Otro mundo es posible
-No me digas que te perdiste cuando desde una terraza los
llenaron de molotov a la cana.
Fredi de la LVR ,
excitado como cuando se juega el clásico River y Boca, describe el Cordobazo.
-Pero ¿qué clase de delegado de práctico sos?...todo Córdoba
está en la calle. En lugar de tanta paja, mirá televisión gilún
Es una iglesia protestante en el barrio de La Boca. La facultad,
después de los últimos despelotes está cerrada. Los amantes de Calvino y de
Lutero nos protegen, nos prestan su cenobio para realizar una asamblea en la
clandestinidad.
Estamos todos, los cánticos desalojan cualquier liturgia.
Vengan de dónde vengan, se aprueban todas las mociones. Nunca he visto tanta
unidad en los contrarios.
1)
Publicar solicitada en los diarios, pidiendo a la población su solidaridad, por
las represalias que somos victimas.
“Se
aprueba”.
2)
Pegatina de afiches alentando la lucha del pueblo cordobés.
“Se aprueba”
3)
Exigencia de liberación de todos los presos políticos.
“Se
aprueba”
4)
Apertura inmediata de la facultad.
“Se
aprueba”
5)
Invitar a los obreros a unirse a nuestra lucha, marchando con nosotros y
abandonando sus fábricas.
“Se
aprueba”
6)
Formar comisiones para garantizar las acciones logísticas y de agitación de
todas las mociones aprobadas.
“Se
aprueba”
Los responsables de comisiones levantan la mano haciendo
proselitismo para que nos anotemos. A los codazos, como muchos otros, trato de
acercarme a una pelirroja, trostkista e infartante que trata de mantener su
diestra bien en alto.
Ya estoy en el grupo de Lali, otros me envidian, pero en el
colectivo no hay lugar para todos. Nuestra misión es sencilla. Distribuir a los
trabajadores de la planta de Winco, los volantes que garantiza otra comisión.
Con Lali y los cinco integrantes (cambiando de bares para no despertar
sospechas), discutimos el operativo. Nos encontramos en barrio norte, Coronel
Díaz y Santa Fe. Dos de los nuestros, esgrimiendo excusas inobjetables, han
desertado sin concluir el recorrido, pero dejando la promesa firme de su
presencia, al día siguiente, en la salida de la fábrica.
Una compañera cargosa y muy fea, discute con Lali a favor
del amor libre. Los tres nos acomodamos en una pizzería. Lali, a pesar de su
troskismo, insiste en que para coger tiene que haber amor, mientras que la
latosa, inoportuna y no dotada, sostiene la legitimidad del ejercicio del sexo
en el “todos contra todos”. Los ánimos se caldean y las voces femeninas trepan
en el salón.
-¡Compañeras!_digo mirando a la pesada_ hay estado de sitio.
Mi intervención minusválida tiene éxito. La insoportable
deja el importe de su consumición, y ofendida, se despide manteniendo el
encuentro para mañana.
Lali y yo caminamos por Las Heras hacia el bajo. Es noche
cerrada. Trato de hablar de nosotros, su proximidad y la soledad de la avenida,
se prestan para pasar al tiempo apasionado. Pero es inútil, no puedo darle
vuelta la página.
Medio mimosa, Lali me pregunta donde queda Winco. ¡Casi me
quedo mudo!:
-En ciudadela.
-Y eso, ¿por dónde es?
-Pasando Liniers.
-¿Es muy lejos?
-¿No conocés Liniers?
-No.
Me callo, guardo mi agresividad revolucionaria en el
bolsillo. Prefiero deleitarme mirando sus formas. Acepta que tomemos un café en
el Blasón, se respira el aroma húmedo de la madrugada. En frente, los bancos de
la plaza lucen parejas achichonadas. El mozo nos sirve las infusiones
relojeando a Lali, pero ella me habla del topo gigio:
-La televisión reemplazó la figura humana por un ratón. En
los hogares, sus miembros, desarrollan emociones, sentimientos y afectos hacia
un animal, que por otra parte, tradicionalmente, da escozor y es símbolo de la
peste. ¿Te das cuenta?, es el imperialismo que utilizando un medio cultural e
invasor, penetra en los hogares obreros para confundir sus sentimientos, al
mismo tiempo que trata de impedir que el pueblo ocupe roles hegemónicos.
Son las dos de la madrugada y yo le sigo prestando mi cara.
No se me ocurre nada para quebrarle la bajada de línea permanente.
Propongo acompañarla hasta la casa. Me dice que no es
conveniente porque está quemada. Insisto. Acepta que lo haga hasta la esquina.
Salimos, esta vez solo caminamos 2 cuadras por la calle Gelli y Obes. Se
despide, hago que retrocedo, pero amparado en una columna de luz espío. Lali
entra a una mansión, tal vez una herencia de un antepasado burgués. Nadie está
exento.
Eduardo Wolfson
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