En las próximas semanas,
iré describiendo a los personajes centrales de mi novela “Comesandwich”,
inédita, por supuesto.
Yaco ¿Fundador de
Comesandwich?
Muchos lo han negado y
otros se atrevieron, sin medir las consecuencias, a señalar a Yaco como el
fundador de Comesandwich. Después de hurgar un tanto en fechas, lugares y
acontecimientos, estoy seguro que es uno de los candidatos más firmes. Cuándo
lo conocí, era sin duda el referente de aquella heterógenea hermandad. Su figura
patriarcal reforzaba esa imagen. Alto, panza prominente, calvicie avanzada,
cuidada barba y bigote blanco. Gran parte de su vida transcurrió sosteniendo
tres pilares: la religión, la cultura y el mantenimiento de una posición
económica. Era hijo de un rabino de gran prestigio en la comunidad judía.
Contaba poco de su infancia, siempre recordaba los hechos sangrientos de la
semana trágica. Entonces, sus ojos siempre vivaces perdían brillo, ese estado
de ánimo duraba lo que tarda en desaparecer un suspiro. La voz de Yaco era
potente y grave, proveniente de un porte fisico que en todo momento se hacía
notar.
Estudió ingeniería y se
especializó en suelos. Se casó con una muchacha judía aficionada a las artes
plásticas. Su fortuna personal fue en aumento mientras venían al mundo tres
hijos.
El balance lo hizo en el
balcón terraza de su piso de Belgrano. Sintió que 70 años se le esfumaron como
arena fina entre los dedos. 40 años pasaron de la compra, cuando todavía el
edificio era solo un proyecto. Al inaugurarlo, pisó su balcón terraza del
último piso y como lo previó, tuvo ante
sí un gran paisaje de verdes que se desdibujaban en un río que divisaba a un
kilómetro y medio. La libertad visual de aquella extensión, fue la certeza de
muy pocos días.
Sentado en la reposera,
lo inquietó el trabajo de unas excavadoras en el terreno de enfrente. Así
surgieron grandes estructuras de hormigón que avanzaron hacia el cielo, rodeando
su balcón terraza. En pocos días, Yaco se sintió vigilado por seres, que
se amparaban detrás de cientos de ventanitas. Los hijos crecieron. Por una
razón u otra, atávica tal vez, vaya a saber, todos abandonaron, no solo el
hogar paterno, sino también el país. A lo mejor, tradicionalmente errantes,
quizás perseguidos, puede ser.
Lo que vino después, Yaco
no supo sí se debía pura y exclusivamente a la crisis económica o a su
incapacidad personal para retener lo hecho. En la mesa del comedor, comenzaron
a acumularse cuentas de servicios vencidas, demandas judiciales, peticiones de
embargo.
Con ese extraño síntoma de saberse vigilado,
desde esa reposera en el balcón, Yaco me relató que supo esa tarde que en ese
sitio estaba acabando como un rito su pasado, incorporándose un después, tan
solo una mueca que iba a permitir cambiar su destino, antes de entrar en el
guiness de los records.
Yaco reconoció dos
debilidades, la de regodearse viajando lujosamente, y la de sentarse a buenas
mesas, probando las bebidas y comidas más exóticas y finas al paladar. En ese
instante de balance, registró que durante un tiempo prolongado estos deseos se
cumplieron. Efectivamente, gracias a su holgada economía, pudo conocer las
grandes capitales del mundo, los mejores hoteles y los restaurantes
tradicionales de cada lugar. Pero con todo, Yaco sintió que nunca pudo gozar
totalmente de esos placeres. Como una revelación divina, desde lo más oscuro de
su inconsciente surgió la causa. ¡Siempre tuvo que pagarlo todo! Juntar el
dinero a utilizar, le llevaba mucho más tiempo que gastarlo. El primero era un
tiempo que le parecía eterno, el segundo efímero. La posibilidad de darse
placer se esfumaba como el segundo tiempo.
La solución vino como un
relámpago del cielo. Yaco abrió los brazos como para alertar a su esposa, pero
se arrepintió. Por más que amaba a esa mujer, se dio cuenta que ella no podía
estar contenida en su proyecto. Yaco se había propuesto viajar, hospedarse,
beber y comer de lo mejor hasta el fin, sin gastar jamás un solo peso, y un
viajero, necesitaba despojarse de todos los bagajes acumulables y de todos los
sentimientos para poder disfrutar, para que ninguna preocupación, enturbie la
posibilidad del maná permanente.
Eduardo Wolfson
¿Y porque no? "comeSANGUCHES" ¡No a la extranjerización!
ResponderEliminarLos protagonistas, son gente refinada que sentirían como un insulto llamarlos de la manera que propone, sobre todo para su pensamiento nacional
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