Usted extrañará la ausencia del capítulo XXV, o no lo ha leído. Si quiere consultarlo, solo debe dirigirse a " Capítulo de novela" de el 6 de febrero de 2013, a continuación de la síntesis argumental . Hoy le ofrecemos el capítulo XXVI de esta apasionante novela inaudita e inédita de Eduardo Wolfson.
"Siempre que llovió..."
Capítulo XXVI
En el
país no quedó espacio gráfico, ni imagen, ni éter, ni difusor, para advertir,
por ejemplo, que El FMI había entrado una vez más por Ezeiza
dejando un inventario de nuevos ajustes, recortes, podas, apretadas, presiones,
adaptaciones, componendas, encajes, amenazas. Ni tampoco para decir que dicha
lista fue elogiada, alabada, celebrada, preconizada, aprobada, recomendada,
aplaudida, adulada, glorificada, encomiada y cumplimentada por el primer
mandatario de la nación, sus señores ministros y ambas cámaras del parlamento.
Gracias
a los medios de comunicación, las ciudades y los pueblos de todo el territorio
fueron invadidos por el fenómeno “Caramelos a granel”, sin dejar resquicio
alguno, por el cual pueda colarse otra noticia inquietante.
En las
puertas de las Iglesias, se agolpaban madres rodeadas por chicos, cargando a
sus hijos pequeños. Todas cuchicheaban lamentando el infortunio, o glorificando
la heroicidad de la niña amputada. En los cafés, las oficinas y algunas
fábricas que sobrevivían, los parroquianos, empleados y obreros, intercambiaban
opiniones acerca de la responsabilidad de los ferrocarriles en la tragedia,
sobre la falta de controles por parte del Estado, de la mínima conciencia que
poseía el conductor de la máquina infernal.
En las
calles, en los negocios, en las casas, un desprevenido podía enfrentarse a
situaciones insólitas. En cualquier sitio, una aglomeración de individuos
frente a un televisor, entorpecía el tránsito.
Las
peleas se transformaron en moneda corriente, la gente discutía por teléfono,
chateando y llegaba hasta el enfrentamiento físico en plena vía pública.
La
furia que los enfrentaba respondía a una multiplicidad de síntomas. Con el
canillita, porque no le guardó el semanario especial, con el de adelante,
porque su cabeza grande no le permitía visualizar el enfoque a la entrada del
sanatorio en la TV ,
con la novia, porque no quería otra cosa en el albergue transitorio, que ver el
noticiario.
La
furia que los enfrentaba conocía una multiplicidad de síntomas pero una misma
causa: El fenómeno “Caramelos a granel”.
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