sábado, 6 de julio de 2013

Capítulo de novela

"Siempre que llovió..."
Capítulo XXIII

Obra inédita e inaudita de Eduardo Wolfson

El automóvil viejo con dos parlantes enormes sobre el porta equipajes, salió a las calles a pasar discos de tango y rock.
Don Pedro se convenció que aquella extraña invasión, no tenía ningún parentesco cercano con su teoría sobre las alucinaciones colectivas. Otro jubilado amigo, fue quien le abrió los ojos:
-¿Qué alucinación?, es la pura realidad, esta piba con su desgracia nos trajo suerte. Vos la propaladora la tenés, lo único que necesitas es hacerla funcionar y llenarte de plata.

Sin perder un instante, entusiasmados con la perspectiva de la gran travesura, entraron al garaje. Plegaron la lona que lo cubría, y le dieron otra vez vida a ese Ford 40.
Don Pedro se dedicó a ajustar y lubricar todas las piezas necesarias para accionar al vehículo. Mientras tanto, el amigo, lustraba con fruición la chapa negra. Los ojos celestes y chiquitos de Don Pedro cobraron picardía, sintió que esa, su herramienta de trabajo arrumbada hace años, reaparecía devolviéndole su juventud.
El tan cacareado progreso y su avance tecnológico, dejó inútiles a máquinas y hombres. El advenimiento de la televisión y emisoras FM, traídas por poderosos grupos económicos a la ciudad, le asestó una puñalada mortal a la propaladora, ese medio de comunicación casero que informaba, entretenía y levantaba pedidos de publicidad en la misma calle, recorriéndolas todas y deteniéndose en cada esquina.
Excluido, con una pequeña pensión, Don Pedro, curioso, se consagró a coleccionar un índice de fenómenos sin explicación, con el objeto de sustanciar y brindar andamiaje, a una teoría propia sobre la alucinación.
Luego de dar unas patadas cortas sobre el acelerador y presionar el burro de arranque, el motor, por fin, produjo con su ritmo algarabía. Saltos, abrazos, risas, como dos chicos, y también, algunas lágrimas por la emoción en los dos hombres.
En un plato colocaron el primer disco, y la voz inconfundible de Carlos Gardel anunció el retorno.
Esa mañana, por la avenida, vecinos y forasteros escucharon en la voz del zorzal criollo “Volver...con la frente marchita...las nieves del tiempo...”. La sorpresa, se manifestó con un aplauso cerrado y extendido, que la gente brindó al paso lento del Ford.
En un cruce de calles, don Pedro se detuvo, extinguiendo en un murmullo la fonación del morocho. Por los parlantes, esta vez se escuchó su propia voz. La emoción, al principio, quiso jugarle en contra. No pudo imponer de entrada, su acostumbrada exclamación de trueno. Lo que se amplificó desde su garganta, fue un sonido agudo con palabras pronunciadas en medio de una tormenta de falsetes. Más tarde pudo por fin afirmarse y hacer su propio anuncio:
-Señores, en la propaladora de Don Pedro su anuncio es escuchado y se le presta atención. Escriba ya lo que desea comunicar, tráigalo hasta el viejo Ford, y por un peso, lo repetiré hasta el último rincón. 

A su paso recogió frases escritas de todo tipo, acompañadas cada una por su propia moneda.
”No gaste de más, estampe en su remera la foto de Virginia que prefiera, lo esperamos en el caballete 15 de la calle principal”
”Sí te sentís tensionado, relájate en la casa rodante patente AZC 358. Veterana...pero con toda la experiencia”.
”Alfajores Virginales. De dulce de leche, chocolate, crema y frutales. No se vaya de la ciudad sin probarlos. El Bosque 276 Dto. 2, Pregunte por Doña Cata.”
”Esta noche en el Club Mandinga... Gran baile Gran, a beneficio de la criatura amputada.
Y a manera de chanza, Don Pedro culminaba el aviso:
“El que no baila esta noche es un tullido”.

Pisada a la tanda de promociones, la gente vibraba con cuatro días locos, cantado por Alberto Castillo, y a continuación, Don Pedro, esta vez grave y marcial, imponía el halo de respeto necesario, a su próximo anuncio:
”Mujeres de nuestra ciudad, pertenecientes a la asociación, Adoratrices de Virginia Amor y Vida, invitan a la población y a sus visitantes a hacer su ruego, depositando su ofrenda en el santuario erigido a esos efectos. Las 24 horas del día estas damas los esperan en la curva heroica”

”Todavía no probó el agua que ennoblece. Lo esperamos en la canilla 35 de la villa. Es el agua que bebe Virginia. Trayendo su frasco solo gastará un peso.”

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