martes, 8 de mayo de 2012

No es moco de pavo


Fragmento de
 "Espéculo para armar" 
Libro inédito de Eduardo Wolfson


Relato de 
Nepomuceno Crespi 
a Crónica TV

-Mi cuñadito el cholo, señorita, se electrocutó en la obra, el pobre dejó viuda y cuatro hijos. Imagínese el dolor de mi esposa que era su hermana. Ahí nomás, mi otro cuñado, el Ceferino, y yo, nos tomamos unos vinos para estar con fuerza. Una vez afirmados, nos fuimos como un rayo hasta la empresa constructora. No se lo voy a negar, al principio no nos daban boliya. Usted vio como es la gente rica. Nosotros somos humildes, pero eso sí, incapaces de tocar un centavo ajeno. Pero como le venía diciendo. Estábamos con el Ceferino en silencio, mascando la bilis de la indiferencia, cuando nos recibió el Ingeniero. El hombre, como si fuera uno de nosotros, nos estrechó su mano bien apretada, acompañándonos el sentimiento. En la misma jeta, se le notaba el dolor que le había producido la infausta noticia. ¡Imagínese!, no llegaba a los treinta y dejó viuda y cuatro hijos. Cuando pudo hablar, el ingeniero, nos dijo que todos los gastos del sepelio se pagaban con el seguro de la compañía, que eso mismo le dijéramos a quien nos atendiera en la cochería. Se la hago cortita mire. De allí, ya más tranquilos, nos fuimos hasta esa que hace tanta propaganda ¿vio?...esa que tiene un nombre largo...Organización de la Tras-cen-den-cia. ¡Lo dije, me costó pero lo dije! Bueno, la cosa es que esa gente tiene un negocio que parece un plato volador vea. Me llamó la atención, que sobre las paredes plateadas, aparezca un montón de fotos con todos los generales del gobierno y ese joven que aparece en todos los avisos de la cochería...¡Ese mismo, el Bernardino Espéculo. Fíjese, que con el Ceferino estábamos viendo como se abrazaban en las fotos, cuando una chica alta, muy bien plantada y con un andar de potra buena, nos pide que la sigamos. Yo le apreté el brazo al Ceferino porque me di cuenta que estaba a punto de desbocarse, y para que negarlo, para sofrenarme también yo. Porque la situación sea triste, uno no deja de ser hombre, ¿No le parece?.... Nos hace entrar en una salita chica, donde solo hay tres sillones muy muyidos y una mesita enana. Nos sentamos primero, y ella, en frente nuestro hace lo mismo, pero cruzando las piernas, lo mismo que la Yaroneston le hace al maiquelduglas, el hijo de quir, en esa pelicula de los lugares bajos. Ya le dije, somos hombres, y un pelo de ahí..., tira mucho..., pero mucho más. Así que mientras la pendeja nos hablaba, el Cefe y yo, mirábamos la otra cara. Empezó a hacernos preguntas y a llenar una planilla, eran todas cosas que nos ofrecía para el velatorio del Cholo. A todo le decíamos que sí, total el ingeniero nos había dicho que la empresa pagaba. Y por otra parte, no venía nada mal llenar a una muerte tan al cuete, con algo de dignidad. Aunque más no sea, mire lo que le digo, para que la viuda y sus hijos guarden un buen recuerdo.  El asunto es que la rubia puso el sí, a un listón que medía como media cuadra. Ahí había cosas como sanguches de miga, cajón de palo rosa, una música de un tal yuber, chicas con ropa cortita que te acariciaban cuando llorabas, una cara nueva para el Cholo, una filmación de todo el día, un lote en un gran jardin, para que el infortunado de mi cuñadito retoce y muchas...pero muchas..., cosas más, que nosotros ni sabíamos que existían en este mundo. El asunto es que la chica volvió a descruzar las piernas y el Cefe y yo volvimos a desorientarnos. Entonces fue que aprovechó la muy ladina para pedirnos, que le lleváramos las escrituras de dos lotes en Villa Luzuriaga, que el Cefe y yo pagamos durante diez años, con la idea de hacernos unas casitas, y con una sonrisa, nos hizo firmar en blanco un pilón de documentos. Nos dijo que eso era como una garantía, que ni bien pagara la empresa lo devolvían. Demás está decirle, esta chica, que enseguida le trajimos todos los papeles, porque nosotros somos pobres pero cumplidores. Bueno, la cosa es que se armó el velorio, realmente con el Cholo hicieron un trabajo de artistas. Le pusieron un esmoquin rojo con una solapa llena de lentejuelas, le dibujaron un jopo brilloso mezcla del Valentino con el Presli. A la viuda la vistieron de largo y le pusieron unos aros y un collar muy brillante. La verdad que estaba preciosa, que si no se hubiese tratado del velorio de su difunto, yo creo que más de uno le hubiese hecho propuestas no muy decentes, usted me entiende. Cuando las chicas empezaron a acariciar, los llorones crecieron en forma increíble. La comida y la bebida, para decir la verdad, corrieron como canilla libre. Cuando al día siguiente, ya aclaraba, lo pararon al Cholo sacándolo del cajón, nos metieron a todos rodeándolo, pusieron una gran torta de varios pisos en el centro con muchas velas encendidas, nos hicieron gritar tres urras, y luego, apagamos las velas. Yo le aseguro que nunca vi algo así, le pregunté a una de las chicas, que era lo que festejábamos, y entonces,  oí otra vez esa palabra tan difícil..., tras-cen-den-cia. Al Cholo no volvieron a guardarlo, lo pusieron junto con la viuda y sus hijos en un coche gigante, uno igual al que usa el padrino tres en la película. Los otros consanguíneos y amigos, los seguimos en la caja de un camión embanderado con los colores de Boca. Mi cuñadito era fanático de Boca. Aunque yo soy de River me pusieron la bincha de Boca y al Cefe un gorro con tres puntas azul y amarillo. Cantando cantos de tribuna llegamos hasta el campo “Perdurar”. Allí, al Cholo lo sentaron en una silla de ruedas eléctrica. La pusieron a andar sola por un camino rodeado de jardines con flores. Los demás, seguimos a la silla hasta que se paró. Lo hizo justo donde había un asado, que todos los presentes compartimos. Con la panza llena de achuras y tinto, nos fuimos despidiendo del Cholo, que las chicas acariciadoras llamaban con otra palabra difícil, algo así como: an-fi-treon.
El día después, fuimos con el Cefe a ver al ingeniero, para pedirle que apure los trámites, para que nos devuelvan las escrituras y los documentos. ¡Ahí la sorpresa fue grande! Resulta que el hombre nos desayuna, que lo que la empresa va a pagar es lo que le da el seguro, y cuando nos dice cuánto, nos queríamos caer de espaldas. No alcanzaba ni para un canapé de esos que nos habíamos comido. Se lo juro señorita, como que me llamo Nepomuceno Crespi, no sé cuántos años más tendré que vivir debajo de la autopista, pero a ese señor Espéculo, le voy a pagar hasta el último centavo de las cifras con los que llenó esos documentos. El hombre se lo merece, porque el Cholo no ha muerto, se da cuenta, está en la tras-cen-den-cia..., y eso ¡cuesta!

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