sábado, 11 de octubre de 2014

Fragmento de la novela inédita de Eduardo Wolfson “Los Comesandwich”

Declaración de un funcionario:  
Presidente del Departamento de Valoración municipal en construcciones, ambientes y zócalos.
            

El local en cuestión, su señoría, tiene su frente hacia la calle Lavalle de esta ciudad. Según el plano catastral, pude verificar, que la edificación se alza sobre el lote de la mitad de la cuadra, equidistante proporcionalmente, de las calles Uruguay y Paraná. Su fachada, se compone de una puerta de dos hojas, y a continuación, un tabique vidriado, cuya transparencia original fue modificada, al serle adosado un papel, que en su origen, pudo ser de color verde botella. Aclaro al tribunal, que no he hallado ninguna autorización conformada en el legajo del inmueble, obrante en los archivos municipales, de modificación estética. Sí bien pude observar sobre el vidrio antedicho, desvencijada y raspada, la leyenda restauran, debo transmitir, que los transeúntes por mi interrogados, reconocen al sitio, como “fonda el código”, inscripción totalmente ausente en todo el ámbito y la manzana que ocupa.
             No suelo, su señoría trabajar con presunciones, pero desde la subjetividad, me atrevería a compartir dos posibilidades. Primero, la modificación tuvo el propósito de impedir la penetración de rayos solares hacia el interior del ambiente. Segundo, fue realizada con la intención aviesa, de ocultar para el hombre de la calle, actividades seguramente clandestinas.
            El salón, consta de mesas apiñadas unas contra otras, con espacios mínimos para que los atraviese el mozo. Las cubre, en lugar de un mantel, un papel blanco, manchado en la mayoría de los casos por oropeles rojo sangre, que presumo, devenidos del flujo de un tuco madre, y otros violáceos, cuya fuente habría que pesquisarla en el derrame de vinos tintos ordinarios sin denominación de origen. A la cocina se la adivina en la parte posterior, detrás de una abertura. Digo que se la adivina, porque pasando la entrada, mirando desde el salón, se ve todo negro. Prestando atención, se descubre que el color final no es otra cosa que hollín que tiñe a los artefactos antiguos, los que usa un cocinero, llamado Paulino, que al momento de esta constatación, día miércoles 24 de julio 12,30 horas del presente año, mostraba un avanzado estado de ebriedad. Sin embargo, la clientela muy nutrida, parecía no notarlo, y deleitarse con su astuta gastronomía.
            No señor fiscal, hasta el momento, no se ha recibido en la repartición que presido: “Valoración municipal en construcciones, ambientes y zócalos”, ninguna solicitud, formalmente establecida, o sea en tamaño legal, con las seis firmas correspondientes, acompañadas por sus respectivos sellos, encabezamientos y despedidas corteses de rigor, solicitando el peritaje exhaustivo de alcantarilla o catacumba alguna, localizada sobre la calle lavalle, frente a este mismo palacio de tribunales.

            Le quiero aclarar su señoría, que su pregunta, no encuentra respuesta responsable desde de mi competencia. Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente personal, y por ello, no afectando, el destino estricto de la institución que me cobija, le diré, que a los fogones del restauran evaluado, sería imposible sería imposible según reglamento, darle categoría de horno crematorio.

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