Siempre que llovió...
Capítulo III
Novela inaudita de Eduardo Wolfson
El canal
local montó un show ómnibus. La lectura tediosa de las donaciones, era matizada
con visitas de artistas prestigiosos, sorteos, preguntas y respuestas, móviles
en la villa, reportajes a los padres de la victima, a los vecinos, a sus
compañeritos de colegio, a su maestra, al médico que concluyó la trágica
amputación.
Al
afortunado compañero de Virginia lo maquillaron, lo depositaron sobre una
banqueta en el área central del plató. El chico fue rodeado por modelos
esbeltas y rubias, salvo una, la de piel oscura, brillante como el ébano.
Las
señoritas, esparciendo en sus anatomías un vestuario muy ligero, junto al
conductor del programa, azuzaron a Juan con un pormenorizado cuestionario:
-¿Querés más a Virginia, ahora que te salvó la vida?
-¿…?
-¿Vos hubieras hecho lo mismo por ella?
-¿…?
-¿Estás triste porque tu compañerita no te va a acompañar más por la vía?
-¿…?
-Si tuvieras edad para casarte ¿Te
casarías con una chica discapacitada?
Asustado, confundido, Juan exploraba
conteniendo el llanto a las que lo cercaban. Por momentos, no lograba impedir
que las lágrimas brotaran descendiendo por sus mejillas, entonces, la cámara
tomaba un primer plano de su rostro, exhibiendo una mirada dura y una boca
crispada. Mientras tanto, en el zócalo de las pantallas transitaban los
resultados de los partidos de fútbol.
El locutor, con voz ambarada comunicaba las donaciones y sus donantes:
-Nuevas donaciones de nuestro empresariado local,
profundamente solidario con nuestra heroica Virginia. Señores, la empresa
“Roof-ceiling” ofrece techar su nuevo hogar. Sabemos que nuestra gente no va a
desamparar a esta niña valiente, ya tenemos el techo, ahora solo nos falta la
casa.
El instituto británico “Islas Malvinas”, ofrece
una beca de estudios en la sucursal de nuestra ciudad por un año.
“Medical Traveler”, dona una cobertura de urgencia
en salud, para todos los viajes que Virginia realice al exterior.
“Snow
plays”, ¡la agencia de turismo de la ciudad!, nos hace llegar un par de
estadías para Virginia y un acompañante, que supongo será su señora mamá, para
visitar las nada despreciables pistas de esquí Chapelco. Como ustedes imaginan,
este no es un obsequio barato. Pienso que allí nuestra heroína, una niña que
habita el gris de la pobreza en los extramuros, se asombrará, admirando las
proezas que realizan quiénes han elegido este deporte.
El público presente en el estudio,
excitado con la descripción de los obsequios, ensalzaba la difusión de los regalos
con aplausos sostenidos.
Con el pasar de las horas, el
animador del programa, muy profesional, se esforzaba para mantener intacto su
caudal de voz. Cada tanto, exhibiendo emotividad, haciendo gala de falsetes,
destacaba la palabra solidaridad: “la
solidaridad de nuestra gente”, “nuestros empresarios solidarios”, “la cruzada
solidaria”.
En algunas
ocasiones, eufórico, conmovía a la audiencia con frases repentinas de su
autoría. “Nuestra Virginia”, “Virginia es
la exposición de la bondad que existe estoy seguro, en cada uno de nuestros
corazones” “Virginia con su arrojo nos dice que no todo está perdido.”
Ese fin
de semana, continuaron llegando donativos, dádivas, ofrendas, subvenciones, limosnas
y otras yerbas.
Entre
imágenes, reportajes, autores que creaban canciones para la oportunidad y coros
que las entonaban, las cortesías para Virginia fueron creciendo. Desde arreglos
florales, pasando por una enciclopedia de 36 tomos y dos apéndices, hasta un
juego de comedor.
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