sábado, 26 de octubre de 2013

Capítulo de novela

"Siempre que llovió..." 
             Capítulo XL
Otra entrega semanal de la obra inaudita e inedita de 
                       Eduardo Wolfson


La azarosa opinión de transeúntes abandonando la estación Terminal del ferrocarril, registradas por el tele-periodístico nacional de mayor audiencia, resultaron sencillamente demoledoras. Las imágenes, reiteradas como promoción durante la jornada, constituyeron suficiente preámbulo para el programa, que esa como todas las noches, se dedicaba a poner en el tapete y analizar, la coyuntura.
Los dos conductores de pie, impusieron a la audiencia la síntesis. Según ellos, aquellas declaraciones globalizadas por la magia de la tecnología, no eran otra cosa que: “el sentir de la gente sencilla”.
Ambos de traje. Uno tieso, que meneaba solo los labios cuando llegaba su turno. El otro, aparentemente atacado de arrebatos gélidos, no cesaba de refregarse las manos como para hacerlas entrar en calor.
-Lo que acaban de ver es una encuesta exclusiva, que el equipo de investigación del canal, realizó hoy mismo, a boca de tren.

El periodista tieso, tratando de enfatizar su voz, pero sin lograrlo, prosiguió:
-Como ustedes apreciaron las implicaciones son contundentes, y yo diría unánimes. Nuestra gente sencilla, esa que sufre todos los días las peripecias de buscar trabajo si no lo tiene y de cuidarlo, cuando tiene la suerte de poseerlo. Esa gente sencilla hace sus traslados frecuentes en el medio más económico, el ferrocarril.

Su colega interrumpió la presentación, acelerando el ritmo a su molinete de manos:
         -Así es, como muy bien lo expones, el ferrocarril hoy es el acusado de la gente, y es el sospechoso que estará esta noche como interrogado principal en este programa.
         Para aclarar dudas, hemos conformado, ejerciendo el periodismo que nos caracteriza, objetivo e independiente, dos paneles diferentes.
         En la primera de las mesas, nos acompaña el Presidente de la empresa ferrocarril privado y un escritor amigo, que en estos días, tal vez premonitoriamente, presenta un libro, que al confrontarlo con la realidad que hoy nos toca vivir, se vuelve emblemático. Me refiero al autor de “El tren fundador de vidas”.
         También integra este panel de lujo una gran actriz, inmensamente querida por nuestro público, pero que hoy no viene a deleitarnos con una actuación. Enterada del tema que vamos a tratar, ella nos pidió que la invitáramos porque quiere entregarnos su visión de incansable viajera férrea. 
         En el otro panel, que alegóricamente, vamos a denominar la mesa opositora, nos visita el doctor Gonzalez Sueiro, uno de los defensores de Virginia, la niña que perdió sus piernas en una tragedia, que no sabemos todavía si calificarla de accidente, de imprudencia, de negligencia, de falla humana, de ineficiencia empresaria o estatal. Tal vez esta noche arrimaremos más certezas que nos permitan acercarnos a la carátula más adecuada.
         Acompañan al doctor Gonzalez Sueiro, el Presidente de la Sociedad de Fomento de la Villa de emergencia en la que habita la familia de Virginia y por último, una dirigente de un frente de izquierda y conocida defensora de los derechos humanos.

            Al volver de la tanda, los invitados a la primera mesa, ocupaban las esquinas de un escritorio plateado, con forma de flecha. De espaldas a los televidentes, y en el centro de el triangulo isósceles, los periodistas entraron en tema:
-La gente entrevistada por nuestro equipo periodístico, exhibió mucha bronca con los ferrocarriles -principió el comunicador tieso-, la gran mayoría dice que viaja mal, que las formaciones atrasan, que los asientos están destruidos, que los vidrios de las ventanillas no existen, que sufren el frío y cualquier otra inclemencia del tiempo, que la limpieza en los vagones y ándenes brilla por su ausencia, y que la seguridad, es un sueño de las mil y una noche. Pero esta misma gente no muestra el mismo acuerdo cuando se le pregunta, ¿Quién o quiénes son los culpables de lo que le sucedió a Virginia?

Con falsete y siempre superponiendo en un movimiento continuo sus manos, el compañero del presentador interrumpió una vez más:
-Le pregunto al Presidente de ferrocarriles ¿Es la compañía que usted preside la culpable de lo que le aconteció irreversiblemente a esta niña?

El aludido elevó el brazo derecho, y una vez, que su dedo índice señaló hacia la cámara, con acento ibérico, voz grave y firme profirió:
-De ninguna manera, jamás consentiré que unos cuantos apátridas acusen a nuestra empresa, de haber sido suya la responsabilidad de este lamentable episodio.
-¿Por qué no nombra a esos apátridas?
-¡No me interrumpa!, ya a su hora todo se sabrá. Acusar es muy sencillo, desprestigiar no a una empresa, sino a una institución como son los ferrocarriles, solo lleva unos segundos para algunos energúmenos, para los cuales, los medios de comunicación siempre parecen tener sus espacios abiertos. ¡Y está claro!, los medios de comunicación viven, gracias a que editan sangre.

Mientras el temperamento del orador se elevaba junto al enrojecimiento de su rostro, fue nuevamente interrumpido, pero esta vez, por el conductor inamovible:
-Creo que no puede poner a todos en la misma bolsa, acá ejercemos el periodismo en forma democrática e independiente, sin presiones, siempre exponiendo todas las opiniones, para que nuestros televidentes saquen en sus hogares las conclusiones pertinentes.
Nosotros, el canal y el multimedio al que pertenecemos, tenemos reglas de juego claras e igualitarias, por esa razón fue usted invitado, para que diga a esa cámara su verdad, pero no puedo aceptarle que generalice sus apreciaciones.

Más calmo, la máxima autoridad del riel retomó su discurso:
-Le pido disculpas si en algo lo ofendí, no fue para nada mi intención, y mucho menos, generalizar una opinión desfavorable hacia los medios y tampoco para periodistas como ustedes, que los sé totalmente independientes.
Los ferrocarriles, a través de su historia, se han caracterizado por ser transparentes en su gestión, teniendo siempre abiertas las puertas tanto para la justicia como para la prensa. Pero hablando de historia, no podemos gestar acusaciones rápidas, sin tener en cuenta la obra civilizadora de los ferrocarriles, muchos son los pueblos que se han fundado y han crecido a su paso, y muchos, fueron los peones rurales y los miserables, que el ferrocarril ha trasladado gratis cuando tuvieron que buscar un mejor sitio para desarrollar su vida.
Pero mejor que yo, para hablar de esto, hoy han invitado ustedes a este prestigioso escritor que ha hecho ese magnífico libro, en cuyo título, expresa la síntesis de aquel esfuerzo faraónico -se pone unos lentes, toma el volumen del escritorio y lee fijando la vista en la tapa- “El tren fundador de vidas”.
La niña que por una negligencia de su amiguito, sufrió la amputación de sus piernas, hecho al que algunos de sus colegas, han caratulado como de tragedia heroica. Digo que esa criatura también es muy pobre, y que seguramente, a sus padres, el ferrocarril los trasladó de la forma más económica cuando lo han necesitado. Todo esto es cierto, pero no es para nada el ferrocarril el responsable de lo acontecido. El tren rueda por las vías no tiene otro lugar.
Pero no es el tren el encargado de cuidar niños, en primer término son sus padres, que aunque pobres, ignorantes y marginales, no pueden deshacerse, así como así, de sus obligaciones que es la de proteger a sus críos.
El ferrocarril señores, no solo es inocente de los cargos que se le están imputando para esconder a los verdaderos culpables, sino que en este caso en particular es una victima. En ese tren viajaban pasajeros que fueron profundamente impactados, tanto, que muchos de ellos habrán decidido realizar sus traslados habituales en otras formas de transporte, actitud que a la empresa le ocasiona un inestimable lucro cesante, a todas luces, irrecuperable. En ese tren había conductores, que por más que se sepan inocentes, siempre se preguntarán si ellos no hubiesen podido de alguna forma, evitar ese acto dantesco. De tras de ellos sus familiares, sus hijos, que por más que los alienten sentirán un profundo dolor, cuando la mirada de compañeros y vecinos dirijan hacia ellos en lugar del afecto, el reproche.

Con un simple gesto de cabeza, el hombre de prensa tieso aprobaba lo expresado. Impresionaba por su cadavérica delgadez, acentuada en pantalla por ojeras profundas y la piel de los pómulos, a pesar del maquillaje, totalmente ranurada. Su aspecto, no era otra cosa que el espejo de las presiones sufridas para ejercer su profesión, dieciocho horas diarias de acción forzosa, cubriendo diversos programas de radio, televisión y una columna gráfica en el matutino de la misma empresa. Extenuado, carecía de condiciones para repreguntar.  Su compañero, todavía más entero, tomó las riendas:
-Es actriz dramática y muy querida por todos los argentinos, -señaló friccionando sus manos, a modo de introducción- ella misma suele describirse como una adicta a los viajes en tren. Nosotros bien sabemos que ese amor que manifiesta por rodar sobre las vías no es una pose. Los rieles de casi todo el mundo, contaron en algún momento con su presencia.
Nadie mejor que ella para transmitirnos cual es su opinión, frente al tema que hoy nos toca debatir.

 La actriz apoyó el codo de su brazo derecho sobre el escritorio, cubriéndose el cuello con la mano, postura que les impedía advertir a los televidentes las arrugas, casi grietas producidas en un cutis desgastado, añejo y sin retorno.
-Yo no voy a negar que me auto invité esta noche, -acercó su boca al micrófono- lo acontecido a esta niña me conmovió profundamente.
Recordé de pronto momentos de mi propia infancia. Papá, que como ustedes saben era un gran artista plástico, me llevaba allá en mi pueblito natal, a ver el crepúsculo desde un lugar maravilloso, pero que se encontraba sobre las vías del ferrocarril.
Nunca, hasta que ocurrió esta tragedia que hoy nos convoca, pensé en lo imprudente de aquel acto de mi padre. Su amor por aquella naturaleza inasible lo cegaba, hasta tal punto, de no darse cuenta que con aquella acción, ponía su vida y la mía en serio riesgo. 
Yo no soy quien para hacer acusaciones y buscar culpables, para ello está la justicia. Pero si quiero dejarles la siguiente reflexión: los trenes son hermosos, también las armas brillan y lucen espléndidamente en una vitrina. Pero nunca dejemos un arma al alcance de un niño.
Muchas gracias a todos ustedes por dejarme dar, esta mi humilde pero sincera opinión.

 La figura de la vieja intérprete, se fue desdibujando con un mohín convencional en la escena. Solo un juego de luces, y ante la cámara, se posicionaron dos figuras: la del escritor y la del periodista tieso visiblemente recuperado, quien en forma de pinza, soportaba en sus manos al libro estrella:
-Debo confesarte que hace muy pocas horas, que tengo en mi poder tu libro. A pesar de ello pude hojearlo. Lo poco que leí, atrajo mi atención. A pesar de ser un lego en la historia del ferrocarril, comprendí que en ella hay un alma que se esconde detrás de esa fachada imponente e impresionante de hierro. Hoy la realidad le otorga plena vigencia a tus reflexiones, por eso me gustaría que por razones de tiempo, nos expongas una síntesis de tu pensamiento y por cierto, que traces el paralelismo, si lo hay, con el otro tema que hoy nos convoca, el episodio vivido por Virginia y su compañerito Juan.

-Bien, tanto el Presidente de ferrocarriles, como la dignísima actriz, han expresado en su punto justo, el significado que tienen los trenes a lo largo y a lo ancho de nuestra patria. Es muy poco, en este sentido, lo que puedo agregar. Gente que pensaba en la construcción de una nación, fue la que pensó en los ferrocarriles. Su avance era acompañado por vidas civilizadas que poblaron los desiertos, esfumando la barbarie.
Acaso me pregunto, toda empresa con objetivos diáfanos y sustentables, ¿No tiene un fin económico? Digo esto porque sé de donde vienen las críticas, son aquellos que sólo se atreven a habitar los campos de la teoría, ya que su cobardía les impide enlodarse con la práctica. Ellos son puros, se sienten dioses del Olimpo, entonces vituperan, humillan, censuran, reprueban y señalan como traidores, corruptos y asesinos, a los que ejecutan con verdadero patriotismo, muchas veces equivocándose, pero que lo hacen con la audacia y la valentía que a ellos les falta.
Claro que a mí me duele que una locomotora ampute a una chiquilla, pero me revelo a esta obsesión que tenemos de buscar culpables y de juzgar, cuando esa atribución en democracia, pertenece al poder judicial. Nosotros tenemos la obligación de preocuparnos por las soluciones, para que los ferrocarriles sean más grandes, más potentes, más integradores, para que las Virginias viajen en ellos sabiendo que el tren, las estaciones y las vías les pertenecen, que son una parte indivisible de su identidad.
Sé que me excedí en el tiempo, pero te pido que me dejes pasar el chivo. Voy a firmar ejemplares de mi libro en la librería “Alarma” en la ciudad de Virginia, mañana a las 20 Horas, los espero, gracias.

La publicidad invadida por lavarropas, detergentes, jabones que lavan más blanco, limpia pisos, limpia cocinas y limpia baños, surgió como el intervalo indispensable para que el segundo panel defendiera sus posiciones, frente a los prestigiosos periodistas.
-No sé como me contuve hasta ahora, ante tanta hipocresía, -arremetió la dirigente del frente de izquierda sin esperar la consabida pregunta de inicio- expresada por estos señores, que solo saben rendirle pleitesía a Don dinero.

-No queremos que esta sea una noche de insultos y chicanas- interrumpió el periodista lánguido- si no que civilizadamente, podamos a través de la exposición de los argumentos de todas las partes involucradas, dejar en nuestros televidentes, caminos que los ayuden a formar su opinión. Por todo esto, señora le pido que nos haga conocer su pensamiento y por favor, sin agresiones verbales.

-Lo mío no es agresión, ni insulto, ni chicana. Solo digo la verdad. El señor empresario del riel dice que el ferrocarril más que una empresa es una institución. Yo digo ¡que lo era!, hasta que fue vergonzosamente regalado a empresas privadas de dudoso origen. Y no solo eso, el Estado, o sea todos nosotros, subsidiamos las pérdidas. Cuando estos señores, ya no pueden arrojar más basura debajo de la alfombra sin que se note, acuden a otros artilugios echando la culpa de su ineficacia, o de su incumplimiento en la inversión, a la parte más pobre de la sociedad o al mismo gobierno que es su cómplice.
Nuestro frente está al lado de Virginia, que es como estar al lado del pueblo y en contra de cualquier clase de imperialismo.

 Uno de los conductores, el que sometía a sus manos a un perpetuo centrifugado, acercó a la mesa una jarra de agua, acción que hizo incurrir a la entrevistada en una interrupción verbal, marcando el final de su intervención en el programa.
El destinatario de la nueva pregunta, fue el Presidente de la sociedad de fomento de la Villa:
-¿Señor, usted diría que la presencia del ferrocarril tan cerca de la Villa es perjudicial para sus habitantes, y si es así, ¿Quién tendría que batirse en retirada, el tren o la villa?

 El hombre, visiblemente nervioso, auscultó la interrogación estrujando un pañuelo entre las manos. Al principio fue el silencio, luego los labios se le inundaron de saliva, y por fin, se oyeron balbuceos ininteligibles.
Entonces, el preguntante le solicitó que se tranquilizara, elevara y modulara mejor su voz:
-Nosotros no tenemos nada contra los trenes, no nos perjudican ni nos benefician, por otra parte ellos no se van a ir y nosotros, no tenemos a donde ir.
Si bien antes estaban los ferrocarriles, la villa también hace tiempo que está. Muchas veces pedimos que se construya un alambrado y un puente para cruzar las vías. Nunca nos dieron mucha bolilla…, hay que decir la verdad.
Cuando están por llegar las elecciones, entonces los candidatos se acercan, nos prometen muchos arreglos, pero si después les dan el cargo no hacen nada.
Y ahí está, el terraplén y la vía desnudos, y cada vez que pasa un tren, las casillas tiemblan como anunciando la llegada del mismo demonio.
Los que vivimos allí, no estamos porque es de nuestro agrado, pero ahí nos arrojaron y ya no queda donde.

El hombre quedó callado, la voz se le metió para adentro, su rostro cetrino resistió toda forma de expresión.
Uno de los conductores, se sintió impotente para convivir un poco más con el silencio. Los televidentes notaron su esfuerzo para romper con el mutismo. El nuevo ánimo se exteriorizó con palabras de asombro:
-Pero tenemos un poeta entre nosotros. No hay como un hombre de tierra adentro para decir sus verdades con voz sencilla y armónica, es ese canto algo melancólico pero hermoso, que le dicta su contacto casi diario con la naturaleza.
Pero al Doctor Gonzalez Sueyro también se lo nota ansioso por detallarnos cual es el cuadro de situación legal actual en el que se encuentra su defendida, la niña Virginia. ¿Cuales son las responsabilidades, que según su estudio, tienen los otros actores de esta causa?

El abogado abrió la tapa de una computadora portátil apoyada sobre el escritorio, la cámara tomó un primer plano de la pantalla, mientras se escuchaba al defensor, afianzar su discurso:
-A lo largo del programa he visto y oído a cada uno de los panelistas, y también a ustedes señores periodistas.
Mientras transcurrían las diferentes exposiciones, sentía crecer en mí una incertidumbre, que en estos precisos instantes, percibo que ya ocupa todo mi ser.
Me pregunto ¿Por qué les es tan indiferente el tremendo dolor de Virginia?, y respondo: porque todos los que hablaron, atraviesan por el costado de ese dolor. Hacen esto por defender su empresa, otro su línea política y algunos, lo hacen por mantener la simple y frágil frivolidad.

Claro, todos estos objetivos pretendidos, se pulverizarían sin duda, si por un instante, se atrevieran a colocar su sensibilidad en el centro del dolor.

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