Se parece al teatro
Escena: “Defensoría de pobres y ausentes”. Ambiente: una
prefabricada dentro del palacio de tribunales. Tiene un único ventanal, cubierto
por espesas cortinas de pana gastada. A modo de bancos, columnas de libros de
jurisprudencia, rodean el escritorio ministerial del defensor, él ocupa la
única y desvencijada silla giratoria del recinto. A su lado el cesto de basura
Personajes
Rogoski: (Defensor de pobres y ausentes) Es una
persona de edad, con dicción gangosa muestra problemas de atención y de
memoria. Viste un par de calzoncillos blancos de media pierna, calzado en unos
zoquetes negros estirados por sendos ligueros. Está descamisado, cubre su torso
con un saco principe de gales prendido en el botón superior.
El Juez: Luce un traje elegante, el resto de la
vestimenta es al tono, contrastando un moño y un pañuelo de vestir estampados.
El Ujier: viste un guardapolvo gris, es movedizo y
muy servicial, nunca se ríe.
El Fiscal: Elegante Sport, Reloj pulsera importante, traba en la
corbata, anillo con engarce de una notoria piedra preciosa.
Abogada privada:
Mujer de 40 años, el cuerpo prominente lo cubre con un traje sastre
Testigo falso (Poeta) destacable traje con chaleco, camisa con gemelos
de oro, sombrero de fieltro, al tono y de ala corta. Peinado para atrás con
gomina
Vendedor de
libros juridicos (Jaimito) Usa traje gastado, zapatos sin lustrar
Comisario:
Uniforme
Acción: (Rogoski se pasea enfundado en un
par de calzoncillos blancos de media pierna, calzado en unos zoquetes negros
estirados por sendos ligueros. El calor sofocante de las primeras horas del
atardecer, lo soporta descamisado, aunque su tórax exuberante y velludo, lo
cubre con un saco principe de gales prendido en el botón superior. Rogoski posa
la vista en su escritorio ministerial, cubierto de polvo añejo, y huellas
dejadas por el culo de los botellones de vino, pátina de realidad que retorna a
su memoria casi agónica, como juergas ebrias y abogadiles. Los golpes a la puerta, no lo sorprenden,
sopla la prótesis que olvidó en el ángulo de la tabla, la escupe, la introduce
en el paladar superior, y la rumia varias veces hasta acomodarla.
El juez: (Observa a Rogoski desde la
entrada, encoge los hombros pensando en su camarada incorregible) - ¿Cuándo te
vas a decidir a pasarle un plumero a estos cachivaches, y cuándo te podré
encontrar vestido decentemente?”
Rogoski: saliva en el cesto de basura sin
contestar.
Juez: -El que seas defensor de pobres y
ausentes no te da derecho a atender a la gente en pelotas.
Rogoski: (la mano derecha la ocupa en
rascarse dentro de la bragueta, utiliza la izquierda para indicar al magistrado
que se siente. al fin argumenta provocando una sonrisa dilatada del Juez) -Los
pobres que vienen acá también están en pelotas, y los ausentes no dicen nada, y
¡Aquí!, son los que sobran.
Ujier: (Entra como un gladiador dispuesto a
dar la vida en el circo romano. Con sus extremidades superiores, sostiene en
abanico seis bandejas de plata, en las que retozan, restos muy cocidos de
lechón. Mientras Rogoski juega a la calesita en la única silla giratoria, el
empleado cubre el escritorio con la mercadería).
El fiscal: (Llega portando seis cuchillas
diferentes, ríe majestuoso).
Rogoski:
(Al ver la sonrisa del fiscal exclama con rencor) -¡Llena de dientes!”
El fiscal: (Exhibe en un paneo las
cuchillas) -Estos filos nos facilitarán la tarea, para tener buenos bocados de
los chanchitos que hoy vamos a deglutir.
El juez: (Toma por sus respectivos mangos a
los diversos aceros, los examina meticulosamente, y expresa) -¿Estos son…?
El fiscal: (Interrumpiéndolo) –Efectivamente.
(Aclara para el ujier y Rogoski) -son las evidencias de los seis asesinatos con
arma blanca del mes pasado.
(Entra la abogada privada imponiendo su
presencia dando vueltas como si fuera una modelo en su desfile. Después del
paseo se dirige al fiscal) -¿No tendrá el señor fiscal una evidencia con el
mango rosa, para que la única dama de esta honorable reunión de los viernes
pueda cortar y saborear bocados de porcino?
Fiscal:
-Nuestra querida abogada, ¿no le teme a la triquinosis?
Abogada privada: (sonríe queriendo seducir) – No le
tengo miedo a las cosas penetrantes
Fiscal: - ¿Se refiere a la evidencia o al chancho?
Abogada privada: (Ofendida) – Le pido señor Fiscal
que recuerde que no solo soy letrada, sino mujer. Deje sus groserías porque
usted sabe que el chancho siempre me interesa, y si me proveen de una buena
evidencia, mejor.
Fiscal:( le alcanza una cuchilla) – se la proveo, es
buena, pero no rosa.
(Llega el testigo falso, con damajuanas de vino
Carlón, el ujier lo ayuda para acomodarlas al lado de cada una de las pilas de
libros).
Rogoski: -Hoy hay que apilar más jurisprudencia y
traer otra damajuana, tenemos un invitado. ( La mirada de los presentes
confluye en la corpulencia abstraída del defensor de pobres y ausentes. El
silencio, se prolonga todavía unos minutos. Esperan atentos y ensimismados la
revelación, mientras Rogoski, se entretiene lúdicamente sacándose las
dentaduras, superior e inferior, enfrentándolas para examinarlas como si
perteneciesen a un rostro desconocido).
El juez: (con fastidio) -Siento mucho interrumpir tu
arteriosclerosis progresiva, mi querido Rogoski, pero ¿nos podrías informar a
que figura excepcional recibiremos este viernes?
Rogoski: (como un niño atrapado en la mitad de una
travesura, esconde atropelladamente sus dientes en la cavidad bucal y
pastosamente expresa) -Se trata de un vendedor de libros jurídicos, a la
mayoría de nosotros, alguna vez, nos ha vendido códigos, mamotretos de leyes
anotados y comentados, que ni siquiera nos hemos tomado el trabajo de
consultar.
(Los contertulios, despistados pero no asombrados,
solo encogen los hombros traduciendo un desconocimiento indiferente. El testigo
falso (alias poeta), pincha una de las aceitunas que acompañan a los lechones,
y antes de probarla, ensaya una sonrisa gardeliana como para entonar “Amores de
estudiante”
Testigo falso: -Un vendedor de libros conspira contra
la cultura popular.
El juez: (Refriega su pañuelo de seda en el
interior de un vaso plástico). -¿Cómo se entiende eso de la conspiración?
Testigo falso: (Pasa su peine de bolsillo
sobre su cabello negro) -yo lo noto, porque cada vez que subo al estrado,
ustedes me hacen preguntas más retorcidas, con palabras a las que no he oído en
mi larga lucha tribunalicia. Y eso, estoy seguro, se debe, a que ahora preparan
el interrogatorio con vocablos que están en los libros que les vende este
señor, que sin consultar, nuestro apreciado Rogoski invitó a esta magnánima y
selectiva asamblea de los días viernes.
El juez: (Toma la damajuana que le
corresponde y llena su vaso, luego construye un gesto de reprimenda, señala con
el dedo índice a Rogoski) -Tiene razón el amigo, esa invitación inconsulta no
es democrática, por lo tanto improcedente, pero la aceptaré porque fue hecha
por el lelo Rogoski, cuya condición me impide discutir.
El fiscal: (Toma a Rogoski del mentón, obligándolo
a reconocerlo) -No se tratará de Jaimito, ese vendedor bolche que intenté
denunciar en la época de la dictadura, para librarme de cuotas que no pensaba
pagarle, pero el muy bolche me extorsionó, exhibiendo un aporte mío a la
campaña financiera de su rojo partido.
Testigo falso: (Se acerca al único ventanal,
corre las espesas cortinas de pana gastada, el entrevero de la luz corta su
rostro apuñalado por las sombras. Medita, y se dirige al fiscal) -Si es
Jaimito, hablás del vendedor ex bolche devenido en menenista, un tipo macanudo
que reconoció las ventajas de la derecha demasiado tarde.
(Lo que parece el principio de una
disertación, queda trunco al irrumpir el propio Jaimito cargando un portafolio
de cuero, con las costuras a punto de estallar y una pila de tomos, cobertura
de una enciclopedia, liada con hilo sisal.)
Rogoski: (Eructa, le da la bienvenida y se
dirige a los presentes, señalando a Jaimito). -Si no fuera por este hombre que
nos trae todas las novedades en cuotas, estaríamos imposibilitados de impartir
justicia”
El Juez: (Carraspea, levanta su copa y
brinda ) -“Salud y amén”.
El ujier: (pasea una de las bandejas con
cerdo por los comensales)
Poeta: (casi murmurando) -Nuestro Juez
garantiza la imparcialidad, no está obligado a garantizar la justicia.
(La masticación y el vino carlón, son reina
y rey, respectivamente, por algún espacio de tiempo. La abogada privada dibuja
una sonrisa que se convierte en carcajada. Todos, contagiosamente, ríen
estrepitosos. Al cesar la risa, sus rostros no tratan de ocultar la ignorancia
sobre el origen de aquella actitud).
abogada privada: -Me acordaba de aquel
divorcio contencioso de esos millonarios de la farándula, que tanto el fiscal
como yo anotamos a Poeta como testigo.
Poeta: (acostumbrado a escuchar con calma,
una virtud contraída en la profesionalidad y praxis de su oficio, calla,
mientras todos, excepto Jaimito, vuelven a reir). - Ese error cometido por
ustedes, casi me cuesta la carrera.
Jaimito: (ignorante del tema que tratan
realiza una interrogación colectiva) -No quiero que lo tomen a mal, pero para
poder participar, me gustaría conocer el error cometido, como dice el camarada
poeta.
abogada privada: ( cruza su mirada con la de
poeta y el fiscal, como buscando un permiso para hablar) - A mis manos, hace
unos diez años aproximadamente, vino a parar un divorcio que tuvo una difusión
magnifica, y que prometía suculentos honorarios. Se acercaban los días de
feria, y pensé que sería lindo tenerlo resuelto antes, para pasar una
vacaciones como corresponden, disfrutando de esos honorarios. Así que hable con
el amigo Fiscal, y combinamos en darle un tratamiento expreso, con el fin de
hacernos ambos de un buen botín. El exiguo tiempo disponible de preparación,
nos impidió, como lo hacemos siempre, combinar por quién iba atestiguar poeta,
por la querella o por la defensa. El resultado es que ambos pedimos su
testimonio. Aquel malentendido, pudo significar un escándalo de proporciones en
el ámbito judicial.
Jaimito: (Piensa en voz alta) -O sea que una
misma persona tenía que atestiguar a favor y en contra de ambos imputados”.
(Rogoski extrae una escupidera de un armario
cercano, la coloca sobre el escritorio, y escupe tres carozos de aceitunas en
ella. El fiscal pasa suavemente la yema del dedo pulgar, probando los filos de
los cuchillos caratulados como evidencia. La abogada privada se engrasa libidinosamente
los labios con cuerito de lechón).
Juez:
(a desgano, corrobora la reflexión) -Exacto. Y debo decir que de todos los
testigos falsos que existen, solo nuestro amigo Poeta es capaz de declarar a
favor y en contra de los antagonistas y viceversa, en el mismo acto, y sin
entrar en dudas razonables. Espero señor Jaimito, con esta descripción, haber
despejado el intríngulis que suscitó sus expresiones a esta venerable mesa.
(Jaimito asiente, pero las arrugas de la
frente, delatan que sobreviven varias dudas en el proveedor para intelectuales).
Poeta (se siente compelido a intervenir con
el ánimo de aclarar) -Usted no debe ignorar estimado Jaimito, que testificar no
es moco de pavo, y tampoco un trabajo para cualquiera. Los que trabajamos de
testigos somos elegidos. La nuestra, como la de las putas, es una de las
profesiones más antiguas, sino fíjese en los que han testificado para Jehová.
Somos héroes difamados en vida, en esto nos parecemos a los políticos, pero a
diferencia de ellos, cuando desaparecemos, nadie construye una estatua para
recordarnos, y nos vamos solos, sin cortejo, solo los de la funeraria alzando
un féretro barato, y tal vez alguna voz que murmura: [un buchón menos]. No hay
quien diga a cara lavada que somos imprescindibles, que sin nosotros, el derrotero
institucional, histórico y jurídico de
la sociedad sería un caos, significaría la guerra de todos contra todos. Por
eso en su momento, tomé este trabajo ingrato como un sacerdocio. Aquel día
atestigüé a favor y en contra de ambos contendientes. En primer lugar para un
esposo ofendido por el adulterio, y en segundo lugar para una esposa no
deseada.
Poeta: (siente su lengua seca, cosa que se
viene repitiendo hace un tiempo y le preocupa, sobre todo, porque nota que ese
malestar puede conspirar con el buen desempeño de la profesión. Decide no
continuar y tomarse un trago de Carlón). –Esta lengua, está pretendiendo
alejarme de la profesión.
Rogoski;(disfruta pellizcando la grasa de un
corte de lechón) -Así es mi querido Jaimito, para la gente no involucrada es
fácil criticar a la justicia y a los justicieros que todos los días batallamos
en ella. Acá el noble Poeta, tiene un trabajo arduo y nada reconocido. La gente
cree que un testigo falso es un vago, que lo único que hace es hablar a favor
del que le paga, y cada vez que un juicio lo requiere. Toda esta confusión que
tienen, es porque ellos ven el final de la película. ¿Pero que sucede mientras
esta se filma? Esos cientos de créditos que aparecen en ella con letra más
chica o más grande, son personas que fueron imprescindibles para realizarla.
Poeta, frente al siguiente juicio, necesita hacer el trabajo de esos créditos. (Rogoski
se quita sus lentes, y sobre los gruesos vidrios esparce la grasa de lechón
pellizcada, sus párpados semicerrados exhiben una mirada de luto).
el juez: -Para que haya testimonio creíble,
el testigo debe tener todas las habilidades de un actor, un director, un
coreógrafo y un productor ejecutivo experto. Tendrá en su momento que recrear
una escena del crimen, justificar porque estaba en ella, testimoniar a favor de
su cliente, tomando la personalidad que la misma demanda. Como actor, debe
componer ese personaje que la trama le exige.
Rogoski: (pasa la manga del Príncipe de
Gales, quitando el polvo sobre un cartelito que extrajo del cajón de su
escritorio. Como descifrando el contenido).
el Fiscal:
(lee en voz alta el letrero que sostiene Rogoski) -Doctor Gerardo Rogoski
Defensor de pobres y ausentes.
Poeta: (apaga un pucho sobre lo que quedó de
un cuerito de chancho, exhala el humo pesado que retiene en la boca) -Con el
Dr. Rogoski nunca pude hacer negocio, no tiene clientes para mí.
Rogoski: (abandona su estado de divague, se quita los lentes tapados con
nubes de cerdo, y dejando a la intemperie unos ojos legañosos de roedor afirma:
-Tenés razón Poeta, en esta prefabricada nunca encontrarás negocios para vos,
pero ambos estamos en el circulo virtuoso de la justicia, entre otras cosas,
desde aquí se brinda el apoyo logístico necesario. Por ejemplo cuando urge
terminar un caso, mi oficina les entrega un pobre, los colegas lo imputan para
convertirlo en delincuente, entonces vos preparás un testimonio irrefutable, y
lo sentencian. Al pobre se le acaban los problemas de alimentos y habitación,
la sociedad vive más tranquila porque tiene un malviviente menos en la calle, y
en las estadísticas disminuye el índice de pobreza. Se trata de un círculo
virtuoso, que comienza aquí, en la defensoría de pobres y ausentes.
(En una piletita el ujier va a lavar los 6 cuchillos
usados en la comida. El fiscal lo detiene)
Fiscal - Bárbaro, esos cuchillos son evidencia, si
los lavás vas a dejarlos sin rastros, y
a nosotros sin pruebas.
(El empleado, sorprendido, deja las armas clavadas en
los restos de lechón).
Jaimito -Veo que ustedes no se toman muy en serio a
la justicia.
Juez (interroga con tono policial) - ¿Por qué lo
dice?”.
Jaimito (observa a Rogoski) - solicito permiso para
desarrollar mi contestación.
Rogoski -Hombre, déjese de formalismos considérese
uno de los nuestros.
Jaimito -no tengo intención de crear resentimiento sobre
lo que puede parecer una crítica, que no lo es.
(Jaimito observa que todas las miradas lo indagan
obligándolo a hablar)
Jaimito -Disculpen, fue solo un exabrupto, sin mala
intención, tal vez producido por la ingestión indebida de carlón y este clima
sofocante.
(Lo escuchan sin parpadear, intenta una pausa breve
para estudiar la reacción de sus oyentes. La actitud sigue siendo la misma,
salvo la de Rogoski, que fuerza a la dentadura fuera de su cavidad bucal a
masticar pedazos de chancho.)
Jaimito (experimenta
al silencio como una demanda para que continúe, y la acata) -Decía, que creo
que no se toman enserio la justicia, porque se reúnen en esta prefabricada,
colocada dentro del majestuoso palacio de tribunales, y que funciona como defensoría
de pobres y ausentes.
Poeta -No se me ponga nervioso Jaimito, yo sé muy
bien lo difícil que es hablar frente a un tribunal, trate de que estas
personalidades no lo intimiden para estructurar su relato. Como diría un
arbitro, siga siga….
(El ujier pone en la mano de jaimito un vaso con
carlón. Luego de algunos sorbos retoma la palabra):
Jaimito -Cuando hablo del palacio y la prefabricada,
estoy corporizando a la desigualdad extrema en el espacio de la justicia, y
considero que esto no es serio.
(La última intervención de Jaimito transfigura rostros. Nace un silencio pesado.
El ambiente impregnado de alientos fétidos es protagonista. Algunas
exhalaciones son la antesala de palabras que emite la sonora y grave garganta
del juez)
Juez -La perversa organización de su pensamiento, mi
estimado Jaimito, solo le posibilita abrir juicios de valor invertidos sobre la
realidad, que en definitiva, es la única verdad. No nos tomamos en serio el
espacio de la justicia, porque este es el de los tribunales, organización que
ha derrotado a su enemigo, el tiempo, ese que todo lo cambiaba, y arrastraba
con sus huracanes a la gente, forjándola a exigir justicia.
(El fiscal toma de una oreja a Jaimito, lo arrastra
hasta el ventanal de la prefabricada, y a viva voz, zarandeando el brazo libre
grita)
Fiscal -En la calle hay desocupados Jaimito, madres
solteras, cartoneros, cuevas que venden dólares y empleados jerárquicos y
ejecutivos que compran dólares. Periódicos que se quejan por la inflación, y
comerciantes furibundos, que corren a sus comercios para duplicar los precios y
aprovechar un pedido a lista vieja. La desigualdad extrema, Jaimito está en la
calle, y como dice nuestro Juez, acá es tribunales.
(Jaimito suda profusamente, su camisa de nylon se le
pega al pecho y a la espalda. Trata de desprender los dedos del fiscal de su
oreja sin conseguirlo. El fiscal arroja a Jaimito, quien cae con convulsiones
en las rodillas de Rogoski. La abogada privada y el ujier, se apresuran a
sacarlo de esta situación, y corriendo un poco al chancho cortado, lo acuestan
sobre el escritorio. Los estremecimientos comienzan a cesar paulatinamente. Las
miradas se posan golosamente sobre el cuerpo de Jaimito.)
La abogada privada -Cuánta sabiduría hay en las
palabras de su señoría (el juez se muestra halagado) nos está diciendo
apreciado Jaimito que la
Organización vence al tiempo. La inquisición es parte de
nuestra historia, por lo tanto, constituyente de nuestro presente. No le voy a
negar que nuestro procedimiento es lento, pero para remediarlo, la naturaleza
nos puso las metástasis que culmina con la herejía.
Rogoski (toma
uno de los cuchillos clavados en el chancho, pasa una servilleta sucia sobre el
filo, y se lo extiende al Fiscal) -Es para que no le provoque infección.
(El fiscal lo clava con impetu en el muslo derecho de
Jaimito, que lanza un grito agudo, ensordecedor. El ujier no espera el fin del
alarido, para hundirle otro cuchillo en el muslo izquierdo. Otros dos van a
parar a los hombros llevados por las manos de Rogoski y Poeta. La abogada
privada elige los genitales, mientras que con el último cuchillo, el Juez, como
si se tratara de un hábil cirujano, penetra su corazón. Señalando bienestar, un
suspiro generalizado inunda el ambiente. Las pupilas brillantes de los
presentes observan con gula el cuerpo acuchillado e inerte de Jaimito. Rogoski,
ceremoniosamente, extrae los cuchillos, los entrega uno a uno a sus compañeros)
Rogoski (Enajenado, exclama a modo de epitafio) -Cuando
estás seguro que llegaste al fin del mundo, entonces te das vuelta, y este
comienza.
El juez (vuelve a introducir su utensilio en el
corazón y con un movimiento de afloje, agranda la herida, hasta extraer una
porción) - sumense al desguace. A mi siempre me encantó la pechuga.
(El escenario se oscurece. Al volver la luz, todos
están relajados, de Jaimito quedan huesos, y su ropa hecha jirones. El Juez,
satisfecho, enciende un puro digestivo que acompaña con tragos de carlón).
La abogada privada (Masticando se queja) -Estoy
manducando unos bíceps más duros que lo pensado.
Poeta (Reflexiona) -Y, el hombre levantaba libros y
eso no es moco de pavo”.
(El ujier pide con gestos permiso a Rogoski, y luego
se dirige a su señoría)
Ujier -Creo que es hora de llamar al comisario.
(el juez accede agachando afirmativamente la cabeza).
Comisario: (entra extiende la mano a cada uno,
agregando una reverencia y juntando los talones.
Rogoski (Se lamenta) -Pero no le hemos dejado nada
sabroso a nuestro auxiliar.
Poeta (justifica) -Pasa que el Jaimito tenía poca
carne, no alcanzó para todos.
Comisario -les recuerdo señores que atravesamos
tiempos democráticos, que resultan ser mucho más burocráticos que los
anteriores, así que necesitaría unos cuantos datos más para darle un destino a
esa osamenta.
Rogoski -No se
preocupe, acá en la defensoría lo registramos como ausente, y si los
antropólogos lo descubren, se lo devolvemos a los familiares y lo borramos del
registro.
Comisario (observa los restos de Jaimito diseminados
entre los del chancho) - Les advierto, que si bien, mi gente y yo somos
expertos como auxiliares del trabajo sucio, en estos tiempos, por falta de
presupuesto, no disponemos de todos los elementos necesarios que la tarea
demanda.
Juez (exasperado) -Vamos comisario, pero que le pasa
con tantos remilgos, acaso nos cree sus enemigos, piensa que lo del presupuesto
es cosa nuestra, usted sabe muy bien que los nuevos vientos también nos
arrastran.
Comisario (escucha erguido con respetuosidad) -pero
su señoría, comprenda, nos faltan bolsas mortuorias, guantes apropiados y
palas”
Juez (pasa revista sobre el comisario) -Sea creativo
carajo, a falta de bolsas mortuorias, buenos resultan los embalajes de plasma,
para guantes, bolsitas de polietileno, y para las palas, sus gorras. ¡Vamos!
Levanten todo, dejen limpio el boliche de Rogoski, y las sobras de chancho y de
lo otro me lo tiran en cualquier hueco, de esos que construyen las comadrejas
grandes
Abogada privada (En tono seductor se dirige al
comisario) –No quiero que las palabras de nuestro ponderado Juez dejen en el
Comisario una mala impresión. Estoy de acuerdo con usted que soplan otros
vientos y que lo billetes del presupuesto vuelan a otras manos. Pero tenga en
cuenta mi seguro servidor, que estas reuniones, las hacemos porque somos la
resistencia. El vernos unidos, es la forma que hemos encontrado para mantener
nuestra consigna: “Estamos en contra de la pena de muerte con juicio previo”.
FIN
Eduardo Wolfson
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