sábado, 25 de febrero de 2012

Manual práctico del discurso

El discurso que vos necesitás, lo vas a encontrar en esta sección por entregas.
DISCURSOS PARA OBISPOS
            Usted es un mensajero de Dios en la tierra. Su papel no es sencillo de representar. A diario se ve obligado a enfrentar a medios de comunicación que lo asedian, e intentan rescatar su respuesta, sobre los  avatares que suceden en su diócesis.
            La radio y la televisión,  subvierten bastante la información que difunden a las sociedades simples. Pero todo acaba por descalabrarse cuando Internet nos globaliza. Son solo décimas de segundo, los que transcurren desde la producción del escándalo, hasta llegar al conocimiento de todos los habitantes del globo terráqueo, incluso al santo padre. Señores Obispos debemos confesarnos: no nos queda tiempo material para pensar respuestas, ni esconder ninguna pelusa debajo de la nueva alfombra roja.
            Pero la obligación sigue siendo exactamente la misma: salvar  la institución que nos cobija. Las estadísticas, muestran a las claras, como cada día cantidades brutas de afiliados se desvanecen, o son cooptados por otros ultramontanos.
            Por lo expuesto, "el Manual Práctico del Discurso", tratará de aliviar su carga pública, brindándole estimado reverendo, formas y contenidos necesarios para mantener diferentes situaciones bajo control, y con éxito.  ¡A no desesperar!

Declaraciones a la prensa.
            Se debe estar prevenido. Hoy, los periodistas se aparecen y se multiplican en un instante. No se sabe de dónde, pero en menos que canta un gallo caen sobre usted grabadores, micrófonos y cámaras. Estos pro-hombres de la comunicación, no muestran respeto, ni siquiera  para que su excelencia elija su perfil más agraciado.

Evite siempre:
            1) llevar guardaespaldas: no es cosa de Prelado andar con patos Vicas.
            2) vestir sotana: muchos mal intencionados, dirán que esconde algo bajo             las polleras.
            3) decir que no tiene nada que declarar: Inmediatamente se hará            sospechoso.

Como obrar:
            1) sonreír a todos
            2) vestir un traje de alpaca inglesa de corte moderno
            3) dejar que pregunten todos a la vez sin interrumpir
            4) terminadas las preguntas comenzar a hablar sin precisiones, utilizando   términos generales y contenedores, sin dramatizar ninguna cuestión.

Ejemplo
            <Dios que lo ve todo, posa su mano en las criaturas más necesitadas. El Señor ha querido coser el hilván de esta sociedad fragmentada, lo hizo con un ejemplo heroico y al mismo tiempo trágico, que nos ha conmovido profundamente. El señor, nos reencuentra con nuestros corazones cristianos.
            Nuestra vida cotidiana debe repetir hasta el infinito, el mismo acto de amor que el hijo de Dios tuvo hace más de 2000 años, y como aquella histórica Judea contempló la resurrección de Cristo para llegar hasta su padre, hoy,  nosotros debemos contemplarnos anidando en los brazos paternos, para que la luz del señor encandile  nuestros pechos.
            Todos somos participes de este milagro, porque para que se cristalice, todos sin egoísmos lo hemos homenajeado con nuestra fe>

            En la conferencia de prensa, señor Obispo, no faltará un periodista desfachatado que lo interrumpa. El impertinente agitando a las masas, seguro, querrá conocer su pensamiento sobre el aborto y  los abusos sexuales en la iglesia, a través de su historia.
            Por favor, en este punto, la concentración es indispensable:
1) no se haga el desentendido
2) no transforme sus rasgos como si hubiese visto al mismo demonio
3) no se persigne
4) sonría mostrando su hermosa dentadura blanca y completa.
5) si la distancia se lo permite, abrace al interrogador, como gesto amistoso y comprensivo.
6) conteste de un modo elíptico

<  Abre tus ojos hermosos muchacho y dibuja una sonrisa refulgente, el señor te ama. Muchos de los temas creados por los hombres contra la vida en la tierra, hieren profundamente la sensibilidad de nuestro creador. Lo que te puedo decir hijo mío, desde mi humilde entendimiento, es que no cometamos pecado mortal, (señale el cielo con el dedo índice y agregue) desde arriba Él nos está mirando.>

            Estimado prelado, suponga usted que en su diócesis se registra un caso de abuso sexual infantil,  cometido presuntamente, según los secuaces del demonio, por un sacerdote. No va a faltar la reportera, abominable cómplice de Satanás, que esperará dar con usted, aunque deba pasar noches a la intemperie atacándola el frío, el viento, la nieve y la lluvia enviadas por nuestro Dios. La perseverante reina del cuarto poder salvará todos los obstáculos justicieros, buscando una respuesta suya. Pregunta la reportera: “¿Monseñor cual es el estado del niño, producto del abuso: se encuentra dolorido, deprimido, triste, rencoroso, le confesó dudas sobre su futuro?”.
            La réplica, tendrá que dársela de la siguiente forma:
1) debe fruncir su frente
2) que todo su gesto indique el advenimiento de una reflexión profunda.
3) luego delinea un rictus de calma y por fin, se pronuncia:

            < No, nada de eso, yo diría que la adversidad ha fortalecido su espíritu e iluminado su mirada, no, no está triste y mucho menos rencoroso, tal vez sí un poco dolorido, pero nada tan grave que no desaparezca con un buen antiflamatorio. Los sentimientos, que has expresado querida, no anidan en un alma solidaria como la de nuestro niño>

            Los medios, querido Obispo, tienen la costumbre de azuzar permanentemente a la sociedad civil, cuando no tienen un episodio escatológico para exhibir, lo crean. Por eso, si en su territorio cayera la desgracia de producirse un abuso infantil, no dude, que al primer domingo de conocerse el episodio, la Catedral se le llenará de feligreses, la mayoría curiosos, que no querrán perderse un ápice de sus actitudes, sus gestos, y sobre todo de su sermón. Por favor, relájese, y entre a su proscenio con total naturalidad, que lo perciban exultante, que sus primeras palabras dirigidas a la multitud, denoten una chispa de humor e ironía. Puede decir:
            <¿acaso, se han multiplicado los peces que veo a tantos creyentes hoy en la Catedral?>
Pregunte con una sonrisa prominente y luego agregue,
<...no me hagan caso, yo sé que los que están aquí tienen grandes responsabilidades, como para abandonarlas y acudir todos los domingos a la casa del señor>.
Comenzó alegre, atacando, los tomó con la guardia baja y les ensartó un complejo de culpa, que les durará toda la ceremonia, sin que puedan decir, esta boca es mía.
            Sin embargo, nadie se moverá esperando su discurso, entonces muéstrese sincero, honesto, (con eufemismos, claro). Podría decir: <Hoy celebramos una jornada muy especial. Todos los presentes sabemos de que se trata, pero no por eso, debemos dejar de echar una ojeada, sobre todo cuando el señor nos mira (siempre señalando con el dedo índice para arriba). Nuestro pueblo acude aquí con gran fervor,  busca una recompensa que lo gratifique. Porque en estos días, el Señor puso a prueba nuestras fortalezas, también nuestras debilidades y nuestra fe en él, enviándonos en un mismo acto dos señales, la de la tragedia, esa que hiere profundamente, que lacera, que desgarra, que duele tanto. Por eso nuestro espíritu se achica, se convierte en una miniatura insignificante, llega a sentirse tan humillado que es hasta capaz de blasfemar.  Pero la otra señal es sin duda el amor, ese que proviene del arrojo, del valor, del coraje, de la temeridad que nos despierta la cercanía de nuestro prójimo>.
(coloque su rostro en línea recta con el ojo de una cámara de televisión y prosiga).
 <Algún distraído puede suponer que estoy hablando de las pruebas que el altísimo envió al niño que hoy está en nuestros corazones. Pues no, me estoy refiriendo a aquellas, que a través del niño puso en manos de toda nuestra comunidad. Me pregunto, si el señor no expulsó al impío de su reino, ¿tendremos nosotros, el derecho de expulsar?
            Si me permiten, yo quiero felicitarlos. A  todos ustedes, porque no se hicieron rogar un instante cuando llegó el momento de entregar su amor. Muchos en la urgencia formaron verdaderas cadenas de oración, los profesionales de la salud más reconocidos, acudieron desinteresadamente junto con nuestro señor, primero para aliviar el lacerante dolor y luego, para la ardua rehabilitación física y moral que nuestro ángel requiere. No faltó nadie a la cita, Hermanados en el dolor, estuvimos allí para transformarlo en felicidad ante los ojos de Dios. Fue tanta nuestra presencia de ánimo, que terminó por convertirse en un faro de luz.
Mis muy queridos, comencé a decir que este era un día de celebración, pues bien, quiero finalizar diciendo que hoy celebramos este reencuentro de amor fraternal. Amén!>

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