jueves, 7 de junio de 2012

No es moco de pavo


Fragmento del trabajo inédito de Eduardo Wolfson "Espéculo para armar"

Este tramo forma parte de la primera edición del libro “Sociología internacional 
  sobre la muerte” 
de Bernardino Espéculo.

Estudio preliminar por
Alcíbiades Bermúdez Barreiro Rosales Paz 
General del arma catafálica, integrante vitalicio de la Masonería Argentina del Rito Escocés Antiguo.

Desarrollar una investigación sobre el quehacer del hermano, Lic. Bernardino Espéculo, significa para mi el más alto honor que como hombre, como urnista, como teólogo, como castrense y masón, he recibido a lo largo de esta existencia paradojal (1). Mi modestia me obliga a expresar, que creo que el abordaje del tema excede mi capacidad. Pero siempre, en toda contienda y en cualquier terreno he aceptado las improntas adversas como desafíos a vencer. Por eso, esto que para algunos contra hechos, puede parecer un atrevimiento, para mí, en cambio, es una definición de servicio y como tal, la renuncia no existe. Confieso que la pluma jamás ha sido mi fuerte, por eso le pido a mis maestros que me asistan, como lo han hecho siempre a lo largo de mi carrera, “¡golpe a golpe!” como alguna vez, mis referentes informan que ha dicho, intentando plagiar y distorsionar mis convicciones, un poeta apátrida.
Conocí a Bernardino en el Cónclave Urnistico Mundial, llevado a cabo en la Ciudad de Nueva York. A la reunión se le adjuntó un work-shop con las últimas especialidades tecnológicas en receptáculos, vasijas, arquetas, criptas, fosas, sarcófagos, ánforas, nichos, sepulturas, panteones, tumbas, mausoleos, féretros, ataúdes. Mi presencia en el simposio del país aliado no fue casual, una vez más, la patria había tocado a mi puerta demandando mi entrega a su causa. El enemigo habitaba dentro de nuestras fronteras. Primero, se mimetizaron con los ciudadanos comunes, componiendo una metamorfosis patética. Se camuflaban en obreros, estudiantes, sacerdotes, madres, para desparramar, sin prisa pero sin pausa, su líbelo contaminante. Llegó la hora de la espada y del combate, y ella me encontró al frente. Las armas, bendecidas por nuestros capellanes conocieron un triunfo rotundo. Muchos de los subversivos ausentes, perdieron sus casas, sus muebles y otros enseres. Ya se sabe que “el que se fue a Sevilla...” (2)
El origen del problema, anidaba justamente en aquello que nos hacía grandes. Me refiero a la producción sistemática y creciente, que fraternales, encaramos. El entusiasmo puesto en la tarea, no nos permitió visualizar el dónde, cómo y cuándo correcto, para depositar los residuos de dicho proceso productivo. (3)
En el conclave de Nueva York esperaba encontrar la respuesta. No fue así, pero descubrí a Bernardino Espéculo. Un empresario argentino, profesional, joven, creativo y dinámico, que nos tendió su mano, que creyó en nuestro proyecto de país y que con todas sus fuerzas, se comprometió a mostrarnos llave en mano, la solución final requerida para cada caso. De su juventud, pujante y arrolladora, aprendimos que era inútil tratar de ahogarse en un vaso de agua.
Su primera contribución fue ampliar nuestro lenguaje, poniendo el acento en aquellas frases que de tanto usarlas, se gastaban y caían en saco roto. Por ejemplo la tan mentada “paradero desconocido”. Bernardino nos aconsejó que de apoco, introduzcamos en el imaginario colectivo algunas variantes para contribuir al olvido, como ser: disipar, evaporar, volatilizar, esfumar, desvanecer, desaparecer. (4)
Su devoción y coherencia estaban coronadas por su humildad. Hasta el día de hoy me emociono al recordarlo en su grupo de tareas. Parafraseando a la marcha que recuerda a nuestro insigne educador, diré que: “fue la trascendencia su vida y su elemento”. Cuándo decidimos premiar sus esfuerzos otorgándole un grado, Bernardino respondió: “renuncio a los honores”. En todo momento lo percibí como un argentino derecho y humano. Bernardino es de esos seres únicos que se dan en la historia. (5)
Con lealtad, supo construir el tanque indestructible para ocultar el despojo del demonio. Él, no esperó para relajarse que subiera el techo, para ello hizo descender el piso. Consustanciado con el proceso creó su propio círculo virtuoso. Bernardino luchó y lucha por la paz, manteniendo en alto el ideario, que por razones de espacio, resumo en un enunciado: “el silencio es salud”.
Confieso que lo que hasta aquí he relatado, se compadece en un todo con la realidad más cruda. No puede ser de otra manera, ya que como nuestro gran educador, yo también, “siento en mis pies el frío del bronce”


Notas
(1)  El autor usa el término paradojal como un contrasentido, ya que lo asombra, que sobre la palabra en cuestión,  el diccionario  publique el vocablo paradero, que impresiona como un imperativo de localización. Entonces se pregunta el autor: ¿Cómo localizar lo que se ha decretado como inexistente?
(2)  metáfora militar
(3)  se refiere a la intención de no dañar el medio ambiente
(4)  El lenguaje Bernardiano, contribuyó a purificar una multiplicidad de áreas, involucradas en el ciclo vital. Contra la contaminación por ejemplo, erradicó el término basurero, reemplazándolo por predio de disposición final
(5)  se refiere a la historia oficial, la otra, ya se encontraba anulada.

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