"Siempre que llovió..."
Capítulo XXIII
Obra inédita e inaudita de Eduardo Wolfson
El
automóvil viejo con dos parlantes enormes sobre el porta equipajes, salió a las
calles a pasar discos de tango y rock.
Don
Pedro se convenció que aquella extraña invasión, no tenía ningún parentesco
cercano con su teoría sobre las alucinaciones colectivas. Otro jubilado amigo,
fue quien le abrió los ojos:
-¿Qué
alucinación?, es la pura realidad, esta piba con su desgracia nos trajo suerte.
Vos la propaladora la tenés, lo
único que necesitas es hacerla funcionar y llenarte de plata.
Sin
perder un instante, entusiasmados con la perspectiva de la gran travesura,
entraron al garaje. Plegaron la lona que lo cubría, y le dieron otra vez vida a
ese Ford 40.
Don
Pedro se dedicó a ajustar y lubricar todas las piezas necesarias para accionar
al vehículo. Mientras tanto, el amigo, lustraba con fruición la chapa negra.
Los ojos celestes y chiquitos de Don Pedro cobraron picardía, sintió que esa,
su herramienta de trabajo arrumbada hace años, reaparecía devolviéndole su
juventud.
El tan
cacareado progreso y su avance tecnológico, dejó inútiles a máquinas y hombres.
El advenimiento de la televisión y emisoras FM, traídas por poderosos grupos
económicos a la ciudad, le asestó una puñalada mortal a la propaladora, ese
medio de comunicación casero que informaba, entretenía y levantaba pedidos de
publicidad en la misma calle, recorriéndolas todas y deteniéndose en cada
esquina.
Excluido,
con una pequeña pensión, Don Pedro, curioso, se consagró a coleccionar un
índice de fenómenos sin explicación, con el objeto de sustanciar y brindar
andamiaje, a una teoría propia sobre la alucinación.
Luego
de dar unas patadas cortas sobre el acelerador y presionar el burro de
arranque, el motor, por fin, produjo con su ritmo algarabía. Saltos, abrazos,
risas, como dos chicos, y también, algunas lágrimas por la emoción en los dos
hombres.
En un
plato colocaron el primer disco, y la voz inconfundible de Carlos Gardel
anunció el retorno.
Esa
mañana, por la avenida, vecinos y forasteros escucharon en la voz del zorzal
criollo “Volver...con la frente
marchita...las nieves del tiempo...”. La sorpresa, se manifestó con un
aplauso cerrado y extendido, que la gente brindó al paso lento del Ford.
En un
cruce de calles, don Pedro se detuvo, extinguiendo en un murmullo la fonación
del morocho. Por los parlantes, esta vez se escuchó su propia voz. La emoción,
al principio, quiso jugarle en contra. No pudo imponer de entrada, su
acostumbrada exclamación de trueno. Lo que se amplificó desde su garganta, fue
un sonido agudo con palabras pronunciadas en medio de una tormenta de falsetes.
Más tarde pudo por fin afirmarse y hacer su propio anuncio:
-Señores,
en la propaladora de Don Pedro su anuncio es escuchado y se le presta atención.
Escriba ya lo que desea comunicar, tráigalo hasta el viejo Ford, y por un peso,
lo repetiré hasta el último rincón.
A su
paso recogió frases escritas de todo tipo, acompañadas cada una por su propia
moneda.
”No gaste de más, estampe en su remera la foto de Virginia que prefiera, lo
esperamos en el caballete 15 de la calle principal”
”Sí te sentís tensionado, relájate en la casa rodante patente AZC 358.
Veterana...pero con toda la experiencia”.
”Alfajores Virginales. De dulce de leche, chocolate, crema y frutales. No
se vaya de la ciudad sin probarlos. El Bosque 276 Dto. 2, Pregunte por Doña
Cata.”
”Esta noche en el Club Mandinga... Gran baile Gran, a beneficio de la
criatura amputada.
Y a manera de chanza, Don Pedro
culminaba el aviso:
“El que no baila esta noche es un tullido”.
Pisada a la tanda de promociones,
la gente vibraba con cuatro días locos, cantado por Alberto Castillo, y a
continuación, Don Pedro, esta vez grave y marcial, imponía el halo de respeto
necesario, a su próximo anuncio:
”Mujeres de nuestra ciudad, pertenecientes a la asociación, Adoratrices de
Virginia Amor y Vida, invitan a la población y a sus visitantes a hacer su
ruego, depositando su ofrenda en el santuario erigido a esos efectos. Las 24
horas del día estas damas los esperan en la curva heroica”
”Todavía no probó el agua que ennoblece. Lo esperamos en la canilla 35 de
la villa. Es el agua que bebe Virginia. Trayendo su frasco solo gastará un
peso.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario