sábado, 24 de enero de 2015

Fragmento de novela

 "Los comesandwich" Inédita de Eduardo Wolfson

Ampliación indagatoria

Después de todo, gracias a Yaco sigo en estos bisnes. Claro, de un modo diferente señor juez, ahora todo es por mi cuenta.
            Como me dice la gorda Catalina con su baladro: “¡Deborah, abriste tu propia sucursal”. Y tiene razón, me echaron del proteccionismo, pero para continuar en el glamour, me introduje en el libre cambio que es lo que está de moda. La verdad es que no me dieron tiempo para adaptarme. Cuando menos lo esperaba, ¡puf!, el Estado me comunicó que disponía, a partir de ese momento, de mi más completa libertad. Y míreme ahora, presa e incomunicada. ¡Soy inocente!   Usted no puede deducir, que por un despido, a todas luces injusto, me convierta en una secuestradora y me coma a los chicos crudos.
            Para su agenda, le diré, que nunca he intimado con el funcionario que no encuentran del Comfer. Lo he visto sí, en alguno que otro ágape, pero yo trato de elegir a mis entrevistados, en niveles un poco más altos, doctor.
            Para su erario, sepa que en otras épocas, fui una movediza productora de Radio Nacional.
            ¿Juan Ramón de la Cruz Vera? ¿Es un cantante?, acaso, ¿un literato latinoamericano?, tal vez, ¿el principal accionista de un multimedio?...
            ¿¡Un cafetero!? Por supuesto que no lo conozco, no figura en ninguna de mis agendas. No sé como ese individuo se atreve a decir, que yo pagaba la consumición de su café a diferentes funcionarios. Yo no soy parte, señor fiscal, de una agrupación terrorista, y mucho menos, reconozco a este (alias carlitos) como mí líder intelectual.  
            Como le narraba, cuando se produjo mi cesantía, necesitaba seguir comiendo o morir en el intento doctor, no me quedaba tiempo para resentimientos o venganzas.
            Pero como se le ocurre que me voy a afiliar a los Comesandwich, para cumplir con mi cometido.
            Sí, voy a continuar, pero por favor no me saque canas verdes. Ahora le contesto. Mi último marido no fue mi rufián como insinúa, tampoco lo fueron los otros que pasaron por mi vida, incluido el padre de mi hijo. El hombre, que hasta el día en que fui detenida, vivió conmigo, fue un locutor comercial, que un día, como protesta hacia la sociedad de consumo, decidió dejar su empleo, para dedicarse a contarle al papel, lo que sus retinas fotografiaban por las calles de Buenos Aires.        Si señor fiscal, resultó ser un poeta que se mantenía con sus ahorros, y alguna vitualla, que le proporcionaba un mecenas amigo.
            Así es, le comenté que Yaco logró que siguiera en el negocio, pero no recuerdo haberle dicho que él es el gran maestre de la secta Comesandwich. Su señoría, niego pertenecer, niego tener contacto con miembros, y sobre todo, niego conocer la existencia de esa organización clandestina, por ustedes denominada Comesandwich. Yaco es un hombre de mundo, que conocí hace años.

            En esa oportunidad, yo realizaba la producción integral para la radio, de un programa folklórico que estaba a punto de ser desafectado por las nuevas autoridades de la emisora. El conductor, intuyendo su oscuro porvenir, para salvar el programa me rogó, que dentro del género, produzca algo creativo. Yo pensé que como sustento, no existe nada más folklórico que la tierra, y sobre ella, solo puede hablar con pasión un especialista en suelos. Pregunté en la Asociación Amigos de Países, Patrias y Solares. Ellos, muy gentilmente, y apoyando la difusión de la idea, me orientaron hacia la Cámara de Superficies, Tierras y pavimentos, quiénes a su vez, me presentaron a Yaco, como hombre experto en territorios, pisos y profundidades en túneles, cavernas y minas. Así lo conocí, y acuñé respeto por su profesión.  Años más tarde nació nuestra amistad, cuando él ya era periodista en turismo.

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