"Los Comesandwich" Inédita de Eduardo Wolfson
Emilio María
¿Acaso un comesandwich en la alta
sociedad?
-Si, ratifico señor Juez, mis
nombres son Emilio María. El María identifica a los varones de la progenie. Mi
hermano se llama Álvaro María. Somos choznos de Don Salvador María, fundador de
la dinastía, en estas tierras.
No tengo ningún inconveniente en
hacerle un perfil de mis creencias y de mi vida. En realidad, nunca hubiese
imaginado que en mi patria, tendría que testificar como imputado frente a un
tribunal de justicia, deseo que al finalizar este incidente, mi nombre salga
sin tachas, y el de mi prosapia, por mi culpa, no quede enterrado en el fango
de nuestra joven historia.
¡No!, se equivoca el señor Fiscal,
le aseguro que nunca preparé esta introducción. Mis palabras son nada más que
fruto de la improvisación. Acontece que soy un hombre educado, de origen
patricio, y eso, molesta y mucho, lo sé, a los advenedizos, que no pueden
exhibir en su archivo más de dos generaciones. La primera, en la mayoría de los
casos, salvada de hundirse en el río.
Vuelve a equivocarse, no sé que
bosta ha visto en los escudos. Su impertinencia, solo me sirve para asociarla a
una imagen grata, la de mi padre, junto al viejo Ricardo, tirando manteca al
techo en los cabarets de París.
Como doctores del derecho, ustedes
tienen una función específica, la que las leyes se cumplan haciendo justicia.
Por eso quiero pedirles, que disculpen mi exabrupto reciente, sepan que los
respeto profundamente. No soy de los seres que se justifican, bien saben los
que me conocen que mi actitud ante la vida, siempre fue la de hacerme cargo. A
pesar del encierro al que me veo injustamente sometido, debo creer en la
ecuanimidad de este tribunal, pues para el bien de la nación, la institución
judicial, ha sido creada por hombres irreprochables, entre los cuales, se
encuentran mis antepasados directos. Deseo enfatizar, para que no se preste a
confusiones por mi historia familiar, que mi pensamiento es profundamente
democrático, y he simpatizado con el ideario del partido Radical.
Ahora que lo menciona, creo que si
conocí en aquel ágape, al secretario de turismo de esa población donde se
asientan las termas, cuyo descubrimiento celebrábamos. Pobre hombre, no pudo
cumplir su sueño. Me refiero señor juez, a que el funcionario me comentó,
mientras engullía unas cazuelas de ave a la cacciatore, que una semana más
tarde, cumpliría su anhelo: conocer Berlín. Y todo, gracias a esas aguas que su
comunidad le entregaba, para poner en valor y en mercado. Las últimas palabras,
las pronunció con un entusiasmo difícil de olvidar. Sonreía, comía y expresaba
con profundidad: “poner en valor y en mercado”. Al enfatizar la frase, más de
una vez, a lo largo del agasajo, parecía hacérsele agua la boca.
Al final, se proyectó el video, que
en Alemania, iba a ser presentado por él, el Intendente y el gobernador. La
introducción, exhibía una laguna de orillas desérticas. Los acordes principales
e inesperados, de la quinta sinfonía de Beethoven, se amalgamaron al paisaje,
conmoviéndonos. Un primerísimo primer plano de una tarima de madera, ocupó la
escena. La cámara ascendió dubitativamente por un caño que se erguía, como
buscando altas cumbres en aquella llanura inasible. En la cúspide del caño, una
flor, una lluvia. La secuencia, exhausta de trepar, se precipitó lúdicamente
sobre la tarima, viajando en el chorro de agua. El torrente se posó sobre la
cabellera rubia de la hija del intendente, que armoniosamente, asida a una
tijera, cortó la cinta, declarando inaugurada el agua milagrosa.
Bueno, eso de curativa señor juez
corre por su cuenta, el mismo gobernador dijo en su discurso, que todavía, no
se sabía que males erradicaba. Sí,
me enteré de la repentina ausencia del secretario, al día siguiente. Les
aseguro, que solo lo vi una sola vez, y fue en aquel encuentro.
Para nada doctor. Mi militancia
nunca fue política, solo ideológica. Mi padre sostenía, que todo funcionario es
un empleado obsecuente, que perfecciona la reproducción de nuestra cultura.
Ignoraba señor juez que Carlitos se
llamaba Juan Ramón de la Cruz Vera.
De haberlo sabido, tal vez lo hubiese integrado en forma diferente a mi vida.
Solo vi en él, a un cafetero simpático, servicial. De conocerlo en momentos
florecientes de mi historia, seguramente intentaría entrenarlo como mi valet
personal, o como cuidador de mis gallos de riña.
Acusarme señor fiscal de cumplir
derroteros ilegales planificados por Carlitos, lo considero, no solo una
injuria para mi persona, sino también,
un insulto resentido y solapado, proveniente de los herederos de aquellos que
descendieron de los barcos, cuando los hacedores de esta nación los prohijaron,
permitiéndoles habitar nuestro suelo, desarrollarse y así alcanzar una hechura
humana. Lo que usted insinúa es insultar la inteligencia de esa generación
creadora que los ha protegido. Su acción no es otra cosa que traición a la patria.
muy interesante, quiero más!
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