"Siempre que llovió"
Capítulo XLII
Otra entrega semanal de la obra inaudita e inedita de
No
alcanzó el esfuerzo ingente por mantener aquel volcán en erupción. El fenómeno
acabó por extinguirse. A pesar de urdir tácticas y estrategias, de llevar a
cabo acciones enérgicas, los habitantes de la ciudad, no pudieron atrapar para
siempre la agenda de los medios de comunicación del país.
Nadie acertó a precisar, en que momento comenzó la
perdida de interés. Sin embargo, para especialistas en lecturas cuantitativas,
los gráficos, presentaban sin error al punto máximo de atención como una
meseta, lo que señala en palabras sencillas, la permanencia total del fenómeno
en un periodo prolongado de tiempo.
En el interior de ese sosegado altiplano, en la
cúspide de aquel entrecruzamiento entre abscisas y ordenadas, otros científicos,
logrando un acercamiento mayor, visualizaron otros picos, que daban cuenta de los
altibajos de captación, según los sucesos colaterales producidos.
Por ejemplo: en aquel episodio que tuvo como
protagonista al Presidente de los ferrocarriles, traído por la fuerza pública
para declarar, se comprobó, el retorno a la ciudad de periodistas de medios
chicos, que por falta de recursos, tuvieron que abandonar la posta en su
momento.
En esa ocasión, la policía local se reforzó con
miembros de la Federal
y gendarmería. Todos los servicios urbanos prácticamente colapsaron. El municipio
recurrió a la habilitación de galpones, preparados usualmente para guardar
maquinaria, con el fin de alojar a visitantes que no encontraban sitio en
hoteles, pensiones, o casas de familia.
También la flecha de los gráficos atravesó las
señales máximas, la semana de la rebelión popular, cuando el conductor del
tren, fue citado como testigo en la causa. En
la jornada de la comparencia, el canal de los cartelones rojos y letras huecas,
reiteró en forma intermitente: “Después
de declarar, el mutilador de Virginia quedará en libertad”.
A ciencia cierta no hubo certezas. Algunos
especialistas opinaron, que fue el titular catástrofe, culpable de excitar la
indignación de los pobladores, tanto, como para crear una turba, dispuesta a
buscar justicia por mano propia. Sin embargo, otros, indicaron que se trató de
una movilización teatral, organizada por los dirigentes de las asociaciones
gastronómicas, hoteleras y comerciales, con el propósito de agitar pasiones e
impedir, una baja en la recaudación diaria. Cualquiera fuese el origen de la
resistencia, esta cumplió sus objetivos.
Los medios volvieron masivamente a la ciudad
buscando su espacio para registrar la sedición. Si bien hubo disparos de gases
lacrimógenos, por parte de las fuerzas de seguridad, y algunos lanzamientos de
piedras por parte de la población, no se opacó la semana, que según los
encuestadores consultados, registró una consumición sin precedentes en todo el
territorio.
Cabe destacar que en dicha rebelión, los médicos
del hospital municipal por fin tuvieron su hora. Sus rostros, voz y
pensamientos fueron emitidos, difundidos y escritos en todo el país, frente al
deseo de los medios por informar sobre el estado de los heridos en la revuelta,
las altas, la gravedad de los internados, las posibles defunciones de vecinos y
de otros bandos.
La actividad,
cobró nuevos bríos también, la vez que una dama mayor, de reconocida prosapia
familiar, acarició el rostro de Virginia en la Iglesia Catedral , para luego
manifestarse salvada. Según sus declaraciones, el mal que la aquejaba era
incurable. El milagro corrió como reguero de pólvora. Nuevamente la ciudad fue
invadida.
Encuestas
a los visitantes, permitieron descubrir a un gran número con origen en países
limítrofes. Las agencias de viajes locales, se transformaron en receptoras de
contingentes enviados en vuelos charter, por sus colegas de toda América. El
ejército y la gendarmería, prestaron apoyo logístico para albergar y dar de
comer a precios módicos.
La
muchedumbre anhelaba halagar a la mutilada, y obtener a cambio, la retribución
de su deseo. Para tal fin, en las escalinatas de la Catedral , damas
católicas, autollamadas “Adoratrices de
Virginia Amor y vida”, instalaron una casita de acrílico translúcido, con
entrada y salida. En su interior, Virginia reposaba sobre una camilla.
Formando
una fila india de final imperceptible, creyentes y curiosos esperaban su turno.
Al llegar, la mayoría trataba de prolongar la caricia, lo que les era impedido
por las devotas organizadoras.
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