Piolín y
carretel
Soy el
piolín del Yoyó. Anhelo expulsar al carretel cuando baja, y quedarme solo con
mi peso, imperceptible peso, flotando en ondas, sin esfuerzo, viendo como el
carretel, ignorante de nuestra desunión, rueda a la deriva, mareándose con la
velocidad que toma. Lo imagino deslizarse entre el cordón y la calzada,
preocupado, porque a esa altura del partido, el reflejo condicionado le dicta la
hora de enroscarse a mí. Gozaría, si sé que escucha mi carcajada cada vez más
lejana. Su presteza de circunferencia libre me dejaría sin protección. Yo
piolín, finito, liviano, casi invisible. Bastaría que algún soplido me deje sin
trayectoria, que cambie mi destino. Extrañaría la hendija, como los pibes echan
de menos a su hogar cuando tienen hambre. Yo piolín necesitando el calor de
Yoyó, amando la cárcel que me prodiga su canaleta como si se tratase de un
refugio en el mejor paisaje.
Eduardo Wolfson
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