domingo, 1 de junio de 2014

Pinceladas de mis personajes

         Teoría de los patrones


Con el índice y el mayor, apresó el cubo de hielo que flotaba en el vaso de whisky medio lleno. Le dio impulso, persiguiendo la trayectoria circular del recipiente, gozando de la ingravidez que le proporcionaba el líquido ambarado. Los estudiantes rodeaban su mesa en silencio ritual, esperando ansiosos el consejo del sumo sacerdote.
             
            Carlos passos, conocido como el gurú de las minifaldas de gamuza, con cuarenta y tantos años distribuidos en su espalda, pasaba la mayor parte del día en la mesa, junto a la ventana del bar Diógenes. Vivía enfrente. Le gustaba mezclarse con el humo, derrochado y acumulado entre esas paredes por los futuros filósofos.
            Sopesando el silencio de los muchachos, después de pinchar una aceituna, murmuró en un porteño gangoseado una frase, que produjo en los oyentes un rictus de ignorancia expectante.
            “La teoría de los patrones”, repitió, esta vez modulando mejor.
            Los que aguzaban orejas cruzaron miradas, tratando de desentrañar cada uno en el otro, el sentido de aquella oración.
            Parsimoniosamente, Passos estudió a uno por uno y expresó: “Si quieren ganarse a una mina para que participe de un encuentro solidario, tienen que conocer y poner en practica la teoría de los patrones”.
            Ninguno se atrevió a señalar su ignorancia, al contrario, asintieron, como si supieran de qué se estaba hablando.
            “Es muy fácil –aseguró y continuó-, todo es cuestión de que uno oficie como patrón y que los demás ejecuten sus órdenes sin dudar”.
            Pepe le sonrió a Quique, este no retribuyó, e interrogó en voz alta, captando el deseo colectivo: “¿Y quién de nosotros tendría que ser el patrón?”.
            Un resplandor brotó de los ojos pequeños del ex rufián devenido en fabricante de trapos. Antes de responder, en el paneo previo, con disimulo, tomó un sorbo de whisky:
            “Si entendieran la teoría de los patrones, en lugar de discutir por serlo, tratarían de volverse invisibles para que no los agarren como candidatos”.
El “¿por qué?”, provino de Paco.
            Passos pisó sobre el final de la frase:
“Porque el patrón conduce pero no toca, mira pero no arrima. Seduce a través de sus encargados”.
El escarbadientes atrapó al cubito de queso. Se tomó su tiempo y agregó:
“Ser patrón, es el piolín del Yoyó. Cuando baja el carretel, uno piensa que va a poder expulsarlo, y lanzarlo para siempre de la canaleta en que vive, pero de pronto, ella vuelve a enroscarse con una velocidad poderosa”.
                                                                         Eduardo Wolfson 


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