"Siempre que llovió..."
Capítulo XL
Otra entrega semanal de la obra inaudita e inedita de
Eduardo Wolfson
La azarosa opinión de transeúntes
abandonando la estación Terminal del ferrocarril, registradas por el tele-periodístico
nacional de mayor audiencia, resultaron sencillamente demoledoras. Las
imágenes, reiteradas como promoción durante la
jornada, constituyeron suficiente preámbulo para el programa, que esa como
todas las noches, se dedicaba a poner en el tapete y analizar, la coyuntura.
Los dos conductores de pie, impusieron
a la audiencia la síntesis. Según ellos, aquellas declaraciones globalizadas por
la magia de la tecnología, no eran otra cosa que: “el sentir de la gente sencilla”.
Ambos de traje. Uno tieso, que
meneaba solo los labios cuando llegaba su turno. El otro, aparentemente atacado
de arrebatos gélidos, no cesaba de refregarse las manos como para hacerlas
entrar en calor.
-Lo que acaban de
ver es una encuesta exclusiva, que el equipo de investigación del canal,
realizó hoy mismo, a boca de tren.
El periodista tieso, tratando de
enfatizar su voz, pero sin lograrlo, prosiguió:
-Como ustedes
apreciaron las implicaciones son contundentes, y yo diría unánimes. Nuestra
gente sencilla, esa que sufre todos los días las peripecias de buscar trabajo
si no lo tiene y de cuidarlo, cuando tiene la suerte de poseerlo. Esa gente
sencilla hace sus traslados frecuentes en el medio más económico, el
ferrocarril.
Su colega interrumpió la
presentación, acelerando el ritmo a su molinete de manos:
-Así
es, como muy bien lo expones, el ferrocarril hoy es el acusado de la gente, y
es el sospechoso que estará esta noche como interrogado principal en este
programa.
Para
aclarar dudas, hemos conformado, ejerciendo el periodismo que nos caracteriza,
objetivo e independiente, dos paneles diferentes.
En
la primera de las mesas, nos acompaña el Presidente de la empresa ferrocarril
privado y un escritor amigo, que en estos días, tal vez premonitoriamente,
presenta un libro, que al confrontarlo con la realidad que hoy nos toca vivir,
se vuelve emblemático. Me refiero al autor de “El tren fundador de vidas”.
También
integra este panel de lujo una gran actriz, inmensamente querida por nuestro
público, pero que hoy no viene a deleitarnos con una actuación. Enterada del
tema que vamos a tratar, ella nos pidió que la invitáramos porque quiere
entregarnos su visión de incansable viajera férrea.
En
el otro panel, que alegóricamente, vamos a denominar la mesa opositora, nos
visita el doctor Gonzalez Sueiro, uno de los defensores de Virginia, la niña
que perdió sus piernas en una tragedia, que no sabemos todavía si calificarla
de accidente, de imprudencia, de negligencia, de falla humana, de ineficiencia
empresaria o estatal. Tal vez esta noche arrimaremos más certezas que nos
permitan acercarnos a la carátula más adecuada.
Acompañan al doctor Gonzalez Sueiro, el
Presidente de la Sociedad
de Fomento de la Villa
de emergencia en la que habita la familia de Virginia y por último, una
dirigente de un frente de izquierda y conocida defensora de los derechos
humanos.
Al
volver de la tanda, los invitados a la primera mesa, ocupaban las esquinas de
un escritorio plateado, con forma de flecha. De espaldas a los televidentes, y
en el centro de el triangulo isósceles, los periodistas entraron en tema:
-La
gente entrevistada por nuestro equipo periodístico, exhibió mucha bronca con
los ferrocarriles -principió el comunicador tieso-, la gran mayoría dice que viaja mal, que las formaciones atrasan, que
los asientos están destruidos, que los vidrios de las ventanillas no existen,
que sufren el frío y cualquier otra inclemencia del tiempo, que la limpieza en
los vagones y ándenes brilla por su ausencia, y que la seguridad, es un sueño
de las mil y una noche. Pero esta misma gente no muestra el mismo acuerdo
cuando se le pregunta, ¿Quién o quiénes son los culpables de lo que le sucedió a
Virginia?
Con
falsete y siempre superponiendo en un movimiento continuo sus manos, el
compañero del presentador interrumpió una vez más:
-Le
pregunto al Presidente de ferrocarriles ¿Es la compañía que usted preside la
culpable de lo que le aconteció irreversiblemente a esta niña?
El
aludido elevó el brazo derecho, y una vez, que su dedo índice señaló hacia la
cámara, con acento ibérico, voz grave y firme profirió:
-De
ninguna manera, jamás consentiré que unos cuantos apátridas acusen a nuestra empresa, de haber sido
suya la responsabilidad de este lamentable episodio.
-¿Por
qué no nombra a esos apátridas?
-¡No me
interrumpa!, ya a su hora todo se sabrá. Acusar es muy sencillo, desprestigiar
no a una empresa, sino a una institución como son los ferrocarriles, solo lleva
unos segundos para algunos energúmenos, para los cuales, los medios de
comunicación siempre parecen tener sus espacios abiertos. ¡Y está claro!, los
medios de comunicación viven, gracias a que editan sangre.
Mientras
el temperamento del orador se elevaba junto al enrojecimiento de su rostro, fue
nuevamente interrumpido, pero esta vez, por el conductor inamovible:
-Creo
que no puede poner a todos en la misma bolsa, acá ejercemos el periodismo en
forma democrática e independiente, sin presiones, siempre exponiendo todas las
opiniones, para que nuestros televidentes saquen en sus hogares las
conclusiones pertinentes.
Nosotros,
el canal y el multimedio al que pertenecemos, tenemos reglas de juego claras e
igualitarias, por esa razón fue usted invitado, para que diga a esa cámara su
verdad, pero no puedo aceptarle que generalice sus apreciaciones.
Más
calmo, la máxima autoridad del riel retomó su discurso:
-Le pido disculpas si en algo lo ofendí, no fue
para nada mi intención, y mucho menos, generalizar una opinión desfavorable
hacia los medios y tampoco para periodistas como ustedes, que los sé totalmente
independientes.
Los ferrocarriles, a través de su historia, se han
caracterizado por ser transparentes en su gestión, teniendo siempre abiertas
las puertas tanto para la justicia como para la prensa. Pero hablando de
historia, no podemos gestar acusaciones rápidas, sin tener en cuenta la obra
civilizadora de los ferrocarriles, muchos son los pueblos que se han fundado y
han crecido a su paso, y muchos, fueron los peones rurales y los miserables,
que el ferrocarril ha trasladado gratis cuando tuvieron que buscar un mejor
sitio para desarrollar su vida.
Pero mejor que yo, para hablar de esto, hoy han
invitado ustedes a este prestigioso escritor que ha hecho ese magnífico libro,
en cuyo título, expresa la síntesis de aquel esfuerzo faraónico -se pone unos lentes, toma el volumen del
escritorio y lee fijando la vista en la tapa-
“El tren fundador de vidas”.
La niña que por una negligencia de su amiguito,
sufrió la amputación de sus piernas, hecho al que algunos de sus colegas, han
caratulado como de tragedia heroica. Digo que esa criatura también es muy
pobre, y que seguramente, a sus padres, el ferrocarril los trasladó de la forma
más económica cuando lo han necesitado. Todo esto es cierto, pero no es para
nada el ferrocarril el responsable de lo acontecido. El tren rueda por las vías
no tiene otro lugar.
Pero no es el tren el encargado de cuidar niños,
en primer término son sus padres, que aunque pobres, ignorantes y marginales,
no pueden deshacerse, así como así, de sus obligaciones que es la de proteger a
sus críos.
El ferrocarril señores, no solo es inocente de los
cargos que se le están imputando para esconder a los verdaderos culpables, sino
que en este caso en particular es una victima. En ese tren viajaban pasajeros
que fueron profundamente impactados, tanto, que muchos de ellos habrán decidido
realizar sus traslados habituales en otras formas de transporte, actitud que a
la empresa le ocasiona un inestimable lucro cesante, a todas luces,
irrecuperable. En ese tren había conductores, que por más que se sepan
inocentes, siempre se preguntarán si ellos no hubiesen podido de alguna forma,
evitar ese acto dantesco. De tras de ellos sus familiares, sus hijos, que por
más que los alienten sentirán un profundo dolor, cuando la mirada de compañeros
y vecinos dirijan hacia ellos en lugar del afecto, el reproche.
Con un simple gesto de cabeza, el hombre de prensa
tieso aprobaba lo expresado. Impresionaba por su cadavérica delgadez, acentuada
en pantalla por ojeras profundas y la piel de los pómulos, a pesar del
maquillaje, totalmente ranurada. Su aspecto, no era otra cosa que el espejo de
las presiones sufridas para ejercer su profesión, dieciocho horas diarias de
acción forzosa, cubriendo diversos programas de radio, televisión y una columna
gráfica en el matutino de la misma empresa. Extenuado, carecía de condiciones
para repreguntar. Su compañero, todavía
más entero, tomó las riendas:
-Es actriz dramática y muy querida por todos
los argentinos, -señaló friccionando sus manos, a modo de introducción- ella misma suele describirse como una adicta
a los viajes en tren. Nosotros bien sabemos que ese amor que manifiesta por
rodar sobre las vías no es una pose. Los rieles de casi todo el mundo, contaron
en algún momento con su presencia.
Nadie mejor que ella para transmitirnos cual es su
opinión, frente al tema que hoy nos toca debatir.
La actriz
apoyó el codo de su brazo derecho sobre el escritorio, cubriéndose el cuello
con la mano, postura que les impedía advertir a los televidentes las arrugas,
casi grietas producidas en un cutis desgastado, añejo y sin retorno.
-Yo no voy a negar que me auto invité esta
noche, -acercó su boca al micrófono-
lo acontecido a esta niña me conmovió profundamente.
Recordé de pronto momentos de mi propia infancia.
Papá, que como ustedes saben era un gran artista plástico, me llevaba allá en
mi pueblito natal, a ver el crepúsculo desde un lugar maravilloso, pero que se encontraba
sobre las vías del ferrocarril.
Nunca, hasta que ocurrió esta tragedia que hoy nos
convoca, pensé en lo imprudente de aquel acto de mi padre. Su amor por aquella
naturaleza inasible lo cegaba, hasta tal punto, de no darse cuenta que con
aquella acción, ponía su vida y la mía en serio riesgo.
Yo no soy quien para hacer acusaciones y buscar
culpables, para ello está la justicia. Pero si quiero dejarles la siguiente reflexión: los trenes son hermosos,
también las armas brillan y lucen espléndidamente en una vitrina. Pero nunca
dejemos un arma al alcance de un niño.
Muchas
gracias a todos ustedes por dejarme dar, esta mi humilde pero sincera opinión.
La figura de la vieja intérprete, se fue
desdibujando con un mohín convencional en la escena. Solo un juego de luces, y
ante la cámara, se posicionaron dos figuras: la del escritor y la del
periodista tieso visiblemente recuperado, quien en forma de pinza, soportaba en
sus manos al libro estrella:
-Debo
confesarte que hace muy pocas horas, que tengo en mi poder tu libro. A pesar de
ello pude hojearlo. Lo poco que leí, atrajo mi atención. A pesar de ser un lego
en la historia del ferrocarril, comprendí que en ella hay un alma que se
esconde detrás de esa fachada imponente e impresionante de hierro. Hoy la
realidad le otorga plena vigencia a tus reflexiones, por eso me gustaría que
por razones de tiempo, nos expongas una síntesis de tu pensamiento y por
cierto, que traces el paralelismo, si lo hay, con el otro tema que hoy nos
convoca, el episodio vivido por Virginia y su compañerito Juan.
-Bien,
tanto el Presidente de ferrocarriles, como la dignísima actriz, han expresado
en su punto justo, el significado que tienen los trenes a lo largo y a lo ancho
de nuestra patria. Es muy poco, en este sentido, lo que puedo agregar. Gente
que pensaba en la construcción de una nación, fue la que pensó en los
ferrocarriles. Su avance era acompañado por vidas civilizadas que poblaron los
desiertos, esfumando la barbarie.
Acaso
me pregunto, toda empresa con objetivos diáfanos y sustentables, ¿No tiene un
fin económico? Digo esto porque sé de donde vienen las críticas, son aquellos
que sólo se atreven a habitar los campos de la teoría, ya que su cobardía les
impide enlodarse con la práctica. Ellos son puros, se sienten dioses del
Olimpo, entonces vituperan, humillan, censuran, reprueban y señalan como
traidores, corruptos y asesinos, a los que ejecutan con verdadero patriotismo,
muchas veces equivocándose, pero que lo hacen con la audacia y la valentía que
a ellos les falta.
Claro
que a mí me duele que una locomotora ampute a una chiquilla, pero me revelo a
esta obsesión que tenemos de buscar culpables y de juzgar, cuando esa
atribución en democracia, pertenece al poder judicial. Nosotros tenemos la
obligación de preocuparnos por las soluciones, para que los ferrocarriles sean
más grandes, más potentes, más integradores, para que las Virginias viajen en
ellos sabiendo que el tren, las estaciones y las vías les pertenecen, que son
una parte indivisible de su identidad.
Sé que
me excedí en el tiempo, pero te pido que me dejes pasar el chivo. Voy a firmar
ejemplares de mi libro en la librería “Alarma” en la ciudad de Virginia, mañana
a las 20 Horas, los espero, gracias.
La
publicidad invadida por lavarropas, detergentes, jabones que lavan más blanco, limpia
pisos, limpia cocinas y limpia baños, surgió como el intervalo indispensable
para que el segundo panel defendiera sus posiciones, frente a los prestigiosos
periodistas.
-No sé
como me contuve hasta ahora, ante tanta hipocresía, -arremetió
la dirigente del frente de izquierda sin esperar la consabida pregunta de
inicio- expresada por estos señores, que
solo saben rendirle pleitesía a Don dinero.
-No
queremos que esta sea una noche de insultos y chicanas- interrumpió el periodista
lánguido- si no que civilizadamente,
podamos a través de la exposición de los argumentos de todas las partes
involucradas, dejar en nuestros televidentes, caminos que los ayuden a formar
su opinión. Por todo esto, señora le pido que nos haga conocer su pensamiento y
por favor, sin agresiones verbales.
-Lo
mío no es agresión, ni insulto, ni chicana. Solo digo la verdad. El señor
empresario del riel dice que el ferrocarril más que una empresa es una
institución. Yo digo ¡que lo era!, hasta que fue vergonzosamente regalado a
empresas privadas de dudoso origen. Y no solo eso, el Estado, o sea todos
nosotros, subsidiamos las pérdidas. Cuando estos señores, ya no pueden arrojar
más basura debajo de la alfombra sin que se note, acuden a otros artilugios echando
la culpa de su ineficacia, o de su incumplimiento en la inversión, a la parte
más pobre de la sociedad o al mismo gobierno que es su cómplice.
Nuestro
frente está al lado de Virginia, que es como estar al lado del pueblo y en
contra de cualquier clase de imperialismo.
Uno de los conductores, el que sometía a sus
manos a un perpetuo centrifugado, acercó a la mesa una jarra de agua, acción que
hizo incurrir a la entrevistada en una interrupción verbal, marcando el final
de su intervención en el programa.
El
destinatario de la nueva pregunta, fue el Presidente de la sociedad de fomento
de la Villa :
-¿Señor,
usted diría que la presencia del ferrocarril tan cerca de la Villa es perjudicial para
sus habitantes, y si es así, ¿Quién tendría que batirse en retirada, el tren o
la villa?
El hombre, visiblemente nervioso, auscultó la interrogación
estrujando un pañuelo entre las manos. Al principio fue el silencio, luego los
labios se le inundaron de saliva, y por fin, se oyeron balbuceos
ininteligibles.
Entonces,
el preguntante le solicitó que se tranquilizara, elevara y modulara mejor su
voz:
-Nosotros
no tenemos nada contra los trenes, no nos perjudican ni nos benefician, por
otra parte ellos no se van a ir y nosotros, no tenemos a donde ir.
Si bien
antes estaban los ferrocarriles, la villa también hace tiempo que está. Muchas
veces pedimos que se construya un alambrado y un puente para cruzar las vías.
Nunca nos dieron mucha bolilla…, hay que decir la verdad.
Cuando
están por llegar las elecciones, entonces los candidatos se acercan, nos
prometen muchos arreglos, pero si después les dan el cargo no hacen nada.
Y ahí
está, el terraplén y la vía desnudos, y cada vez que pasa un tren, las casillas
tiemblan como anunciando la llegada del mismo demonio.
Los que
vivimos allí, no estamos porque es de nuestro agrado, pero ahí nos arrojaron y
ya no queda donde.
El
hombre quedó callado, la voz se le metió para adentro, su rostro cetrino resistió
toda forma de expresión.
Uno de
los conductores, se sintió impotente para convivir un poco más con el silencio.
Los televidentes notaron su esfuerzo para romper con el mutismo. El nuevo ánimo
se exteriorizó con palabras de asombro:
-Pero
tenemos un poeta entre nosotros. No hay como un hombre de tierra adentro para
decir sus verdades con voz sencilla y armónica, es ese canto algo melancólico
pero hermoso, que le dicta su contacto casi diario con la naturaleza.
Pero al
Doctor Gonzalez Sueyro también se lo nota ansioso por detallarnos cual es el
cuadro de situación legal actual en el que se encuentra su defendida, la niña
Virginia. ¿Cuales son las responsabilidades, que según su estudio, tienen los
otros actores de esta causa?
El
abogado abrió la tapa de una computadora portátil apoyada sobre el escritorio, la
cámara tomó un primer plano de la pantalla, mientras se escuchaba al defensor,
afianzar su discurso:
-A lo
largo del programa he visto y oído a cada uno de los panelistas, y también a
ustedes señores periodistas.
Mientras
transcurrían las diferentes exposiciones, sentía crecer en mí una
incertidumbre, que en estos precisos instantes, percibo que ya ocupa todo mi
ser.
Me
pregunto ¿Por qué les es tan indiferente el tremendo dolor de Virginia?, y
respondo: porque todos los que hablaron, atraviesan por el costado de ese dolor.
Hacen esto por defender su empresa, otro su línea política y algunos, lo hacen
por mantener la simple y frágil frivolidad.
Claro,
todos estos objetivos pretendidos, se pulverizarían sin duda, si por un
instante, se atrevieran a colocar su sensibilidad en el centro del dolor.