miércoles, 16 de noviembre de 2016

            ¿La despedida?                                            Eduardo Wolfson

            Tomé el camperón relleno con pluma de ganso, lo inspeccioné. Por fin lo encontré en el bolsillo secreto más grande, ese con dos cierres reforzados y solapa. Lo acaricié sin lastimarlo. En el micro, la calefacción atosigante, me obligó a dejar el abrigo junto al bolso en el portaequipajes superior.
            El viaje, Buenos Aires Ushuaia, interminable. Me propuse protegerlo con mis manos en todo el trayecto, ni siquiera me desprendería cuando la azafata sirviera la cena. Resistí, delante de los otros pasajeros totalmente desconocidos, por temor a que alguien me lo quite en alguna distracción por causa del paisaje, o una frenada brusca, o segundos de somnolencia.
            Con mis palmas formé una cunita en la que iba súper cómodo, abrigado y protegido. En la estación de Ushuaia tomé un taxi, puedo jurar que llevaba el camperón puesto, el frío intenso de junio no me permitía otra cosa. Recuerdo que tomé la precaución de cerrar el medio centímetro de ventilación. En el hotel tomé una habitación, observé minuciosamente el sitio sin encontrar nada que lo haga sospechoso. No había cámaras y tampoco parlantes adheridos a los tabiques. Convencida, me quité la campera, y lo extraje  del bolsillo, lucía resplandeciente, como el primer día.
Volví a acariciarlo y me despedí.
            En el hall algunos grupos de huéspedes esperaban la apertura del comedor para cenar.
            Al regreso, la sorpresa fue mayúscula, sentí a mi corazón latir desproporcionadamente, él no estaba. Creo que intenté pedir auxilio, sé que un desmayo me dejó fuera de juego. Recuperé la conciencia en el sillón de dos cuerpos de la entrada. Me vi rodeada por gente ruda que abanicaba con revistas mi rostro. Al notarme despierta, comenzaron las preguntas: “¿Fue mucho dinero lo que le robaron?” Yo no hablaba, solo respuestas negativas de cabeza. “¿Tal vez un recuerdo de mucho valor?” Yo continuaba negando. Vi a un policía salir del cuarto, se acercó y me dijo: “No hay ningún equipaje que aparezca violado, ¿usted está segura que lo que le robaron estaba allí?”
            Esta vez contesté afirmando, pero siempre muda. A su pedido, lo acompañé hasta el destacamento para llenar las formulas de practica. La situación inesperada me desestabilizó y no pude ocultarle al escribiente dos lagrimones que surcaron mis mejillas. Tuve que deletrearle varias veces mi apellido, mi origen y edad. Cuando preguntó por lo robado respondí naturalmente: “mi amor”. El uniformado detuvo el tecleado de la lexicon y me miró por primera vez. Al final volvió al interrogatorio:
-¿Tenía mucho valor?
Sentí que el corazón se me estrujaba, aquella interrogación en pasado, me llevó a imaginar el más cruel de los desenlaces. El hombre, me ofreció un vaso de agua. Tomé dos sorbos aliviando un fuerte dolor que me atravesaba la boca del estomago hasta la columna vertebral. Corriendo el carro de la máquina de escribir preguntó: “¿pesaba mucho?”
            Otra vez hablaba en pasado. Sacada de quicio separé sus manos del teclado y grité: -¡Pesa mucho! Y volví a repetir: -¡Pesa mucho! Entiende.
Sin fuerzas y confundida, caí nuevamente en la silla. El policía pidió que me tranquilizara y que trate de colaborar con él contestando sus preguntas.
-¿Sospecha de algún huésped del hotel?
- De ninguno en particular.
- pudo haber escapado mientras usted cenaba
-Imposible, cerré puertas y ventanas, y aparte jamás mi amor escaparía.
- ¿Qué forma tiene?
- ¿El qué?
- Me refiero a su amor.
- Usted es un atrevido, su función no lo autoriza a humillar a mi amor
- Necesito tener la descripción del objeto sustraído señora
- Llame al comisario, no le voy a permitir a alguien que escribe con dos dedos a máquina llame objeto a mi amor.
- Señora, usted se encuentra muy alterada, carece de claridad para responderme. Mientras nuestro personal pesquisa el hotel, le ruego que vaya y tome una sopa caliente y que luego trate de descansar. Que si se produce alguna novedad, inmediatamente le avisaremos.
- Por favor, tienen que encontrarlo, estoy preparada para recibir la más horrible de las noticias.
- Le prometo que la enteraremos de todo.
- Usted cree que hay un asesino que me pinchó el globo ¿No es cierto?
                                                                   Fin



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