Fragmento de
"Espéculo para armar"
Libro inédito de Eduardo Wolfson
Relato de
Nepomuceno Crespi
a Crónica TV
-Mi cuñadito el cholo, señorita,
se electrocutó en la obra, el pobre dejó viuda y cuatro hijos. Imagínese el
dolor de mi esposa que era su hermana. Ahí nomás, mi otro cuñado, el Ceferino,
y yo, nos tomamos unos vinos para estar con fuerza. Una vez afirmados, nos
fuimos como un rayo hasta la empresa constructora. No se lo voy a negar, al
principio no nos daban boliya. Usted vio como es la gente rica. Nosotros somos
humildes, pero eso sí, incapaces de tocar un centavo ajeno. Pero como le venía
diciendo. Estábamos con el Ceferino en silencio, mascando la bilis de la
indiferencia, cuando nos recibió el Ingeniero. El hombre, como si fuera uno de
nosotros, nos estrechó su mano bien apretada, acompañándonos el sentimiento. En
la misma jeta, se le notaba el dolor que le había producido la infausta
noticia. ¡Imagínese!, no llegaba a los treinta y dejó viuda y cuatro hijos.
Cuando pudo hablar, el ingeniero, nos dijo que todos los gastos del sepelio se
pagaban con el seguro de la compañía, que eso mismo le dijéramos a quien nos
atendiera en la cochería. Se la hago cortita mire. De allí, ya más tranquilos,
nos fuimos hasta esa que hace tanta propaganda ¿vio?...esa que tiene un nombre largo...Organización
de la Tras-cen -den-cia.
¡Lo dije, me costó pero lo dije! Bueno, la cosa es que esa gente tiene un
negocio que parece un plato volador vea. Me llamó la atención, que sobre las
paredes plateadas, aparezca un montón de fotos con todos los generales del
gobierno y ese joven que aparece en todos los avisos de la cochería...¡Ese
mismo, el Bernardino Espéculo. Fíjese, que con el Ceferino estábamos viendo
como se abrazaban en las fotos, cuando una chica alta, muy bien plantada y con
un andar de potra buena, nos pide que la sigamos. Yo le apreté el brazo al
Ceferino porque me di cuenta que estaba a punto de desbocarse, y para que
negarlo, para sofrenarme también yo. Porque la situación sea triste, uno no
deja de ser hombre, ¿No le parece?.... Nos hace entrar en una salita chica,
donde solo hay tres sillones muy muyidos y una mesita enana. Nos sentamos
primero, y ella, en frente nuestro hace lo mismo, pero cruzando las piernas, lo
mismo que la Yaroneston
le hace al maiquelduglas, el hijo de quir, en esa pelicula de los lugares
bajos. Ya le dije, somos hombres, y un pelo de ahí..., tira mucho..., pero
mucho más. Así que mientras la pendeja nos hablaba, el Cefe y yo, mirábamos la
otra cara. Empezó a hacernos preguntas y a llenar una planilla, eran todas
cosas que nos ofrecía para el velatorio del Cholo. A todo le decíamos que sí,
total el ingeniero nos había dicho que la empresa pagaba. Y por otra parte, no
venía nada mal llenar a una muerte tan al cuete, con algo de dignidad. Aunque
más no sea, mire lo que le digo, para que la viuda y sus hijos guarden un buen
recuerdo. El asunto es que la rubia puso
el sí, a un listón que medía como media cuadra. Ahí había cosas como sanguches
de miga, cajón de palo rosa, una música de un tal yuber, chicas con ropa cortita
que te acariciaban cuando llorabas, una cara nueva para el Cholo, una filmación
de todo el día, un lote en un gran jardin, para que el infortunado de mi
cuñadito retoce y muchas...pero muchas..., cosas más, que nosotros ni sabíamos
que existían en este mundo. El asunto es que la chica volvió a descruzar las
piernas y el Cefe y yo volvimos a desorientarnos. Entonces fue que aprovechó la
muy ladina para pedirnos, que le lleváramos las escrituras de dos lotes en
Villa Luzuriaga, que el Cefe y yo pagamos durante diez años, con la idea de
hacernos unas casitas, y con una sonrisa, nos hizo firmar en blanco un pilón de
documentos. Nos dijo que eso era como una garantía, que ni bien pagara la
empresa lo devolvían. Demás está decirle, esta chica, que enseguida le trajimos
todos los papeles, porque nosotros somos pobres pero cumplidores. Bueno, la
cosa es que se armó el velorio, realmente con el Cholo hicieron un trabajo de
artistas. Le pusieron un esmoquin rojo con una solapa llena de lentejuelas, le
dibujaron un jopo brilloso mezcla del Valentino con el Presli. A la viuda la
vistieron de largo y le pusieron unos aros y un collar muy brillante. La verdad
que estaba preciosa, que si no se hubiese tratado del velorio de su difunto, yo
creo que más de uno le hubiese hecho propuestas no muy decentes, usted me
entiende. Cuando las chicas empezaron a acariciar, los llorones crecieron en
forma increíble. La comida y la bebida, para decir la verdad, corrieron como
canilla libre. Cuando al día siguiente, ya aclaraba, lo pararon al Cholo
sacándolo del cajón, nos metieron a todos rodeándolo, pusieron una gran torta
de varios pisos en el centro con muchas velas encendidas, nos hicieron gritar
tres urras, y luego, apagamos las velas. Yo le aseguro que nunca vi algo así,
le pregunté a una de las chicas, que era lo que festejábamos, y entonces, oí otra vez esa palabra tan difícil...,
tras-cen-den-cia. Al Cholo no volvieron a guardarlo, lo pusieron junto con la
viuda y sus hijos en un coche gigante, uno igual al que usa el padrino tres en
la película. Los otros consanguíneos y amigos, los seguimos en la caja de un
camión embanderado con los colores de Boca. Mi cuñadito era fanático de Boca.
Aunque yo soy de River me pusieron la bincha de Boca y al Cefe un gorro con
tres puntas azul y amarillo. Cantando cantos de tribuna llegamos hasta el campo
“Perdurar”. Allí, al Cholo lo sentaron en una silla de ruedas eléctrica. La
pusieron a andar sola por un camino rodeado de jardines con flores. Los demás,
seguimos a la silla hasta que se paró. Lo hizo justo donde había un asado, que
todos los presentes compartimos. Con la panza llena de achuras y tinto, nos
fuimos despidiendo del Cholo, que las chicas acariciadoras llamaban con otra
palabra difícil, algo así como: an-fi-treon.
El día después, fuimos con el Cefe a ver al ingeniero,
para pedirle que apure los trámites, para que nos devuelvan las escrituras y
los documentos. ¡Ahí la sorpresa fue grande! Resulta que el hombre nos
desayuna, que lo que la empresa va a pagar es lo que le da el seguro, y cuando
nos dice cuánto, nos queríamos caer de espaldas. No alcanzaba ni para un canapé
de esos que nos habíamos comido. Se lo juro señorita, como que me llamo Nepomuceno
Crespi, no sé cuántos años más tendré que vivir debajo de la autopista, pero a
ese señor Espéculo, le voy a pagar hasta el último centavo de las cifras con
los que llenó esos documentos. El hombre se lo merece, porque el Cholo no ha
muerto, se da cuenta, está en la tras-cen-den-cia..., y eso ¡cuesta!
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