domingo, 8 de febrero de 2015

Fragmento de novela

"Los Comesandwich" Inédita de Eduardo Wolfson

Emilio María

¿Acaso un comesandwich en la alta sociedad?
            
           -Si, ratifico señor Juez, mis nombres son Emilio María. El María identifica a los varones de la progenie. Mi hermano se llama Álvaro María. Somos choznos de Don Salvador María, fundador de la dinastía, en estas tierras.
            No tengo ningún inconveniente en hacerle un perfil de mis creencias y de mi vida. En realidad, nunca hubiese imaginado que en mi patria, tendría que testificar como imputado frente a un tribunal de justicia, deseo que al finalizar este incidente, mi nombre salga sin tachas, y el de mi prosapia, por mi culpa, no quede enterrado en el fango de nuestra joven historia.
            ¡No!, se equivoca el señor Fiscal, le aseguro que nunca preparé esta introducción. Mis palabras son nada más que fruto de la improvisación. Acontece que soy un hombre educado, de origen patricio, y eso, molesta y mucho, lo sé, a los advenedizos, que no pueden exhibir en su archivo más de dos generaciones. La primera, en la mayoría de los casos, salvada de hundirse en el río.
            Vuelve a equivocarse, no sé que bosta ha visto en los escudos. Su impertinencia, solo me sirve para asociarla a una imagen grata, la de mi padre, junto al viejo Ricardo, tirando manteca al techo en los cabarets de París.
            Como doctores del derecho, ustedes tienen una función específica, la que las leyes se cumplan haciendo justicia. Por eso quiero pedirles, que disculpen mi exabrupto reciente, sepan que los respeto profundamente. No soy de los seres que se justifican, bien saben los que me conocen que mi actitud ante la vida, siempre fue la de hacerme cargo. A pesar del encierro al que me veo injustamente sometido, debo creer en la ecuanimidad de este tribunal, pues para el bien de la nación, la institución judicial, ha sido creada por hombres irreprochables, entre los cuales, se encuentran mis antepasados directos. Deseo enfatizar, para que no se preste a confusiones por mi historia familiar, que mi pensamiento es profundamente democrático, y he simpatizado con el ideario del partido Radical.
            Ahora que lo menciona, creo que si conocí en aquel ágape, al secretario de turismo de esa población donde se asientan las termas, cuyo descubrimiento celebrábamos. Pobre hombre, no pudo cumplir su sueño. Me refiero señor juez, a que el funcionario me comentó, mientras engullía unas cazuelas de ave a la cacciatore, que una semana más tarde, cumpliría su anhelo: conocer Berlín. Y todo, gracias a esas aguas que su comunidad le entregaba, para poner en valor y en mercado. Las últimas palabras, las pronunció con un entusiasmo difícil de olvidar. Sonreía, comía y expresaba con profundidad: “poner en valor y en mercado”. Al enfatizar la frase, más de una vez, a lo largo del agasajo, parecía hacérsele agua la boca. 
            Al final, se proyectó el video, que en Alemania, iba a ser presentado por él, el Intendente y el gobernador. La introducción, exhibía una laguna de orillas desérticas. Los acordes principales e inesperados, de la quinta sinfonía de Beethoven, se amalgamaron al paisaje, conmoviéndonos. Un primerísimo primer plano de una tarima de madera, ocupó la escena. La cámara ascendió dubitativamente por un caño que se erguía, como buscando altas cumbres en aquella llanura inasible. En la cúspide del caño, una flor, una lluvia. La secuencia, exhausta de trepar, se precipitó lúdicamente sobre la tarima, viajando en el chorro de agua. El torrente se posó sobre la cabellera rubia de la hija del intendente, que armoniosamente, asida a una tijera, cortó la cinta, declarando inaugurada el agua milagrosa.
            Bueno, eso de curativa señor juez corre por su cuenta, el mismo gobernador dijo en su discurso, que todavía, no se sabía que males erradicaba.        Sí, me enteré de la repentina ausencia del secretario, al día siguiente. Les aseguro, que solo lo vi una sola vez, y fue en aquel encuentro.
            Para nada doctor. Mi militancia nunca fue política, solo ideológica. Mi padre sostenía, que todo funcionario es un empleado obsecuente, que perfecciona la reproducción de nuestra cultura.
            Ignoraba señor juez que Carlitos se llamaba Juan Ramón de la Cruz Vera. De haberlo sabido, tal vez lo hubiese integrado en forma diferente a mi vida. Solo vi en él, a un cafetero simpático, servicial. De conocerlo en momentos florecientes de mi historia, seguramente intentaría entrenarlo como mi valet personal, o como cuidador de mis gallos de riña.
            Acusarme señor fiscal de cumplir derroteros ilegales planificados por Carlitos, lo considero, no solo una injuria para mi persona,  sino también, un insulto resentido y solapado, proveniente de los herederos de aquellos que descendieron de los barcos, cuando los hacedores de esta nación los prohijaron, permitiéndoles habitar nuestro suelo, desarrollarse y así alcanzar una hechura humana. Lo que usted insinúa es insultar la inteligencia de esa generación creadora que los ha protegido. Su acción no es otra cosa que  traición a la patria.


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