lunes, 20 de mayo de 2013


Siempre que llovió
Capítulo XVI
Otra entrega de la obra inaudita e inédita  de Eduardo Wolfson




-Nuestro panel de la discordia, hoy es ocupado por dos madres.

La ex fogueada vedette, devenida en conductora vespertina de televisión, paseaba una vez más el pecho exuberante, altivo y medio desnudo, frente a la tribuna de hombres apasionados y mujeres exaltadas, esperando sostener en la medición de audiencias su fláccido producto.

Apenas unas horas antes, su producción, tratando de salvarse del abismo, lograba mediante la promesa de unos pesos, traer en avión a las madres de Virginia y Juan.

En Aeroparque, separaron a las mujeres, conduciéndolas en vehículos diferentes hasta el canal. Durante el viaje, las madres, asimilaron de sus acompañantes, hombres perfectamente consignados en sus vestimentas irreprochables, y seguros en sus dichos: “que la que creían hasta hace un instante su amiga, no era otra cosa que una embaucadora que maldecía su suerte”. Al principio, les costó creer en las palabras bien pronunciadas de los desconocidos. Pero antes de llegar, ya no dudaban que aquellos seres eran mensajeros de una verdad.

Las dos mujeres se reencontraron recién en el aire, entradas al estudio por diferentes extremos y recibidas con fuertes aplausos.
Luego de dar los besos de rigor, la caudilla televisiva se volvió hacia el público, y con voz doliente, aguijoneando la emoción, dijo:
-Estas dos madres de condición muy humilde hasta hace pocas horas eran buenas vecinas, que digo, eran las mejores amigas, se querían entrañablemente, más que dos hermanas. Ellas, a pesar de su extrema pobreza, se sentían dichosas con lo que la vida les había deparado.
Ambas están bien casadas, sus hombres las han acompañado desde un principio, a su manera, las han protegido. Pudieron sentir varias veces en su propio cuerpo, el placer de procrear otras vidas.
Tuvieron hijos hermosos y sanos, dos de ellos, Virginia y Juan, fueron hasta hace pocas horas compañeros de todas las correrías.
Pero la desgracia que asola en todas partes, donde existe aunque sea un poquito de felicidad, tampoco estuvo ausente en esta instancia. Juan jugaba imprudentemente en las vías y no vio acercarse al ferrocarril. Virginia al ver la escena dantesca, llena de amor, solidaridad y audacia, exponiendo su propia vida, se tiró sin red para empujar a Juan, salvándolo. Virginia también vive -hizo una pausa mínima, tanto como para tomar aire y en un tono bajo de voz, agregó- pero tuvieron que amputarle sus piernas.
Ahora, estas madres, que hasta ayer nomás eran carne y uña, hoy en el dolor, el odio las abraza, ¡y se declaran enemigas irreconciliables! Yo les agradezco que hayan elegido este programa para contar a nuestros televidentes que les sucede, expresar aquí todo el sufrimiento que las embarga y así, queridas muchachas, pedirles que nos permitan ayudarlas a recomponer, en la medida que podamos, algo de esta relación rota y si no resulta así, por lo menos que les sirva de catarsis.

El cartel pidió aplausos a la tribuna. La curtida conductora, mudada a Celestina, caminó y tiró besos al público recorriendo una pasarela imaginaria.
Al cesar la algarabía, besó en ambas mejillas a la madre de Juan, esperó que la cámara se aproximara a sus rostros, entonces preguntó:
-¿Qué te pasa querida, por que estás tan enojada, ofuscada y enfurecida con la madre de esa niña maravillosa que salvó la vida de tu hijo, qué te hizo esa pobre mujer?

 Un rápido paneo y una detención intima en los ojos llorosos de la madre de Virginia.
-Estoy así porque –habla excitada la madre de Juan- dijo que a la hija de ella le cortaron las piernas, porque mi hijo no tiene juicio y que nosotros no le enseñamos nunca nada sobre el peligro. Todo eso que está diciendo por ahí es una gran mentira, Dios los va a castigar, mi familia es pobre pero educada, mi marido está ahora desocupado pero no hace como el de ella, que se toma todo y anda manoseando a las mujeres de la villa en su propia cara.

Los tele-espectadores, atentos a la imagen casi apocalíptica de la mujer, fueron inundados de pronto por otra peripecia. Por un instante, creyeron que se trató de un corte de transmisión. Pero no, el oscurecimiento fue provocado por un movimiento.
La progenitora de la criatura amputada, cubrió imprevistamente con su cuerpo la cámara, se abalanzó sobre la madre de Juan, y certeramente, alimentada por la furia, aplicó un puñetazo en su rostro.
En la tribuna, algunas mujeres levantaron sus manos pidiendo micrófono, pero la que habló, fue la guía veterana, procurando, que cada mujer vuelva a tomar su lugar en la escena:
-Hay mi amor, no te pongas violenta por favor.

Se acercó a la madre de Virginia y trató de serenarla:
-Vos estás muy alterada por lo que le sucedió a tu hija, y eso, todos lo comprendemos. Pero pensá, que la misma nena puede estar viéndote, en este mismo momento, a través de las pantallas. Verá que no actúas como la mami ejemplo, que ella seguro está deseando.
La otra mami, dice que tu esposo se emborracha y manosea a todas las mujeres en tu presencia, ¿es cierta esta atrocidad?

Tranquilizada, la mujer antes de responder, transitó sobre sus mejillas un pequeño pañuelo secándose las lágrimas.
- Mi marido es un hombre y le gustan las mujeres, que hay con eso, en cambio al de ella, le gustan los hombres, y eso sí es peligroso ¿no le parece?
 Pero mi nena perdió las piernas porque su hijo es un atolondrado y él, está sano y salvo mientras que mi Virginia no podrá nunca volver a caminar.

Los enormes pechos de la animadora se afirmaron como única presencia televisiva. Se la escuchó como si se tratara de una voz en off.
-Todas estas cosas que se dicen en el fragor de la batalla, contribuyen a que los corazones se sinceren y se pueda reiniciar igualmente una hermosa relación, pero desde otro ángulo, después de la pausa, retornamos al escenario de la vida, con esta historia de vida, que desde ya, agradecemos a sus protagonistas, por habernos elegido.

El programa retornó al aire con un exabrupto de la madre de Juan:
- A ella, porque su hija la Virginia perdió las piernas, le están dando de todo. Ahora resulta que ella tiene dinero, techo nuevo, pintura y hasta viajes para hacer y como mi hijo quedó completo, a él le echan la culpa y a mi, que me parta un rayo.

Un griterío se produjo en las tribunas tapando el alegato. La moderadora, pidió que enfocaran su gran trasero alabando las dotes que natura le brindó.


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