Obra inaudita e inedita de Eduardo Wolfson
La
programación general de esos días, tuvo como epicentro a la ciudad provinciana.
Los medios cubrieron, cada uno con su estilo el evento desgraciado,
transformándolo en el suceso de mayor convocatoria.
Los de
más audiencia desplegaron móviles en cada uno de los puntos de interés. En
guardia y sumamente atentos, se afanaron por describir todo el dolor posible, a
través de una palabra o de una imagen. Entre el gentío, los productores trataban
de localizar y cautivar algún personaje con hechura de degenerado, héroe,
asesino, culpable, mártir, para servir de evidencia al discurso inspirado del
entrevistador.
Cada
tanto, amontonaban una cantidad de vecinos de la villa, incitándolos a gritar
en forma intermitente y apasionada, la palabra “justicia”.
Estas
notas, iban diluyéndose, según las preferencias del cameraman de turno: algunos
elegían trasladar la lente desde las personas hacia un perro famélico, otros
perderse con ella por un hilo de agua oscura reflejando desvencijadas casillas
de cartón y chapa.
El
directivo de un canal, convertido en energúmeno, gritaba por los pasillos:
-Lágrimas,
sangre, hay que entretener a la audiencia, toda la carne al asador, todos los
periodísticos y los de entretenimiento, ¡los dedican a la negrita amputada!
Un
médico nutricionista capitalino, que gracias a su habilidad con el marketing se
proporcionó notoriedad, y una nada despreciable fortuna, fue invitado a dar su
impresión en un programa especial, en vivo, transmitido por un canal de aire
nacional.
El
doctor, cuya fama y popularidad, lograron que conquiste un cargo electivo, vistió
para la ocasión un elegante sport, blazer azul con escudos estampados en los
botones, un pantalón gris perla de alpaca, zapatos negros de charol, una camisa
celeste con puños cerrados por sendos gemelos dorados, poseedores de una
lágrima rubí. Con el atuendo, contrastaba una corbata a franjas en diagonal con
los colores de River Plate, que siempre usaba como cábala los días que su
equipo jugaba.
–
Me
siento orgulloso por la heroicidad de Virginia -Improvisó
el facultativo y luego atacó- como no compadecerse
por la suerte corrida por esta criatura. Pero creo que no todo está perdido,
que la acción de la niña significa ante todo una lección ética para todos los
adultos de nuestro país, y un llamado de atención impostergable para la clase
política.
-Visiblemente emocionado expresó- Estamos asistiendo en el confort de
nuestros hogares, a esas imágenes desgarradoras sobre nuestra infancia
indigente, que como un espejo sincero, nos devuelve el televisor.
Yo me pregunto: ¿Es posible permanecer
indiferente frente a este escenario ruin?
Hemos visto a esas criaturas,
harapientas, desabrigadas, sin calzado, mal alimentadas. Creo que es un
tremendo error pensar o buscar, quiénes son los culpables, para que se haya
llegado a semejante situación. En forma urgente debemos como sociedad
organizarnos y llevar nuestra solidaridad para sanar esas heridas, y tratar que
desde afuera, nunca se vean esas cicatrices dándoles motivos para juzgarnos.
El programa, era conducido por un
periodista sin sonrisa. La audiencia cavilaba sobre si se trataba de un estilo,
de un problema de carácter o simplemente de una ausencia de dentadura.
Lo acompañaba una actriz,
contratada como contrapeso. Ella siempre reía. Por lo general, las cámaras la
encontraban con una mano tratando de alargar su pollera corta y con dos dedos
de la otra, arqueando las recién estrenadas pestañas postizas. Ambos, el
periodista y la actriz, se auto interrumpieron intentando formular una
pregunta. Al final ganó la dama:
- Dr. ¿Piensa que
nuestra querida Virginia necesitará de los cuidados de una dieta especial para
su recuperación?
El médico tomó su tiempo para
responder, cruzó sus piernas, alisó su corbata, miró hacia la tribuna con
público presente, se acomodó el micrófono que llevaba en la solapa, carraspeó,
y por fin, en un primerísimo primer plano formuló:
-Todos
necesitamos cuidados especiales en nuestras dietas.
Yo siempre sostuve que cualquier abuso
no es bueno para nuestra salud, para nuestros cuerpos. Claro, no a todos nos
hace bien ingerir lo mismo, eso dependerá de cuales sean nuestras fortalezas y
nuestras debilidades, y éstas, se encuentran íntimamente relacionadas con el
tipo de actividades que desplegamos habitualmente y con el medio donde las
desarrollamos.
Virginia es todavía una niña que ya
transita el camino que la convertirá en mujer. Por lo tanto uno podría decir
que su dieta debe tener de todo en un sabio equilibrio. Pero el profesional que
así recete se está olvidando de algo fundamental, que nuestra hermosa y querida
Virginia llevará desde ahora en adelante una vida sedentaria.
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