Alegato del fiscal en el juicio
"El pueblo contra
María Allincán".
El escrito, forma parte del voluminoso apéndice, publicado en "Espéculo para armar" de Eduardo Wolfson
Los hechos:
El día miércoles 2 de abril
próximo pasado, alrededor de las 18 horas sobre la avenida Santa fe, a la
altura de la calle Cerrito, de nuestra ciudad de Buenos Aires, se produjo un
hecho, que no dudo, en calificar por su gravedad, de conspirativo, tumultuoso,
sedicioso, Subversivo, y sobre todo, antinacional y disolvente de nuestra
identidad clara y prístina. En el lugar, la acusada María Allincán de 45 años
(alias la mapuche), junto a un cómplice llamado Nahuel Allincán (alias el sotreta),
conduce un carro rudimentario de dos ruedas, tirado por un solo caballo. Hasta
aquí, a los imputados, solo se los encuentra inmersos en una contravención,
aunque peligrosa, de índole menor, por utilizar en el centro de la ciudad, un
transporte prohibido por su tipo de tracción. Pero su señoría, este hecho solo
constituye la punta del iceberg, que esconde debajo del nivel de la ignominia,
una cadena de ilícitos contra la moral, las buenas costumbres, y nuestro modo
de vida occidental y cristiano.
Toda la sociedad se halla en
peligro, si no somos capaces ahora, de suministrar el condigno castigo a estos
infieles, que sin dudar, y a fuer de ser recriminado por prejuicioso y
obcecado, resultan a mi criterio, ser los jefes de una sedición, que en forma
silenciosa, va comiendo las entrañas más sanas de nuestro pueblo, para luego
arrojarlo al precipicio insaciable del demonio.
Señor Juez, narraré breve, pero
detalladamente el suceso. La nombrada Allicán acompañada por el ya nombrado
Nahuel, (que a resultas dice ser, hijo de la imputada principal, natural y
bastardo) conduce el manifiesto carro a un paso de primer tiempo por la avenida
Cerrito. En las descriptas circunstancias es avistada por el agente de la
policía federal Félix U. Tribulci, en esos momentos fuera de servicio. El
mencionado defensor del orden, atento, no vacila en sacar su arma
reglamentaria, tirando un cargador al aire, y a los gritos, exige la detención
del vehículo en espera del apoyo de sus colegas uniformados.
Según el agente Tribulsi, la Allincán , en lugar de
acatar la orden impartida, imprime al equino, un trote de segundo tiempo para
llegar en un instante a un galope de primer tiempo. Según la india Allincán, el
caballo (mezcla de árabe con percherón) al oir los tiros se desbocó, y que ella,
ni su hijo (producto de relaciones bárbaras), pudieron ya dominarlo. Lo cierto es, que luego de una carrera
infernal entre vehículos y peatones, cruzando bocacalles con el semáforo en
rojo, las fuerzas legítimas de la patria, ponen fin a la titánica persecución
en las inmediaciones de la estación Retiro.
En el lugar, los efectivos
proceden a la detención inmediata de los implicados, y por juicio sumarísimo,
fusilan en el sitio al animal, encontrándolo culpable de asociación ilícita y
traición a la patria. A lo mejor, a su señoría, esta última acción, le parece
excesiva o de celo desmedido por parte de los adalides de nuestras fuerzas. Si
es así, debo recordarle, que el hecho encuentra un antecedente en la bitácora
marina de la Isla Martín
García. Prisioneros en dicho territorio, los tripulantes del buque alemán Graff
Speak, hundido en aguas del Río de la
Plata a fines de la segunda guerra mundial, planearon un
método de escape. Para ello montaban un burro que a nado, cruzaba el canal del
infiernillo hasta la costa uruguaya. El burro dejaba a su jinete a salvo, y
volvía solo a la isla en busca de otros. Esta operación fue descubierta por
nuestros maravillosos hombres de la armada, quiénes humillados en la confianza
dispensada a los marinos alemanes, y sintiendo en ellos, el dolor de la patria
lacerada, decidieron por unanimidad dar muerte al traidor, ajusticiando al
burro.
Pero volviendo al episodio que
nos ocupa su señoría. Hice comparecer al perito Pompeyo Pérez, con el objeto
que revise, e informe a este honorable tribunal, sobre el armamento en poder
del caballo fusilado. Mi sorpresa fue mayúscula, como presiento será la suya,
cuando lea la declaración del Licenciado Pérez que en su parte medular dice lo
siguiente: “Realicé mi examen sobre el equino fusilado que no responde a nombre
ni alias conocido, encontrando que llevaba el siguiente arsenal: una
frontalera, anteojera, quijera, muserola, bocado, barbada sobarba, ahogadero,
gamarra, horcate, collera, tiro, vara, sillín, barriguera, retranca, tijera, grupera,
sufra, rienda, anillo de collera, falsa rienda, portamozo, roseta, cabezada y
brida”. Los datos, aportados por el citado perito, me eximen de todo
comentario. Al respecto, solo quiero agregar, que ni la infiel imputada, ni el
adulterino, desnaturalizado y degenerado, que la acompañaba, en momentos de
producirse el episodio narrado, no registraron ningún comportamiento cristiano,
como hubiese sido, a mi entender, derramar alguna lágrima por la desaparición
intempestiva de su cómplice, el caballo ajusticiado por la ley de la nación. Su
señoría, no me tiembla la mano, al acusar, a estos reos de intentar la
disolución de nuestra nacionalidad y estirpe, de ser cabecillas de una
conspiración sin precedentes, tratando de tomar el poder, para luego esclavizar
a nuestros hombres de bien. ¡La alta traición en una tierra de valientes, se
paga con la vida!
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