domingo, 2 de junio de 2013

Capítulo de novela

"Siempre que llovió..."

Capítulo XVIII Obra inédita e inaudita de Eduardo Wolfson


Los dos abogados, por fin, se pusieron de acuerdo en la estrategia a seguir para que su estudio tome notoriedad. Desde un principio, comprendieron que no podían dejar caer en saco roto, esta gran oportunidad proporcionada por los acontecimientos.
Así, el Dr. Carlos González Sueyro definió las ventajas, que enumeró en la reunión, para su socio:
-Primero, una piba que salva a su compañero, perdiendo sus piernas al ser atropellada por un tren. Segundo, el ferrocarril, empresa privatizada que tiene una mala imagen de gestión, se encuentra muy involucrada en la desgracia. Tercero, la pobreza y la ignorancia de los damnificados, simplifican el trámite, facilitando que los padres de la casi occisa, designen a nuestro estudio jurídico como sus representantes. Cuarto, la gran cobertura de prensa que tiene el caso a nivel nacional.

El Dr. Carlos González Sueyro se frotó las manos, dejó su cómodo sillón rodante y prácticamente, se abalanzó sobre su colega y amigo para abrazarlo. Ambos, disfrutaban ya, de esa posibilidad sólida de publicidad, que se abría para su recién estrenado bufete, y casi sin costos.
Decidieron no perder un minuto, y poner en marcha su plan de acción.
Una camioneta flamante, regalo de la madre del Dr. Barreiro Piaza, fue el instrumento que los transportó, en viaje relámpago, hasta el sanatorio donde Virginia se recuperaba de la cruda amputación. El anonimato, y vestuario elegante de los leguleyos, les franqueó la entrada.
Los profesionales, desembarazaron a los padres de Virginia del acoso periodístico, para refugiarse los cuatro en una sala.
González Sueyro extrajo una carpeta, una hoja oficio impreso y una lapicera. Articularon un discurso, del cual sus interlocutores solo pudieron retener palabras sueltas como: “injusticia, juicio, dinero, lucha necesaria, etc. etc.”
 Confundida y deteriorada, la pareja a modo de firma, estampó en aquella autorización un gancho, convirtiendo a los doctores González Sueyro y Barreiro Piazza en los representantes legales “para iniciar y llevar a cabo, toda acción conducente a la reparación de los daños infligidos”.
 Los medios presentes, le dieron la bienvenida a los nuevos apoderados, quiénes retribuyeron brindando una conferencia de prensa.
Comenzó improvisando el Dr. González Sueyro:
-Nuestra vocación por la justicia es la que nos ha motivado para ponernos al frente de esta batalla. El doctor Barreiro Piazza y yo estamos persuadidos que este no es un caso más. Se trata de una historia real, en la cual se conjuga lo emblemático, como fruto de un desgarro muy doloroso, pero que también muestra la desidia, la negligencia y la falta absoluta de protección a la que estamos expuestos los ciudadanos inocentes de este país.

Los periodistas, sin esperar que el letrado afianzara su introducción, principiaron el interrogatorio con preguntas muy concretas y como siempre, todas a la vez:
-¿Habrá juicio contra los ferrocarriles?
-¿Cómo creen ustedes que será la carátula del juicio?
- ¿De qué suma a resarcir se habla?
 -¿Cómo y de quién, cobrarán ustedes sus honorarios?
- ¿Cuál será la estrategia de la defensa y cual piensan que será la de                               ferrocarriles?
- ¿Por qué son dos abogados de la capital los que se hacen cargo de
la defensa de una niña indigente?

El doctor González Sueyro compuso un mohín para su compañero, delegando en él, la posibilidad de las primeras respuestas. El doctor Barreiro Piazza abanicó los brazos, solicitando con el gesto, que bajen de su visual los micrófonos:
-Nosotros respetamos profundamente el trabajo que ustedes desarrollan y defendemos hasta las últimas consecuencias, el deseo y el derecho que tienen a informar -modulaba su voz pasando agradablemente de un tono a otro-. Pero les pido sinceramente que tratemos de ordenarnos, voy a intentar una síntesis que conteste muchos de los interrogantes que nos plantearon.
 Comprenderán que todavía es muy pronto para acuñar todas las certezas, desde ya les pido disculpas si no podemos satisfacer completamente sus justos anhelos.
Nos preguntaron si habría juicio contra la empresa de ferrocarriles, es muy probable. Pero también tenemos que reflexionar, despejando un poco el campo, acerca de si es este monstruo del riel el único responsable del crimen cometido contra Virginia, y también, si el crimen cometido es únicamente contra Virginia.
Mi socio, el doctor González Sueyro decía que este es un caso emblemático, y lo es porque abordamos un encuentro desigual, por un lado todo el poder, ese que tiene la prepotencia de llevarse todo por delante, el que tiene la soberbia de acomodar las leyes para que siempre se adecuen a sus necesidades, y por el otro, la debilidad más extrema, representada en la indigencia, en la ignorancia y en una niña a quien ese poder, le arrebató para siempre sus piernas.
Nos preguntaban por la carátula del juicio. Creo que cualquiera que se nos ocurra será factible, pero además se quedará corta. –En una breve pausa paseó su vista por todos y cada uno de los entrevistadores- Es cierto que somos abogados de la capital, de ningún modo es nuestra intención quitarles protagonismo a colegas locales, al contrario, aprovechamos esta conferencia para pedirles que colaboren con nosotros aportándonos su experiencia en el territorio. Les decimos, que todos juntos celebraremos si obtenemos justicia verdadera. No tengan recelos porque venimos de Buenos Aires, no es nuestra intención invadir espacios que no nos pertenezcan.
En cuanto a nuestros honorarios no se preocupen, tomamos el caso como si se tratara de una cruzada, sabemos que nuestra obligación es defender al débil, al desprotegido, al indefenso, no hacerlo, sería traicionarnos a nosotros mismos.

Cuando el entrevistado tuvo que respirar, un movilero de un canal de aire, introdujo la pregunta más corta:
- Ustedes ¿pertenecen a una agrupación de izquierda?

El silencio fue total, el auditorio periodístico calló de golpe. El doctor Barreiro Piazza desconcertado, puso los ojos en su socio demandando ayuda. González Sueyro sorprendido, no hallaba un pensamiento contundente.
Nunca surcaron sus percepciones, circunstancias semejantes. Transitaron la carrera soñando con ser ricos y prestigiosos profesionales, la militancia universitaria para ellos carecía de sentido, es más, solían fastidiarse cuando las clases se convertían en asambleas con arengas en defensa de los obreros, la educación pública, contra el imperialismo etc. etc.… “Ellos iban a la facultad a estudiar no a hacer política”.   Cuando se recibieron, tal vez para afirmar su objetivo de pertenecer a otras esferas, agregaron a sus títulos el apellido materno.
Ahora, que todo el proyecto parecía hilvanarse, como un balde de agua fría precipitaba aquella impertinencia, que exigía ser contestada, para no perder el favor de la prensa:
-No pertenecemos a ninguna agrupación política.

González Sueyro pensó, “¿Será bueno o malo, para mantener nuestra promoción mostrarnos como hombres de izquierda?” y contestó interrogativamente:
-Pero para responderle satisfactoriamente tendría que saber, ¿qué es lo que entiende usted por izquierda? Si cree que de izquierda son aquellos que tiran bombas, que aman la violencia, que enseñan a los hijos a denunciar a sus padres, pues entonces mi amigo debo decirle que ni mi socio ni yo simpatizamos con la izquierda.
Pero si cree que izquierda, significa ser parte de un mundo más humano, en el cual cada habitante goce de los derechos que otorgan la Constitución, poseyendo igualdad ante la ley, entonces debo decirle que somos de izquierda hasta los tuétanos

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