sábado, 17 de agosto de 2013

Capitulo de novela

"Siempre que llovió..." 
           Capítulo XXX
Obra inédita e inaudita de Eduardo Wolfson


Las telarañas cubrían sutilmente el caballo y el cuerpo de bronce del prócer. Tenía a favor su altura, ya que animal y hombre se alzaban a partir de un pedestal de tres metros.
Para que la verdad se acerque a la realidad, es preciso señalar, que en muy pocas oportunidades, quiénes transitaron por la plaza se detuvieron frente al monumento, tampoco se recuerda que constituyesen multitud, aquellos que leyeron las placas adosadas a la base, dando cuenta de la historia, las circunstancias y los homenajes que daban sentido a semejante calidad corpórea. Pero para las estadísticas, resultaba nula la existencia de los que elevaron alguna vez su vista, para observar al ecuestre gentilhombre. Por lo tanto, por más que se acumularan telarañas, o el excremento de palomas sintetice nuevas decoraciones sobre el bizarro uniforme militar, era muy difícil, casi imposible, que alguien planteara una queja al municipio, por el mal estado de conservación e higiene, pues nunca, se le prestó atención.
El hecho fue puesto al descubierto, y para vergüenza de todos los medios de comunicación locales, por la televisión capitalina.
Una vez terminada la conferencia de prensa llamada por el intendente, el cameraman del canal más importante de noticias, decidió separarse del periodista que acompañaba, para recibir a febo en algún banco de aquel espacio abierto, rodeado por el palacio municipal, la catedral, el edificio adusto del correo, un club, y el viejo cine, transformado en templo de un pastor moderno, capaz de amalgamar la fe y el espectáculo.
El Hombre apoyó sobre el pasto la pesada cámara, recién entonces, soportó todo el cansancio. Con el afán de conseguir las mejores y más competitivas imágenes, cargó aquel aparato durante días enteros, para completar en forma eficiente, los relatos mediocres y repetitivos de aquel movilero que le tocó en suerte. 
Con los ojos irritados, producto de la excesiva y continua filmación, con sus piernas doloridas, maltratadas, obligadas a soportar el sobrepeso de la cámara, con los brazos casi rígidos, en posiciones antinaturales, tomó conciencia de su agobio. El sujeto se desparramó en el asiento. Lo primero, fue respirar profundamente, tratando de tragarse todo el oxígeno del sitio, luego cerrar los ojos, y percibir los destellos caleidoscópicos de colores y la cristalización de formas, que infinitamente se reemplazaban por otras. Cuándo los abrió, desde las tinieblas comenzó a tomar cuerpo una vez más la realidad.
Captó un reflejo, luego, el contorno del prócer y su caballo con una gran aura producida por los rayos de sol, y microscópicas partículas que semejando un ballet muy entrenado, definían un sin fin de posiciones.
Mientras la visión del profesional se recuperaba, prestaba atención a un extraño tejido que se extendía entre una de las patas levantadas del equino, pasando por la punta del sable en alto, en el otro extremo, avanzando como un abrigo sobre todo el uniforme de metal.
Sin ganas de hacerlo pero movido por la curiosidad, se paró y caminó unos pasos hasta casi chocar contra el pedestal. Su brazo se elevó para acariciar una de las patas del animal, masajeó las yemas de sus dedos sobre ella, y constató la suavidad que producía la tierra añeja y la telaraña pacientemente tejida a través de los años.
De golpe se sintió renovado, su olfato periodístico no fallaba, allí estaba la nota original, la primicia de ese día. Imaginaba las letras catástrofe del anuncio: “Sodoma y Gomorra: un valiente prócer agoniza tapado por las telarañas y la mugre en la ciudad de Virginia, frente a la indiferencia del Intendente y sus pobladores.”
El cameraman corrió para recoger su cámara. Con ella encendida sobre sus hombros y con el ojo pegado al visor, comenzó a darle vueltas al monumento, grabándolo parte por parte, telaraña por telaraña, las que dibujaban un sin fin de tramas. En la parte superior, sobre el morrión, posadas como adustas condecoraciones, las cacas de palomas.
Sin perder más tiempo editó las imágenes para el canal, que fueron presentadas y alternadas con otras de la conferencia de prensa.


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