sábado, 6 de junio de 2015

Causa justa

Se parece al teatro

 

Escena: “Defensoría de pobres y ausentes”. Ambiente: una prefabricada dentro del palacio de tribunales. Tiene un único ventanal, cubierto por espesas cortinas de pana gastada. A modo de bancos, columnas de libros de jurisprudencia, rodean el escritorio ministerial del defensor, él ocupa la única y desvencijada silla giratoria del recinto. A su lado el cesto de basura


Personajes

Rogoski: (Defensor de pobres y ausentes) Es una persona de edad, con dicción gangosa muestra problemas de atención y de memoria. Viste un par de calzoncillos blancos de media pierna, calzado en unos zoquetes negros estirados por sendos ligueros. Está descamisado, cubre su torso con un saco principe de gales prendido en el botón superior.

El Juez: Luce un traje elegante, el resto de la vestimenta es al tono, contrastando un moño y un pañuelo de vestir estampados.

El Ujier: viste un guardapolvo gris, es movedizo y muy servicial, nunca se ríe.

El Fiscal: Elegante Sport, Reloj pulsera importante, traba en la corbata, anillo con engarce de una notoria piedra preciosa.


Abogada privada: Mujer de 40 años, el cuerpo prominente lo cubre con un traje sastre

Testigo falso (Poeta) destacable traje con chaleco, camisa con gemelos de oro, sombrero de fieltro, al tono y de ala corta. Peinado para atrás con gomina  


Vendedor de libros juridicos (Jaimito) Usa traje gastado, zapatos sin lustrar

Comisario: Uniforme

Acción: (Rogoski se pasea enfundado en un par de calzoncillos blancos de media pierna, calzado en unos zoquetes negros estirados por sendos ligueros. El calor sofocante de las primeras horas del atardecer, lo soporta descamisado, aunque su tórax exuberante y velludo, lo cubre con un saco principe de gales prendido en el botón superior. Rogoski posa la vista en su escritorio ministerial, cubierto de polvo añejo, y huellas dejadas por el culo de los botellones de vino, pátina de realidad que retorna a su memoria casi agónica, como juergas ebrias y abogadiles.  Los golpes a la puerta, no lo sorprenden, sopla la prótesis que olvidó en el ángulo de la tabla, la escupe, la introduce en el paladar superior, y la rumia varias veces hasta acomodarla.

El juez: (Observa a Rogoski desde la entrada, encoge los hombros pensando en su camarada incorregible) - ¿Cuándo te vas a decidir a pasarle un plumero a estos cachivaches, y cuándo te podré encontrar vestido decentemente?”

Rogoski: saliva en el cesto de basura sin contestar.

Juez: -El que seas defensor de pobres y ausentes no te da derecho a atender a la gente en pelotas.

Rogoski: (la mano derecha la ocupa en rascarse dentro de la bragueta, utiliza la izquierda para indicar al magistrado que se siente. al fin argumenta provocando una sonrisa dilatada del Juez) -Los pobres que vienen acá también están en pelotas, y los ausentes no dicen nada, y ¡Aquí!, son los que sobran.

Ujier: (Entra como un gladiador dispuesto a dar la vida en el circo romano. Con sus extremidades superiores, sostiene en abanico seis bandejas de plata, en las que retozan, restos muy cocidos de lechón. Mientras Rogoski juega a la calesita en la única silla giratoria, el empleado cubre el escritorio con la mercadería).

El fiscal: (Llega portando seis cuchillas diferentes, ríe majestuoso).

 Rogoski: (Al ver la sonrisa del fiscal exclama con rencor) -¡Llena de dientes!”

El fiscal: (Exhibe en un paneo las cuchillas) -Estos filos nos facilitarán la tarea, para tener buenos bocados de los chanchitos que hoy vamos a deglutir.

El juez: (Toma por sus respectivos mangos a los diversos aceros, los examina meticulosamente, y expresa) -¿Estos son…?

El fiscal: (Interrumpiéndolo) –Efectivamente. (Aclara para el ujier y Rogoski) -son las evidencias de los seis asesinatos con arma blanca del mes pasado.

(Entra la abogada privada imponiendo su presencia dando vueltas como si fuera una modelo en su desfile. Después del paseo se dirige al fiscal) -¿No tendrá el señor fiscal una evidencia con el mango rosa, para que la única dama de esta honorable reunión de los viernes pueda cortar y saborear bocados de porcino?


Fiscal:  -Nuestra querida abogada, ¿no le teme a la triquinosis?

Abogada privada: (sonríe queriendo seducir) – No le tengo miedo a las cosas penetrantes

Fiscal: - ¿Se refiere a la evidencia o al chancho?

Abogada privada: (Ofendida) – Le pido señor Fiscal que recuerde que no solo soy letrada, sino mujer. Deje sus groserías porque usted sabe que el chancho siempre me interesa, y si me proveen de una buena evidencia, mejor.

Fiscal:( le alcanza una cuchilla) – se la proveo, es buena, pero no rosa.

(Llega el testigo falso, con damajuanas de vino Carlón, el ujier lo ayuda para acomodarlas al lado de cada una de las pilas de libros).

Rogoski: -Hoy hay que apilar más jurisprudencia y traer otra damajuana, tenemos un invitado. ( La mirada de los presentes confluye en la corpulencia abstraída del defensor de pobres y ausentes. El silencio, se prolonga todavía unos minutos. Esperan atentos y ensimismados la revelación, mientras Rogoski, se entretiene lúdicamente sacándose las dentaduras, superior e inferior, enfrentándolas para examinarlas como si perteneciesen a un rostro desconocido).

El juez: (con fastidio) -Siento mucho interrumpir tu arteriosclerosis progresiva, mi querido Rogoski, pero ¿nos podrías informar a que figura excepcional recibiremos este viernes?

Rogoski: (como un niño atrapado en la mitad de una travesura, esconde atropelladamente sus dientes en la cavidad bucal y pastosamente expresa) -Se trata de un vendedor de libros jurídicos, a la mayoría de nosotros, alguna vez, nos ha vendido códigos, mamotretos de leyes anotados y comentados, que ni siquiera nos hemos tomado el trabajo de consultar. 

(Los contertulios, despistados pero no asombrados, solo encogen los hombros traduciendo un desconocimiento indiferente. El testigo falso (alias poeta), pincha una de las aceitunas que acompañan a los lechones, y antes de probarla, ensaya una sonrisa gardeliana como para entonar “Amores de estudiante”

Testigo falso: -Un vendedor de libros conspira contra la cultura popular.

El juez: (Refriega su pañuelo de seda en el interior de un vaso plástico). -¿Cómo se entiende eso de la conspiración?

Testigo falso: (Pasa su peine de bolsillo sobre su cabello negro) -yo lo noto, porque cada vez que subo al estrado, ustedes me hacen preguntas más retorcidas, con palabras a las que no he oído en mi larga lucha tribunalicia. Y eso, estoy seguro, se debe, a que ahora preparan el interrogatorio con vocablos que están en los libros que les vende este señor, que sin consultar, nuestro apreciado Rogoski invitó a esta magnánima y selectiva asamblea de los días viernes.

El juez: (Toma la damajuana que le corresponde y llena su vaso, luego construye un gesto de reprimenda, señala con el dedo índice a Rogoski) -Tiene razón el amigo, esa invitación inconsulta no es democrática, por lo tanto improcedente, pero la aceptaré porque fue hecha por el lelo Rogoski, cuya condición me impide discutir.

El fiscal: (Toma a Rogoski del mentón, obligándolo a reconocerlo) -No se tratará de Jaimito, ese vendedor bolche que intenté denunciar en la época de la dictadura, para librarme de cuotas que no pensaba pagarle, pero el muy bolche me extorsionó, exhibiendo un aporte mío a la campaña financiera de su rojo partido.

Testigo falso: (Se acerca al único ventanal, corre las espesas cortinas de pana gastada, el entrevero de la luz corta su rostro apuñalado por las sombras. Medita, y se dirige al fiscal) -Si es Jaimito, hablás del vendedor ex bolche devenido en menenista, un tipo macanudo que reconoció las ventajas de la derecha demasiado tarde.

(Lo que parece el principio de una disertación, queda trunco al irrumpir el propio Jaimito cargando un portafolio de cuero, con las costuras a punto de estallar y una pila de tomos, cobertura de una enciclopedia, liada con hilo sisal.)

Rogoski: (Eructa, le da la bienvenida y se dirige a los presentes, señalando a Jaimito). -Si no fuera por este hombre que nos trae todas las novedades en cuotas, estaríamos imposibilitados de impartir justicia”

El Juez: (Carraspea, levanta su copa y brinda ) -“Salud y amén”.

El ujier: (pasea una de las bandejas con cerdo por los comensales)

Poeta: (casi murmurando) -Nuestro Juez garantiza la imparcialidad, no está obligado a garantizar la justicia.

(La masticación y el vino carlón, son reina y rey, respectivamente, por algún espacio de tiempo. La abogada privada dibuja una sonrisa que se convierte en carcajada. Todos, contagiosamente, ríen estrepitosos. Al cesar la risa, sus rostros no tratan de ocultar la ignorancia sobre el origen de aquella actitud).

abogada privada: -Me acordaba de aquel divorcio contencioso de esos millonarios de la farándula, que tanto el fiscal como yo anotamos a Poeta como testigo.

Poeta: (acostumbrado a escuchar con calma, una virtud contraída en la profesionalidad y praxis de su oficio, calla, mientras todos, excepto Jaimito, vuelven a reir). - Ese error cometido por ustedes, casi me cuesta la carrera.

 Jaimito: (ignorante del tema que tratan realiza una interrogación colectiva) -No quiero que lo tomen a mal, pero para poder participar, me gustaría conocer el error cometido, como dice el camarada poeta.

abogada privada: ( cruza su mirada con la de poeta y el fiscal, como buscando un permiso para hablar) - A mis manos, hace unos diez años aproximadamente, vino a parar un divorcio que tuvo una difusión magnifica, y que prometía suculentos honorarios. Se acercaban los días de feria, y pensé que sería lindo tenerlo resuelto antes, para pasar una vacaciones como corresponden, disfrutando de esos honorarios. Así que hable con el amigo Fiscal, y combinamos en darle un tratamiento expreso, con el fin de hacernos ambos de un buen botín. El exiguo tiempo disponible de preparación, nos impidió, como lo hacemos siempre, combinar por quién iba atestiguar poeta, por la querella o por la defensa. El resultado es que ambos pedimos su testimonio. Aquel malentendido, pudo significar un escándalo de proporciones en el ámbito judicial.

Jaimito: (Piensa en voz alta) -O sea que una misma persona tenía que atestiguar a favor y en contra de ambos imputados”.

(Rogoski extrae una escupidera de un armario cercano, la coloca sobre el escritorio, y escupe tres carozos de aceitunas en ella. El fiscal pasa suavemente la yema del dedo pulgar, probando los filos de los cuchillos caratulados como evidencia. La abogada privada se engrasa libidinosamente los labios con cuerito de lechón).

 Juez: (a desgano, corrobora la reflexión) -Exacto. Y debo decir que de todos los testigos falsos que existen, solo nuestro amigo Poeta es capaz de declarar a favor y en contra de los antagonistas y viceversa, en el mismo acto, y sin entrar en dudas razonables. Espero señor Jaimito, con esta descripción, haber despejado el intríngulis que suscitó sus expresiones a esta venerable mesa.  

(Jaimito asiente, pero las arrugas de la frente, delatan que sobreviven varias dudas en el proveedor para intelectuales).

Poeta (se siente compelido a intervenir con el ánimo de aclarar) -Usted no debe ignorar estimado Jaimito, que testificar no es moco de pavo, y tampoco un trabajo para cualquiera. Los que trabajamos de testigos somos elegidos. La nuestra, como la de las putas, es una de las profesiones más antiguas, sino fíjese en los que han testificado para Jehová. Somos héroes difamados en vida, en esto nos parecemos a los políticos, pero a diferencia de ellos, cuando desaparecemos, nadie construye una estatua para recordarnos, y nos vamos solos, sin cortejo, solo los de la funeraria alzando un féretro barato, y tal vez alguna voz que murmura: [un buchón menos]. No hay quien diga a cara lavada que somos imprescindibles, que sin nosotros, el derrotero institucional, histórico y  jurídico de la sociedad sería un caos, significaría la guerra de todos contra todos. Por eso en su momento, tomé este trabajo ingrato como un sacerdocio. Aquel día atestigüé a favor y en contra de ambos contendientes. En primer lugar para un esposo ofendido por el adulterio, y en segundo lugar para una esposa no deseada.

Poeta: (siente su lengua seca, cosa que se viene repitiendo hace un tiempo y le preocupa, sobre todo, porque nota que ese malestar puede conspirar con el buen desempeño de la profesión. Decide no continuar y tomarse un trago de Carlón). –Esta lengua, está pretendiendo alejarme de la profesión.

Rogoski;(disfruta pellizcando la grasa de un corte de lechón) -Así es mi querido Jaimito, para la gente no involucrada es fácil criticar a la justicia y a los justicieros que todos los días batallamos en ella. Acá el noble Poeta, tiene un trabajo arduo y nada reconocido. La gente cree que un testigo falso es un vago, que lo único que hace es hablar a favor del que le paga, y cada vez que un juicio lo requiere. Toda esta confusión que tienen, es porque ellos ven el final de la película. ¿Pero que sucede mientras esta se filma? Esos cientos de créditos que aparecen en ella con letra más chica o más grande, son personas que fueron imprescindibles para realizarla. Poeta, frente al siguiente juicio, necesita hacer el trabajo de esos créditos. (Rogoski se quita sus lentes, y sobre los gruesos vidrios esparce la grasa de lechón pellizcada, sus párpados semicerrados exhiben una mirada de luto).

el juez: -Para que haya testimonio creíble, el testigo debe tener todas las habilidades de un actor, un director, un coreógrafo y un productor ejecutivo experto. Tendrá en su momento que recrear una escena del crimen, justificar porque estaba en ella, testimoniar a favor de su cliente, tomando la personalidad que la misma demanda. Como actor, debe componer ese personaje que la trama le exige.

Rogoski: (pasa la manga del Príncipe de Gales, quitando el polvo sobre un cartelito que extrajo del cajón de su escritorio. Como descifrando el contenido).

 el Fiscal: (lee en voz alta el letrero que sostiene Rogoski) -Doctor Gerardo Rogoski Defensor de pobres y ausentes.

Poeta: (apaga un pucho sobre lo que quedó de un cuerito de chancho, exhala el humo pesado que retiene en la boca) -Con el Dr. Rogoski nunca pude hacer negocio, no tiene clientes para mí.

   Rogoski: (abandona su estado de divague, se quita los lentes tapados con nubes de cerdo, y dejando a la intemperie unos ojos legañosos de roedor afirma: -Tenés razón Poeta, en esta prefabricada nunca encontrarás negocios para vos, pero ambos estamos en el circulo virtuoso de la justicia, entre otras cosas, desde aquí se brinda el apoyo logístico necesario. Por ejemplo cuando urge terminar un caso, mi oficina les entrega un pobre, los colegas lo imputan para convertirlo en delincuente, entonces vos preparás un testimonio irrefutable, y lo sentencian. Al pobre se le acaban los problemas de alimentos y habitación, la sociedad vive más tranquila porque tiene un malviviente menos en la calle, y en las estadísticas disminuye el índice de pobreza. Se trata de un círculo virtuoso, que comienza aquí, en la defensoría de pobres y ausentes.


(En una piletita el ujier va a lavar los 6 cuchillos usados en la comida. El fiscal lo detiene)

Fiscal - Bárbaro, esos cuchillos son evidencia, si los lavás vas a dejarlos sin  rastros, y a nosotros sin pruebas.

(El empleado, sorprendido, deja las armas clavadas en los restos de lechón).

Jaimito -Veo que ustedes no se toman muy en serio a la justicia.

Juez (interroga con tono policial) - ¿Por qué lo dice?”.

Jaimito (observa a Rogoski) - solicito permiso para desarrollar mi contestación.

Rogoski -Hombre, déjese de formalismos considérese uno de los nuestros.

Jaimito -no tengo intención de crear resentimiento sobre lo que puede parecer una crítica, que no lo es.

(Jaimito observa que todas las miradas lo indagan obligándolo a hablar)

Jaimito -Disculpen, fue solo un exabrupto, sin mala intención, tal vez producido por la ingestión indebida de carlón y este clima sofocante.

(Lo escuchan sin parpadear, intenta una pausa breve para estudiar la reacción de sus oyentes. La actitud sigue siendo la misma, salvo la de Rogoski, que fuerza a la dentadura fuera de su cavidad bucal a masticar pedazos de chancho.)

 Jaimito (experimenta al silencio como una demanda para que continúe, y la acata) -Decía, que creo que no se toman enserio la justicia, porque se reúnen en esta prefabricada, colocada dentro del majestuoso palacio de tribunales, y que funciona como defensoría de pobres y ausentes.

Poeta -No se me ponga nervioso Jaimito, yo sé muy bien lo difícil que es hablar frente a un tribunal, trate de que estas personalidades no lo intimiden para estructurar su relato. Como diría un arbitro, siga siga….

(El ujier pone en la mano de jaimito un vaso con carlón. Luego de algunos sorbos retoma la palabra):

Jaimito -Cuando hablo del palacio y la prefabricada, estoy corporizando a la desigualdad extrema en el espacio de la justicia, y considero que esto no es serio.

(La última intervención de Jaimito  transfigura rostros. Nace un silencio pesado. El ambiente impregnado de alientos fétidos es protagonista. Algunas exhalaciones son la antesala de palabras que emite la sonora y grave garganta del juez)

Juez -La perversa organización de su pensamiento, mi estimado Jaimito, solo le posibilita abrir juicios de valor invertidos sobre la realidad, que en definitiva, es la única verdad. No nos tomamos en serio el espacio de la justicia, porque este es el de los tribunales, organización que ha derrotado a su enemigo, el tiempo, ese que todo lo cambiaba, y arrastraba con sus huracanes a la gente, forjándola a exigir justicia.

(El fiscal toma de una oreja a Jaimito, lo arrastra hasta el ventanal de la prefabricada, y a viva voz, zarandeando el brazo libre grita)

Fiscal -En la calle hay desocupados Jaimito, madres solteras, cartoneros, cuevas que venden dólares y empleados jerárquicos y ejecutivos que compran dólares. Periódicos que se quejan por la inflación, y comerciantes furibundos, que corren a sus comercios para duplicar los precios y aprovechar un pedido a lista vieja. La desigualdad extrema, Jaimito está en la calle, y como dice nuestro Juez, acá es tribunales.

(Jaimito suda profusamente, su camisa de nylon se le pega al pecho y a la espalda. Trata de desprender los dedos del fiscal de su oreja sin conseguirlo. El fiscal arroja a Jaimito, quien cae con convulsiones en las rodillas de Rogoski. La abogada privada y el ujier, se apresuran a sacarlo de esta situación, y corriendo un poco al chancho cortado, lo acuestan sobre el escritorio. Los estremecimientos comienzan a cesar paulatinamente. Las miradas se posan golosamente sobre el cuerpo de Jaimito.)

La abogada privada -Cuánta sabiduría hay en las palabras de su señoría (el juez se muestra halagado) nos está diciendo apreciado Jaimito que la Organización vence al tiempo. La inquisición es parte de nuestra historia, por lo tanto, constituyente de nuestro presente. No le voy a negar que nuestro procedimiento es lento, pero para remediarlo, la naturaleza nos puso las metástasis que culmina con la herejía.

 Rogoski (toma uno de los cuchillos clavados en el chancho, pasa una servilleta sucia sobre el filo, y se lo extiende al Fiscal) -Es para que no le provoque infección.

(El fiscal lo clava con impetu en el muslo derecho de Jaimito, que lanza un grito agudo, ensordecedor. El ujier no espera el fin del alarido, para hundirle otro cuchillo en el muslo izquierdo. Otros dos van a parar a los hombros llevados por las manos de Rogoski y Poeta. La abogada privada elige los genitales, mientras que con el último cuchillo, el Juez, como si se tratara de un hábil cirujano, penetra su corazón. Señalando bienestar, un suspiro generalizado inunda el ambiente. Las pupilas brillantes de los presentes observan con gula el cuerpo acuchillado e inerte de Jaimito. Rogoski, ceremoniosamente, extrae los cuchillos, los entrega uno a uno a sus compañeros)

Rogoski (Enajenado, exclama a modo de epitafio) -Cuando estás seguro que llegaste al fin del mundo, entonces te das vuelta, y este comienza.

El juez (vuelve a introducir su utensilio en el corazón y con un movimiento de afloje, agranda la herida, hasta extraer una porción) - sumense al desguace. A mi siempre me encantó la pechuga.

(El escenario se oscurece. Al volver la luz, todos están relajados, de Jaimito quedan huesos, y su ropa hecha jirones. El Juez, satisfecho, enciende un puro digestivo que acompaña con tragos de carlón).

La abogada privada (Masticando se queja) -Estoy manducando unos bíceps más duros que lo pensado.

Poeta (Reflexiona) -Y, el hombre levantaba libros y eso no es moco de pavo”.

(El ujier pide con gestos permiso a Rogoski, y luego se dirige a su señoría)

Ujier -Creo que es hora de llamar al comisario.

(el juez accede agachando afirmativamente la cabeza).

Comisario: (entra extiende la mano a cada uno, agregando una reverencia y juntando los talones.

Rogoski (Se lamenta) -Pero no le hemos dejado nada sabroso a nuestro auxiliar.

Poeta (justifica) -Pasa que el Jaimito tenía poca carne, no alcanzó para todos.

Comisario -les recuerdo señores que atravesamos tiempos democráticos, que resultan ser mucho más burocráticos que los anteriores, así que necesitaría unos cuantos datos más para darle un destino a esa osamenta.

Rogoski  -No se preocupe, acá en la defensoría lo registramos como ausente, y si los antropólogos lo descubren, se lo devolvemos a los familiares y lo borramos del registro.

Comisario (observa los restos de Jaimito diseminados entre los del chancho) - Les advierto, que si bien, mi gente y yo somos expertos como auxiliares del trabajo sucio, en estos tiempos, por falta de presupuesto, no disponemos de todos los elementos necesarios que la tarea demanda.

Juez (exasperado) -Vamos comisario, pero que le pasa con tantos remilgos, acaso nos cree sus enemigos, piensa que lo del presupuesto es cosa nuestra, usted sabe muy bien que los nuevos vientos también nos arrastran.

Comisario (escucha erguido con respetuosidad) -pero su señoría, comprenda, nos faltan bolsas mortuorias, guantes apropiados y palas” 

Juez (pasa revista sobre el comisario) -Sea creativo carajo, a falta de bolsas mortuorias, buenos resultan los embalajes de plasma, para guantes, bolsitas de polietileno, y para las palas, sus gorras. ¡Vamos! Levanten todo, dejen limpio el boliche de Rogoski, y las sobras de chancho y de lo otro me lo tiran en cualquier hueco, de esos que construyen las comadrejas grandes

Abogada privada (En tono seductor se dirige al comisario) –No quiero que las palabras de nuestro ponderado Juez dejen en el Comisario una mala impresión. Estoy de acuerdo con usted que soplan otros vientos y que lo billetes del presupuesto vuelan a otras manos. Pero tenga en cuenta mi seguro servidor, que estas reuniones, las hacemos porque somos la resistencia. El vernos unidos, es la forma que hemos encontrado para mantener nuestra consigna: “Estamos en contra de la pena de muerte con juicio previo”.
                                   
                                                                    FIN            
                                                                                            Eduardo Wolfson














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