Siempre que llovió...
Capítulo IV
Otra entrega de la novela inaudita
de Eduardo Wolfson
La conocida actriz local, en voz alta, reflexionó para la audiencia:
-Virginia
perdió sus piernas para convertirse en una celebridad.
La noticia de último momento, para obstaculizar el discurso de la actriz,
llegó como anillo al dedo a la modulación brillante de la conductora:
-Un
sanatorio privado la rescató de la insuficiencia del hospital público. Nuestra
maravillosa Virginia acaba de ser trasladada al Sanatorio Privado Community,
sus directivos han expresado que esa institución se hará cargo de todos los
cuidados e intervenciones necesarias para su recuperación, sin que ello demande
ningún tipo de gastos para la humilde familia de la criatura. Por favor, fuerte
ese aplauso, para premiar a estos abnegados profesionales de la salud.
Un primerísimo primer plano sobre el rostro de la actriz, detectó una
lágrima que atraída por la ley de gravedad, construía un surco en el maquillaje
con desembocadura en la comisura de los labios. La sensibilidad expuesta por la
estrella no pasó desapercibida para el conductor, quién ponderó:
-Estas
son horas de dolor. Yo sé que nuestro público cree que la gente famosa no
siente, que son insensibles construcciones mediáticas para animar una puesta en
escena. No es así, son seres humanos que sufren. La prueba la capta nuestra
cámara, y es el llanto, que sin mediar palabras acude a nuestra invitada.
La actriz,
visiblemente emocionada por los conceptos vertidos, acota:
-Que gran
verdad expresaste. Las dudas sobre el futuro de Virginia me acosan y laceran.
Me pregunto y me martiriza pensar, ¿si tendrá alguna vez esta niña relaciones
sexuales satisfactorias?
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