sábado, 20 de julio de 2013

Capítulo de novela

Usted extrañará la ausencia del capítulo XXV, o no lo ha leído. Si quiere consultarlo, solo debe dirigirse a " Capítulo de novela" de el 6 de febrero de 2013, a continuación de la síntesis argumental . Hoy le ofrecemos el capítulo XXVI de esta apasionante novela inaudita e inédita de Eduardo Wolfson.

"Siempre que llovió..."


Capítulo XXVI

En el país no quedó espacio gráfico, ni imagen, ni éter, ni difusor, para advertir, por ejemplo, que El FMI había entrado una vez más por Ezeiza dejando un inventario de nuevos ajustes, recortes, podas, apretadas, presiones, adaptaciones, componendas, encajes, amenazas. Ni tampoco para decir que dicha lista fue elogiada, alabada, celebrada, preconizada, aprobada, recomendada, aplaudida, adulada, glorificada, encomiada y cumplimentada por el primer mandatario de la nación, sus señores ministros y ambas cámaras del parlamento.
Gracias a los medios de comunicación, las ciudades y los pueblos de todo el territorio fueron invadidos por el fenómeno “Caramelos a granel”, sin dejar resquicio alguno, por el cual pueda colarse otra noticia inquietante.
En las puertas de las Iglesias, se agolpaban madres rodeadas por chicos, cargando a sus hijos pequeños. Todas cuchicheaban lamentando el infortunio, o glorificando la heroicidad de la niña amputada. En los cafés, las oficinas y algunas fábricas que sobrevivían, los parroquianos, empleados y obreros, intercambiaban opiniones acerca de la responsabilidad de los ferrocarriles en la tragedia, sobre la falta de controles por parte del Estado, de la mínima conciencia que poseía el conductor de la máquina infernal.
En las calles, en los negocios, en las casas, un desprevenido podía enfrentarse a situaciones insólitas. En cualquier sitio, una aglomeración de individuos frente a un televisor, entorpecía el tránsito.
Las peleas se transformaron en moneda corriente, la gente discutía por teléfono, chateando y llegaba hasta el enfrentamiento físico en plena vía pública.
La furia que los enfrentaba respondía a una multiplicidad de síntomas. Con el canillita, porque no le guardó el semanario especial, con el de adelante, porque su cabeza grande no le permitía visualizar el enfoque a la entrada del sanatorio en la TV, con la novia, porque no quería otra cosa en el albergue transitorio, que ver el noticiario.

La furia que los enfrentaba conocía una multiplicidad de síntomas pero una misma causa: El fenómeno “Caramelos a granel”.

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