viernes, 15 de junio de 2012

No es moco de pavo


El consejero áulico Patricio  Groncho Dona, próloga a la reedición del libro “Sociología internacional sobre la muerte” de Bernardino Espéculo. Este escrito, reemplaza al Estudio Preliminar de la primera edición

Me dispongo a escribir estas líneas luego de haber leído analíticamente, y por tercera vez, la última edición actualizada de la monumental “Sociología internacional sobre la muerte”.
Aquí, junto al ventanal de mi despacho, observo niños corretear por la plaza. Inocencia que en su ciclo evolutivo se transformará inexorablemente. Me pregunto si es verdad que en esas criaturas habita el germen de los hombres del futuro. En todo caso, también me pregunto qué es la verdad. ¿No me estará engañando ese rayo de sol que golpea contra el vidrio, al susurrarme que quien lo manda es  fuente de energía?
El lector, tal vez, se sienta incómodo con este preámbulo, pero creo que es imprescindible tratar de transmitirle más que un conocimiento revelado, la sustancia que anida en una sensación, que por cierto, será única e irrepetible, aunque no me permito perder de vista la síntesis de múltiples causas determinantes.
Sirva esta introducción, para preguntarnos una vez más, sobre el pensamiento del Licenciado en ciencias mortuorias Bernardino Espéculo. “El hombre es solo sexo, economía, poder y trascendencia”, nos dice el autor con contundencia en el capítulo tercero de su obra majestuosa. Debo confesar que frente a esta frase, mi músculo cardíaco, contra mi voluntad, se contrajo y se dilató a una velocidad inusitada. Me pregunté, ¿Es Espéculo un heterodoxo?, o sea, ¿piensa de otro modo que el rebaño? ¿Será el autor de “Sociología internacional sobre la muerte” un licencioso?, o sea, ¿será habitué de los senderos contrarios a las buenas costumbres? Advertí que en su afirmación no figuraba la palabra muerte, contenido que si se expresa en el título original de la obra. Pensé entonces en los cambios paradigmáticos y en ese juego de dos términos que descubro como contrarios, me refiero a muerte y trascendencia. Trascender viene del latín (trascendere), y significa comenzar a conocerse. Observe el lector que nacemos y pasamos toda una vida, para poder conocernos recién cuando trascendemos. ¿Será entonces que no morimos? El autor nos específica en el quinto capítulo: “no trasciende quien quiere, sino quién puede…”. Este pensamiento de Espéculo me exime de todo comentario, lo único que puedo agregar es que Bernardino construye un hilván minucioso para fundar su paradigma (palabra que viene del griego: “parádeigma”, ejemplo, modelo). Para que accedamos a la trascendencia, Espéculo rompe los límites de nuestro horizonte, lanzándonos sin paracaídas pero con red, en la “esfera celeste”. Note el lector el cuidado, que pone el autor en los términos utilizados, lo hace para entregarnos una visión real del desarrollo de su pensamiento. En efecto, en esta edición actualizada de su obra, habla de “esfera celeste” y no de bóveda celeste como en la anterior. El pensamiento especuliano, nos coloca aquí frente a dos símbolos, diría yo, básicos y sustanciales. Como he dicho uno proviene del griego “paradigma”, el otro del latín “trascendencia”, dos lenguas épicas para nuestra cultura. No se trata del trascendentalismo panteísta con el cual quiso llamar la atención Waldo Emerson en el siglo XIX. Tampoco paradigma nos refiere a la escuela peripatética de Aristóteles y a su visión de universo finito y jerarquizado. Espéculo irrumpe dramáticamente en este campo, destruye con su pensamiento y acción las bolsas de aquellos embarazos aplastantes. Lo cuenta humildemente en el capítulo décimo octavo de esta edición que prologo. Dice el autor: “….en aquella Mesopotamia, abrazada por los ríos Tigris y Éufrates pude rastrear a Gilgamesh, el sumerio que buscaba hace más de 5000 años la inmortalidad. Gilgamesh cruzó las mal llamadas aguas de la muerte. Solo los príncipes y guerreros de aquella sociedad gozaban de ese privilegio. Sin embargo, los trabajadores constituían la mayoría de la población, y por no poseer la prerrogativa de los poderosos, fueron los que desarrollaron la conciencia de ser individuos temporarios, de allí, el nacimiento en su imaginario por el temor al final. Ellos necesitaron un mecanismo de defensa, lo hallaron, en el culto a los antepasados.”
Bernardino Espéculo no construye su teoría detrás de su escritorio, la misma crece confrontándola en forma permanente con la realidad. El mundo conocido no le es ajeno, lo recorre para examinarlo, lo estudia sin prejuicios, no omite ninguna de las fortalezas o debilidades que descubre. Primero escrutará el espacio, palmo a palmo, lo hará con un método propio, totalmente original, hallando su validez en el propio campo. Partirá desde el margen y se encaminará hacia el centro. Luego se hará evidente en su espíritu la impronta científica de la categoría tiempo. Se produce entonces en Espéculo un momento mayéutico. Los mausoleos se archivan en el museo. Es el instante de la convulsión, del dolor, pero finalmente, del parto bienvenido. El bosquejo es en los 70, la peripecia sobreviene en los 80 y su consolidación revolucionaria en los 90. Trascender, esa experiencia que conocieron los seres importantes, como los habitantes del Uruk, hace 5000 años, hoy es factible masificarla hacia el resto de los grupos sociales, emparentando, el pensamiento especuliano con la teoría del conocimiento contemporánea sobre el derrame.
Nos dice el autor en el capítulo vigésimo página 587: “A occidente lo encontramos debilitado en su identidad, de allí, la pretensión de igualdad y libertad de sus individuos. En cambio oriente se nos presenta con un sentido jerárquico de la vida, dónde la identidad permanece incólume.”
Incólume dice Espéculo, palabra que viene del latin, (incolumis), dícese de aquello que no ha sufrido ningún daño. 
Al inicio de este prólogo anuncié, que aquí, junto al ventanal de mi despacho, observo niños corretear por la plaza. Inocencia que en su ciclo evolutivo se transformará inexorablemente. No crea el lector que se trata de una imagen gratuita. Es la forma que encontré, para demostrar, que el Espéculo científico de hoy es la suma de muchos Espéculos. El de los ojos asombrados en la infancia, el de la adolescencia buscador infatigable de roles y sobre todo el de aquel joven poeta, que alguna vez expresó:
Aquí comienza este mejunje
que es simplemente el mundo
en que vos y yo vivimos.
Aquí comienza,
 y hasta aquí,
llega mi esperanza,
 o la tuya,
o la de aquel pibe que da sus
primeros pasos,
en esto conmensurable,
llamado vida.

Extraído de "Espéculo para armar" Libro inédito de Eduardo Wolfson

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