El acento
En el centro de la escena, ante
los aplausos reiterados, lucía, saludó con profesional soltura como cada noche.
Sin embargo no pudo detener las lágrimas, que corrieron por sus mejillas
arrastrando el maquillaje grueso, habilitando un surco notable. Los aplausos densos, la sala repleta,
los pedidos de bis, insaciables,
las luces hirientes, pugnaban por ser máscara sobre el motivo de su estado de
ánimo. Recordó aquello que siempre parafraseaba Beto, el guitarrista del grupo: “que el árbol no te impida ver el bosque,
pero que el bosque no te oculte el árbol”.
Unos acordes sobre cuerdas en el
micrófono serenó al público, que veló el preludio de esa voz hermosa una vez
más, deseoso de inundarse con las mejores percepciones.
La garganta tensa jugó la mala
pasada. No pudo sobreponerse. Bajó el rostro, y precipitó hacia los asistentes
su cabellera potente. Los aplausos volvieron, pero Lucía los ignoró corriendo
hacia uno de los laterales. Beto intentó detenerla, se lo impidió aquella
mirada helada y ese balbuceo solicitante, quebrado en una palabra: “¡Quique!”.
Mientras la audiencia se
retiraba, los integrantes del grupo alcanzaron a oír voces de disconformidad: “No le costaba nada cantar otra”, “tiene
buena voz, pero los pajaritos se le subieron a la cabeza”, “para mí que estaba
drogada”.
Lucía quedó inmóvil detrás del
biombo, espacio que el empresario, pomposamente, le entregó como camarín.
Sobre la mesa poblada por frascos
chicos de colorete, retoque, y otros afeites, yacía el periódico, que deshizo
segundos antes de salir a escena. Quedaron papeles convertidos en rastro, una
pista para seguir el desborde. Retornó entonces al pensamiento que provocó la
acción: “Nada ni nadie puede entorpecer
mi comunicación con el público, cuando estoy dispuesta a cantar”.
En el espejo, advirtió que el
rimel ya no resaltaba las pestañas, sino que navegaba sobre sus pómulos,
dibujando un mapa con cursos diversos. Mecánicamente, comenzó a limpiarse el
maquillaje. De golpe, recordó, que era imposible que Quique la espere a la salida.
Trató de alisar el diario,
devolverle su forma. El título, tres palabras escritas en gran cuerpo, preanunciaba
un desarrollo dramático. Lucía buscó sin urgencia. Mientras hojeaba, se detuvo
en las ofertas que el hipermercado anunciaba en la página tres. Más tarde, ya
en la siete, se sintió seducida por la línea del Alfa Romeo. Un cubo de hielo
le recorrió la espalda y se notó mojada entre las piernas. Recordó las palabras
pronunciadas por Quique la noche anterior, mientras acariciaba su pubis sobre
el vestido: “mañana flaquita no me
esperes, voy a viajar, tengo un asunto importante”. Quique, con ella, era
de pocas palabras. Lucía se acostumbró a la ausencia de explicaciones, y a lo
inútil de las repreguntas.
En el cuerpo central, las tres
palabras del título de tapa, “Plan
subversivo desbaratado”, servía de frontispicio a una fotografía con poco
registro. Lucía hizo un esfuerzo para reconocer, fuera de foco, lo que parecía
un cuerpo extendido sobre el asfalto, a su lado y en foco, un uniformado exponía a la cámara un aerosol.
Una segunda imagen a pie de página, revelaba el lateral de un puente ostentando
la consigna: “Saludamos a la unión
soviética en el aniversario de la revolución”. Lucía notó que la
inscripción era muy prolija y con letra clara, salvo que el acento en la
palabra “soviética” aparecía
chorreado, elevándose primero, y cayendo como un cometa sobre la “t”. Ella era artista, se sabía
transgresora, por eso, declaró al columnista de una revista de espectáculos: “elegí el folklore como arma para atravesar
fronteras y romper estructuras”.
Sin embargo algo la incomodaba,
se preguntaba, ¿Por qué, no podía aceptar aquel acento como un hecho artístico?
¿Por qué le resultaba ingrato que la tipografía tan precisa de aquel saludo,
obstruya el mensaje con ese prepotente manchón?
Lucía leyó desganada el copete: “Las fuerzas conjuntas desbarataron un operativo
sedicioso, cuyo objetivo sería ocultar con acción propagandística, un atentado
auto frustrado. Intentaban volar una formación ferroviaria, con armas para el
ejercito boliviano en operaciones”
Lucia evocó la insistencia del
iluminador, para que leyera el periódico momentos antes de la función. Reprobando
su actitud le dijo: “Sos pájaro de mal
agüero, vos sabés que previo a la salida a escena, es indispensable que me
relaje y logre, mediante varios ejercicios, constituir un estado de
introspección”.
Lucía se sentía irritada. Repasó
el abandono del escenario, la angustia se expresaba dolorosa en la boca de su
estómago. Necesitaba a Quique para desahogarse, pero él decidió viajar.
Aquello de “atentado auto frustrado” del copete despertó su curiosidad, lo que
la indujo a interiorizarse en el texto: “Un
grupo subversivo (supuestamente
perteneciente al partido comunista), intentó esta madrugada volar una formación
ferroviaria. La misma trasladaba armas para el ejercito boliviano, en
operaciones contra la guerrilla que asola las zonas rurales del país hermano.
El único terrorista apresado (de boca al piso en la foto principal), declaró
que los dirigentes de su movimiento les entregaron los detonadores sin
fulminante. Cuando apretaron el percutor, nada sucedió.
El detenido, ejercitaba un plan de distracción en las cercanías.
Confesó que su objetivo era despertar el interés de las fuerzas represivas
pintando la consigna aludida. Así daba tiempo a
sus compañeros para la voladura de la formación.
El aerosol, (que muestra como evidencia el servidor del orden) fue
utilizado por el sujeto para saludar a la unión soviética en el aniversario de su
revolución, sobre el lateral del puente (ver foto inferior). Prolijamente, y
con sangre fría, hizo la inscripción y huyó. Promediando el escape, se dio
cuenta que no había acentuado la palabra Soviética. Convencido que el error
podría traer represalias por parte de sus jefes, fue que decidió volver para
terminar su obra. El acento faltante, le permitió a las fuerzas del orden,
mediante un ardid, su captura con las
manos en la masa. Se trata de Enrique golf (Alias Quique)”.
Lucía cerró
el periódico, lo dobló sobre si mismo con pulcritud. Respiró hondo, realizó
unos ejercicios rutinarios de cuello, relajó sus músculos, y por fin, concluyó
la etapa con vocalizaciones que la alistaban para entregarse al público en la
próxima función. Se observó en el espejo, y se dijo: “mañana pensaré con quien reemplazar a Quique”.
tremendo... muy bien escrito y atrapante, seguí escribiendo que ansío leerte!! quieroTe
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