido detener todo lo posible ese final conocido. ¿Cómo?,
manteniendo atareada a la prensa para no perder consumidores y usuarios. Vos
tenés que sacar de la galera, todos los días un funcionario o empresario
importante para interrogar, si podés, pedís la prisión preventiva de alguno.
Vas
preparando todo muy lentamente, pero en forma contundente, hasta arribar al
juicio oral, ese será sin duda el gran show, en el cual esperamos contar con un
lleno completo.
No me
defraudes sobrino, te adelanto que el juez, nos ha dado su palabra de
declararse competente en todo lo que le envíe tu oficina.
El
pariente carnal se retiraba cuando el fiscal comprendió, que aquel tendero era
el mismo, solo que los años, le sirvieron para desarrollar capacidades dormidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario