El consejero áulico Patricio Groncho Dona, próloga a la reedición del libro “Sociología internacional
sobre la muerte” de Bernardino Espéculo. Este escrito, reemplaza al Estudio
Preliminar de la primera edición
Me dispongo a escribir estas
líneas luego de haber leído analíticamente, y por tercera vez, la última
edición actualizada de la monumental “Sociología internacional sobre la muerte”.
Aquí, junto al ventanal de mi
despacho, observo niños corretear por la plaza. Inocencia que en su ciclo
evolutivo se transformará inexorablemente. Me pregunto si es verdad que en esas
criaturas habita el germen de los hombres del futuro. En todo caso, también me
pregunto qué es la verdad. ¿No me estará engañando ese rayo de sol que golpea
contra el vidrio, al susurrarme que quien lo manda es fuente de energía?
El lector, tal vez, se sienta
incómodo con este preámbulo, pero creo que es imprescindible tratar de transmitirle
más que un conocimiento revelado, la sustancia que anida en una sensación, que
por cierto, será única e irrepetible, aunque no me permito perder de vista la
síntesis de múltiples causas determinantes.
Sirva esta introducción, para
preguntarnos una vez más, sobre el pensamiento del Licenciado en ciencias
mortuorias Bernardino Espéculo. “El hombre es solo sexo, economía, poder y
trascendencia”, nos dice el autor con contundencia en el capítulo tercero de su
obra majestuosa. Debo confesar que frente a esta frase, mi músculo cardíaco,
contra mi voluntad, se contrajo y se dilató a una velocidad inusitada. Me
pregunté, ¿Es Espéculo un heterodoxo?, o sea, ¿piensa de otro modo que el
rebaño? ¿Será el autor de “Sociología internacional sobre la muerte” un licencioso?,
o sea, ¿será habitué de los senderos contrarios a las buenas costumbres?
Advertí que en su afirmación no figuraba la palabra muerte, contenido que si se
expresa en el título original de la obra. Pensé entonces en los cambios
paradigmáticos y en ese juego de dos términos que descubro como contrarios, me
refiero a muerte y trascendencia. Trascender viene del latín (trascendere), y
significa comenzar a conocerse. Observe el lector que nacemos y pasamos toda
una vida, para poder conocernos recién cuando trascendemos. ¿Será entonces que
no morimos? El autor nos específica en el quinto capítulo: “no trasciende quien
quiere, sino quién puede…”. Este pensamiento de Espéculo me exime de todo
comentario, lo único que puedo agregar es que Bernardino construye un hilván
minucioso para fundar su paradigma (palabra que viene del griego: “parádeigma”,
ejemplo, modelo). Para que accedamos a la trascendencia, Espéculo rompe los
límites de nuestro horizonte, lanzándonos sin paracaídas pero con red, en la “esfera celeste”. Note el lector el
cuidado, que pone el autor en los términos utilizados, lo hace para entregarnos
una visión real del desarrollo de su pensamiento. En efecto, en esta edición
actualizada de su obra, habla de “esfera
celeste” y no de bóveda celeste como en la anterior. El pensamiento
especuliano, nos coloca aquí frente a dos símbolos, diría yo, básicos y
sustanciales. Como he dicho uno proviene del griego “paradigma”, el otro del
latín “trascendencia”, dos lenguas épicas para nuestra cultura. No se trata del
trascendentalismo panteísta con el cual quiso llamar la atención Waldo Emerson
en el siglo XIX. Tampoco paradigma nos refiere a la escuela peripatética de
Aristóteles y a su visión de universo finito y jerarquizado. Espéculo irrumpe
dramáticamente en este campo, destruye con su pensamiento y acción las bolsas
de aquellos embarazos aplastantes. Lo cuenta humildemente en el capítulo décimo
octavo de esta edición que prologo. Dice el autor: “….en aquella Mesopotamia, abrazada por los ríos Tigris y Éufrates
pude rastrear a Gilgamesh, el sumerio que buscaba hace más de 5000 años la
inmortalidad. Gilgamesh cruzó las mal llamadas aguas de la muerte. Solo los príncipes
y guerreros de aquella sociedad gozaban de ese privilegio. Sin embargo, los
trabajadores constituían la mayoría de la población, y por no poseer la
prerrogativa de los poderosos, fueron los que desarrollaron la conciencia de
ser individuos temporarios, de allí, el nacimiento en su imaginario por el
temor al final. Ellos necesitaron un mecanismo de defensa, lo hallaron, en el
culto a los antepasados.”
Bernardino Espéculo no construye
su teoría detrás de su escritorio, la misma crece confrontándola en forma
permanente con la realidad. El mundo conocido no le es ajeno, lo recorre para
examinarlo, lo estudia sin prejuicios, no omite ninguna de las fortalezas o debilidades que
descubre. Primero escrutará el espacio, palmo a palmo, lo hará con un método
propio, totalmente original, hallando su validez en el propio campo. Partirá
desde el margen y se encaminará hacia el centro. Luego se hará evidente en su
espíritu la impronta científica de la categoría tiempo. Se produce entonces en
Espéculo un momento mayéutico. Los mausoleos se archivan en el museo. Es el
instante de la convulsión, del dolor, pero finalmente, del parto bienvenido. El
bosquejo es en los 70, la peripecia sobreviene en los 80 y su consolidación
revolucionaria en los 90. Trascender, esa experiencia que conocieron los seres
importantes, como los habitantes del Uruk, hace 5000 años, hoy es factible
masificarla hacia el resto de los grupos sociales, emparentando, el pensamiento
especuliano con la teoría del conocimiento contemporánea sobre el derrame.
Nos dice el autor en el capítulo
vigésimo página 587: “A occidente lo
encontramos debilitado en su identidad, de allí, la pretensión de igualdad y
libertad de sus individuos. En cambio oriente se nos presenta con un sentido
jerárquico de la vida, dónde la identidad permanece incólume.”
Incólume dice Espéculo, palabra
que viene del latin, (incolumis), dícese de aquello que no ha sufrido ningún daño.
Al inicio de este prólogo
anuncié, que aquí, junto al ventanal de mi despacho, observo niños corretear
por la plaza. Inocencia que en su ciclo evolutivo se transformará
inexorablemente. No crea el lector que se trata de una imagen gratuita. Es la
forma que encontré, para demostrar, que el Espéculo científico de hoy es la
suma de muchos Espéculos. El de los ojos asombrados en la infancia, el de la
adolescencia buscador infatigable de roles y sobre todo el de aquel joven
poeta, que alguna vez expresó:
Aquí comienza este mejunje
que es simplemente el mundo
en que vos y yo vivimos.
Aquí comienza,
y hasta aquí,
llega mi esperanza,
o la tuya,
o la de aquel pibe que da sus
primeros pasos,
en esto conmensurable,
llamado vida.
Extraído de "Espéculo para armar" Libro inédito de Eduardo Wolfson
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